Una humanidad nueva

Hay libros de una sola lectura; otros, de dos y hasta de alguna más. Este texto-diálogo, que lo es al estilo de los clásicos en la historia del pensamiento, y que tiene mucho de platónico, debe ser leído y más que leído. Releído para ser gustado; releído para ser meditado; releído para hacer con él oración. Releído para entender que, más que descargo de conciencia de un intelectual otrora atribulado, y liberado por la gracia de Cristo, es una propuesta cultural de fondo.

A los lectores españoles, Giovanni Testori puede que no les suene de nada. Sin embargo, a medida que avanza el texto se encontrarán con un intelectual, escritor y director de teatro, polémico hombre de cultura, que es capaz de hacerse acompañar por don Luigi Giussani en su pasión por desentrañar la situación cultural del hombre occidental, del hombre europeo culto, que diría Dostoyevski. Una compañía que no anula la libertad de una mente crítica, fruto de la modernidad, sino que, a media que discurre la conversación, con las breves y certeras intervenciones de don Giussani, el lector va descubriendo cómo lo oscuro se aclara; lo complejo se vuelve simple; lo terso adquiere suavidad. Giovanni Testori sabe que quien le acompaña a la hora de dilucidar qué nos estamos jugando en el presente, y cuál es la aportación primera y principal del encuentro con Cristo en la Iglesia, es un hombre que hace posible el encuentro. Así lo confiesa este interlocutor privilegiado: «Giussani ha sido una persona que no ha censurado absolutamente nada de lo que yo era, ni siquiera esas partes de mí que podrían crear escándalo», aludiendo Testori al hecho de su homosexualidad.

Pero no nos engañemos, este libro, de no muchas páginas y que alcanza cotas de belleza expresiva sin igual, no es de lectura fácil en alguno de sus momentos, tal y como apunta en un clarificador epílogo Teresa Suárez del Villar Acebal. Reclama, como si fuera un espejo de su constitución, una lectura compartida. Porque de lo que trata, y de lo que se trata, es de asumir que la verdadera cuestión del hombre no es que sea impecable, sino que sea sincero, que se sitúe vitalmente en el lugar que le corresponde, que asuma su realidad, que se disponga a la verdad de Dios. A nadie le es fácil confrontarse con los factores que contribuyen a la disolución y a la degradación de la conciencia de sí mismo. El hombre intenta, «tanto práctica como teóricamente, definirse a sí mismo olvidando, apartando o borrando de su memoria su dependencia, su propio nacimiento». Quererse sólo a partir de uno mismo es el olvido. De ahí que la propuesta de este libro arranca de una correcta comprensión antropológica de la conciencia del nacer, de la superación de la ruptura en el acto de amar, para invitarnos a la memoria de la afirmación del acto íntegro del amor, de la afirmación del Padre, y por tanto, del ser hijos, y a la regeneración a partir de estos mismos presupuestos, de una nueva cultura alejada de la abstracción y encarnada en la responsabilidad que brota de la relación filial. Un paso clave para entrar en la dinámica del misterio de Dios.