Más de 200 seminaristas aseguran el futuro - Alfa y Omega

Más de 200 seminaristas aseguran el futuro

En su Carta pastoral, con motivo del Día del Seminario de 2014, nuestro cardenal arzobispo escribe:

Antonio María Rouco Varela
Alumnos del Colegio Arzobispal-Seminario Menor de la archidiócesis de Madrid

La solemnidad de San José, Patrono de la Iglesia universal, nos dispone a celebrar el Día del Seminario, señalado para dedicar nuestra oración y expresar eficazmente el aprecio por los hermanos que, fieles a la llamada del Señor, se preparan con ilusión y generosidad para ser sacerdotes y, un día, ser enviados a predicar el Evangelio de la salvación con la autoridad misma de Jesucristo.

Nuestros seminaristas son hombres de este tiempo, hijos de nuestras familias, con sus virtudes y fragilidades. Pero han sido escogidos: en cada uno de ellos se ha actualizado el Evangelio de la llamada del Señor que les ha salido al encuentro en medio de sus peculiares biografías y proyectos. La palabra de Cristo, ¿Qué buscáis?, ha sido, al mismo tiempo, una pregunta dirigida a un corazón joven e inquieto y un horizonte inaudito de respuesta: Venid y veréis (Jn 1, 35-39).

Para conocer más de cerca la vida del Señor y cultivar su nueva identidad apostólica, nuestros seminaristas han aceptado la invitación de Jesús: Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con Él. Los años del Seminario renuevan hoy esta escena del Evangelio y esclarecen su finalidad última: vivir con Jesús, seguirlo incondicionalmente y aprender con Él y de Él el estilo de la entrega sacerdotal. No en vano, Juan Pablo II considera el Seminario como una continuación, en la Iglesia, de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús. Comunidad apostólica y educativa, estructurada como hermanos en torno al Señor, que cultivan con rigor las dimensiones de la formación —humana e intelectual, espiritual y pastoral— y que conviven, con el gozo y entusiasmo de saber que Cristo cuenta con ellos para anunciar su Evangelio. Así lo dice el lema de este año: La alegría de anunciar el Evangelio; así les invitaba a vivirlo el Papa Francisco: «Al llamaros, Dios os dice: Tú eres importante para mí, te quiero, cuento contigo. Jesús, a cada uno de nosotros, nos dice esto. De ahí nace la alegría».

Una exigencia permanente

Celebramos el Día del Seminario mientras tiene lugar la Misión Madrid en nuestra Iglesia diocesana. Desde su comienzo en el pasado curso, os he venido exhortando a la conversión como una exigencia permanente de la existencia cristiana, si es que ésta quiere vencer la tentación tan frecuente de la gris mediocridad y mostrar con vigor su empeño misionero. ¿No es verdad que, entre otras causas, la escasez de vocaciones sacerdotales hunde sus raíces en una vida cristiana pobre en experiencia de fe y de caridad y, por tanto, carente de vigor e ilusión misioneros? Con la gracia del Señor, confiamos en que los frutos pastorales de la Misión Madrid sean también abundantes en vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Toda la Iglesia diocesana está en misión: todos sus miembros, según su vocación y estado, señalaba en la presentación del Plan pastoral para este curso. Efectivamente, todos somos necesarios y, de forma especial, los sacerdotes. Estamos convencidos de que la conversión a Jesucristo y el vigor del testimonio apostólico dependen, en gran manera, de la calidad y cantidad de los sacerdotes. ¡Gracias a Dios, contamos con un número significativo de candidatos al sacerdocio, a pesar de las dificultades de los tiempos actuales! En nuestros Seminarios, Conciliar y Redemptoris Mater, más de 200 futuros presbíteros aseguran el futuro pastoral de la Iglesia en Madrid: ya no se pertenecen a ellos mismos; son para el Señor, para su Iglesia y para todo hombre de buena voluntad que busque la luz y el consuelo de Cristo.

El mandato del Señor, Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies, nos recuerda la grave responsabilidad de seguir colaborando con el designio providente de Dios que continúa llamando al seguimiento apostólico de Cristo, y de contribuir a generar las condiciones de vida cristiana en donde se escuche y arraigue la llamada y pueda dar frutos abundantes de vida sacerdotal. Nos urge, también, la escasez de vocaciones al sacerdocio en tantas Iglesias hermanas, cuyo futuro pastoral ya se ve seriamente interpelado. Se impone una estrecha colaboración entre los padres de familia, la parroquia, los movimientos y asociaciones de voluntarios cristianos, y los centros de enseñanza católicos para que, en los proyectos educativos dirigidos a niños y jóvenes, no dejen de enseñar y ofrecer el Evangelio de la vocación al ministerio sacerdotal. Como enseña el Papa Francisco, la vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial.

La gran misión que acabamos de celebrar en los colegios, en el contexto de la Misión Madrid, ha puesto de manifiesto que, con la pedagogía apropiada a cada edad, los niños y adolescentes van creciendo en el conocimiento de Cristo, Maestro y Amigo, y aprenden, a su lado, el significado de vivir en la verdad de Dios como entrega de amor y servicio. También a estas edades se puede escuchar la llamada del Señor al seguimiento sacerdotal. Para ayudarlos en la escucha y el discernimiento, el Seminario Menor diocesano sigue empeñado en cuidar y desarrollar estos brotes de vocación sacerdotal, de manera que, integrados en el proceso de maduración como hombres cristianos de los niños y jóvenes, les ayuden e iluminen para dar al Señor una respuesta generosa. El Día del Seminario ofrece a muchas parroquias la oportunidad de acoger la visita y el testimonio de alguno de nuestros seminaristas. Os invito a recibirlos con todo afecto y solicitud fraternales: es un buen momento para que nuestros futuros sacerdotes se vean arropados y estimulados por la oración, la estima y la generosidad de los fieles de las parroquias visitadas.