El Papa y Mohamed VI reeditan el abrazo de san Francisco y el sultán - Alfa y Omega

El Papa y Mohamed VI reeditan el abrazo de san Francisco y el sultán

El Emir de los Creyentes y el Obispo de Roma abogan en Rabat por pasar de la «tolerancia» a la «fraternidad»

Ricardo Benjumea

El Papa y el rey de Marruecos rememoraron este sábado en Rabat el abrazo de hace ocho siglos de san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kamil. Aludiendo a «aquel acontecimiento profético», en su primer discurso a su llegada a Marruecos, tierra que es «puente natural entre África y Europa», el Pontífice apeló a pasar «de la simple tolerancia» entre las dos religiones, al «respeto y la estima». A una verdadera «amistad» e incluso «fraternidad».

Para ello es necesario «descubrir y aceptar al otro en la peculiaridad de su fe y enriquecerse mutuamente con la diferencia, en una relación marcada por la benevolencia y la búsqueda de lo que podemos hacer juntos», dijo el Obispo de Roma en la Explanada de la Torre Hassan, lugar emblemático de la capital, al que ambos llegaron simultáneamente en sendos vehículos, ejemplificando esa fraternidad en el acto de bienvenida bajo una intensa lluvia.

Francisco y Mohamed VI, además de jefes de Estado, comparten la condición de líderes religiosos. El Papa, como cabeza de la Iglesia católica. Y el rey alauita, por ostentar el título de «Emir de los Creyentes», propio de los reyes marroquíes. Esto les convierte en máxima autoridad religiosa en el país para los musulmanes. Y en garantes de la libertad de culto para las otras dos religiones del Libro, cristianos y judíos. Haciendo honor a ello, durante el régimen filonazi de Vichy (el territorio era entonces un protectorado francés), Mohamed V —abuelo del actual rey— se negó a cumplir la orden de extraditar a marroquíes judíos.

Rey y Pontífice firmaron además una declaración conjunta en el Palacio Real en la que instan a «preservar la Ciudad Santa de Jerusalén como patrimonio común de la humanidad y, sobre todo, para los fieles de las tres religiones monoteístas, como lugar de encuentro y símbolo de convivencia pacífica, en el que se cultivan el respeto mutuo y el diálogo».

Propuesta de una agenda común para musulmanes y cristianos

Más allá de las coincidencias sobre el statu quo de Jerusalén, hubo plena coincidencia en rechazar la manipulación de la religión con fines violentos.

Tras destacar la importancia de «oponer al fanatismo y al fundamentalismo la solidaridad de todos los creyentes», Francisco propuso en su discurso en la Explanada de la Torre Hassan una agenda de colaboración con el islam muy concreta, con la particularidad de que alude a diversos acontecimientos históricos recientes que han tenido Marruecos como escenario.

El primero fue la Conferencia internacional sobre los derechos de las minorías religiosas en el mundo islámico, celebrada en Marrakech en 2016, que —destacó el Papa— abogó por «ir más allá del concepto de minoría religiosa en favor de aquel de ciudadanía». Dicho lo cual, dejó caer que la libertad religiosa «no se limita solo a la libertad de culto, sino a permitir que cada uno viva según la propia convicción religiosa».

Otra importante cumbre aquel año fue la conferencia internacional sobre el cambio climático COP 22. El Papa defendió respuestas concertadas entre las naciones y pueblos «para invertir el proceso del calentamiento global y lograr erradicar la pobreza».

Y acto seguido pasó a la cuestión migratoria, asunto de la otra gran cumbre recientemente celebrada en Marrakech, la que dio lugar a finales de 2018 al Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular. Una vez logrado ese consenso «al menos a nivel moral» —el documento no es jurídicamente vinculante—, el Papa pidió pasar «a acciones concretas» que reconozcan a los migrantes como personas con «sus derechos y su dignidad».

La ignorancia provoca fanatismo

El discurso del Papa respondía al que acababa de dirigirle Mohamed VI, muchos de cuyos párrafos podría perfectamente haberlos firmado el mismo Francisco. El monarca dijo que «el diálogo entre las religiones abrahámicas es claramente insuficiente en el momento actual» y que estas «no existen para tolerarse, por resignación fatalista», sino «para abrirse y conocer, en un valeroso concurso de hacer el bien unos a otros».

Pero el eje de su discurso se centró en desmontar la manipulación de la religión con fines violentos, algo a lo que no se puede «buscar una respuesta militar ni presupuestaria», sino que debe ser educativa.

Una de las características del reinado de Mohamed VI es la campaña para erradicar el analfabetismo, que aunque va desapareciendo en niños, todavía afecta a cerca del 30 % de la población, especialmente las mujeres adultas.

«Los terroristas —advirtió— no tienen en común la religión, sino más bien la ignorancia de la religión. Ya es hora de que la religión deje de ser una coartada para la ignorancia y la tolerancia», añadió.