Germán Contreras, vecino de Tetuán (Madrid): «Decidí apostar por una vida de servicio» - Alfa y Omega

Germán Contreras, vecino de Tetuán (Madrid): «Decidí apostar por una vida de servicio»

Era el director de trade marketing en una multinacional de gran consumo. Lo dejó para irse con una ONG de cooperación internacional. Desde hace 40 años vive en Madrid, aunque nació en Jerez de la Frontera. Tiene tres hijos y forma parte de una comunidad marianista de laicos. Germán es un hombre apasionado por Jesús y está convencido de que «la vida es para gastarla»

Santiago Riesco Pérez
Foto: Santiago Riesco Pérez

¿Se considera un santo?
No, claro que no. Pero sí me reconozco en el tránsito hacia la santidad, hacia una eternidad donde todos seremos santos. En esos caminos que me acercan al Reino siguen faltándome muchas cosas propias de los santos. Sobre todo paz para asumir, aceptar y entender la desigualdad. Me falta coherencia para seguir desaprendiendo y me sobra soberbia para dejar de creer que puedo hacer más cosas y estas dependen de mí.

¿Qué es para usted la santidad?
Transparentar a Dios, trabajar para el bien común, aceptar el Reino que ya está aquí, reconocer lo extraordinario en lo ordinario… Y vivir todo esto con alegría.

¿Conoce a alguien que cumpla esas características?
Diría que tengo el privilegio de trabajar con unas cuantas y unos cuantos santos de esos que en Alfa y Omega llamáis «de la puerta de al lado» en la ONG Acción Marianista. Personas que pertenecen a una Iglesia viva, que transitan con los vulnerables y acompañan y se dejan acompañar. Son muchos, muchísimos. Llevan la Buena Noticia en forma de dispensarios médicos, escuelas, formación profesional, desarrollo de la mujer… Y yo los veo a diario . Los miro y aprendo.

Dice el Papa que no hay que copiar a los santos, sino que cada uno tenemos que sacar a la luz lo mejor que tengamos ¿Qué cree que es lo mejor que tiene?
Quizás la pasión por lo que hago. Tengo voluntad para desaprender, conciencia del bien común, de un mundo de justicia para todos. Y el convencimiento de que la vida es para gastarla.

La vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. ¿Tiene que ver algo con usted?
Mucho. La verdad es que, al menos, puedo decir que estoy agradecido porque, desde hace tiempo, me duele lo del otro; me angustia lo de ellas; me entristece lo de aquellos… Me conmueve. Y eso está bien. Pero siempre para poder ofrecer una mirada esperanzada, un dolor acompañado de la certeza de que alguien nos cuida…

Del dolor al gozo. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. ¿Le suena esta música?
Me suena, me encanta y ¡me gustaría bailarla! Es la alegría de ser cristiano. En una de mis últimas visitas a los proyectos de Río Negro, en la Patagonia argentina, recibí el regalo de conocer a una comunidad que, trabajando en más de 20 proyectos sociales, no perdían la mínima ocasión para disfrutar: reír, guitarrear, compartir una buena mesa, bromear… Me sentí francamente bien.

Los santos sorprenden porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad, de la tranquilidad. ¿Recuerda algo en su vida que haya resultado difícil de entender para los demás?
En un momento de mi vida caí en la cuenta de que era hora de desaprender y de apostar por una vida de servicio. Así que, después de consultar con Elena (mi mujer) convenimos que lo coherente era dejar mi trabajo y mis seguridades para apostar por las personas.

Dejó un cargo directivo en una multinacional para dedicarse a los más pobres. Con tres niños en casa…
Soy muy familiar y amo a mis tres hijos con intensidad. Pero vi muy claro que ellos tenían la vida resuelta y que había muchos otros niños a los que yo realmente podía echar una mano desde la selva madrileña de cemento.

Los santos no son gente rara, ni lejana, ni insoportablemente vanidosos, negativos ni resentidos. Esto es lo que dice el Papa Francisco.
La cotidianidad, la limitación, la debilidad, la miseria, la alegría, la socialización, la vulnerabilidad, la sencillez… es lo propio del ser humano. Y los santos son humanos, ¿no?

Como usted… y aún así ¿sigue sin considerarse un santo?
Es que no tengo muy claro lo que es [ríe a carcajadas]. Pero seguro que tú y yo, y todos, lo seremos algún día… Y para toda la eternidad.