El muro fronterizo - Alfa y Omega

Cuentan los mayores que en este lugar, la calle Alameda, invadida hoy por un sinnúmero de dealers (negociantes) de coches de segunda mano, había árboles. Y que los chavales jugaban al futbol en la puritita línea fronteriza paseando el balón de país a país con naturalidad. Y que al finalizar el partido volvían sudorosos a casa a comer su merienda: burritos de frijoles con queso los mexicanos y una hamburguesa los de EE. UU. Si por algo se distinguió siempre El Paso es por la naturalidad con la que americanos y mexicanos convivían en esta franja fronteriza.

Hoy se nos dice que es necesario declarar el estado de emergencia nacional en la frontera, e invertir millones de dólares para salvaguardar la seguridad nacional construyendo un muro. Un muro que, según el expresidente de México, Vicente Fox, se podría saltar con una escalera de 200 dólares comprada en Home Depot. En fin, cada uno va a lo suyo.

El presidente Trump nos regaló una visita a El Paso, Texas, para convencernos de la necesidad que tenemos del bendito muro, nombrándose el paladín defensor contra el crimen organizado y los carteles de la droga. Hace poquitos días, el 11 de febrero, circular por el centro era casi una misión imposible porque en El Paso County Coliseum de la East Paisano Drive se arremolinaban sus seguidores animándole a seguir con su política migratoria en la que parece que ser inmigrante es lo mismo que ser criminal.

No lejos, Robert Francis (Beto) O’Rourke, de 46 años, excongresista demócrata nacido y criado en El Paso, premio 2018 al pacense más influyente, proclamaba a sus seguidores que no necesitaban otro muro. Decía: «Los muros no salvan vidas, las aniquilan». Y añadía: «Supuestamente deberíamos dar la bienvenida a la gente que está intentando escapar del peligro, y recibirlos en un país en el que tengan la oportunidad de vivir una vida libre y feliz».

Mientras tanto, mi obispo Mark J. Seitz, junto con los líderes de Justicia Social y de otras denominaciones religiosas, nos convoca a una tarde de oración y solidaridad con los inmigrantes, en la barda fronteriza de Anapra, en Nuevo México. Y nos anima a «la gente de Dios» a ser audaces. Y audaz, según el diccionario, es la persona que es capaz de emprender acciones poco comunes sin temer las dificultades o el riesgo que implican. Creo recordar que también se les llamaba en otros tiempos, profetas.

Siempre he creído que el miedo es el asesino del corazón humano y que nada ni nadie nos puede obligar a vivir con miedo. Y que no hay nada mejor que podamos hacer que ponernos de parte del hermano que sufre a tu lado sin mirar su pasaporte, o el color de su piel.