El silencio elocuente - Alfa y Omega

Nos sentábamos esta semana las educadoras para analizar cómo es nuestra intervención, y el ambiente de las casas de acogida, en las que hay cinco mujeres en la primera fase del proyecto, seis en la segunda, que llamamos de consolidación, y cinco más entre los dos pisos de autonomía. Finalizábamos la reunión anotando las cosas que van bien y tenemos que seguir afianzando, y las que tenemos que mejorar. Por la tarde me subí a la capilla con un montón de ideas, sensaciones, pero, sobre todo, en presencia de Jesús Eucaristía, me encontré con los rostros, con los nombres y las historias de cada una de las mujeres, tenía necesidad de estar en silencio, confiar en Jesús que las quiere a cada una infinitamente más que yo, y yo siento que las quiero mucho.

Cuando el dolor es muy grande, el silencio suele ser muy elocuente, y casi la única forma de comunicación. Vivir con mujeres que han sido víctimas de trata con fines de explotación en ocasiones resulta difícil, respetar los silencios y las ausencias, ponerse al lado y caminar a su ritmo. Aprender a estar a la distancia justa que las hable de cercanía, cariño y respeto. Observar y descubrir a quien le gusta el abrazo, y a quien no les gusta el beso; utilizar la sonrisa y la palabra adecuada. El dolor que ha causado en cada una de las mujeres con la que vivo la explotación es tan grande que, para algunas, ponerse manos a la obra y repensar y elaborar nuevos objetivos, diseñar un proceso que se base en la libertad, la opción personal, el discernimiento, y la toma de decisiones; en la realización de actividades de la vida cotidiana, hay días lo perciben como una carrera de fondo llena de obstáculos. Intentar que el amor sea más fuerte que la muerte, y compartir con ellas desde la esperanza y el perdón para que perciban en sus vidas visos de una primavera de buena nueva. Caminar a su ritmo, de forma que puedan cambiar la oscuridad en luz de un nuevo amanecer. Esto solo es posible si es Jesús quien lleva el timón de esta barca. Desde Él, y con Él dar confianza, generar vínculos, no juzgar… En palabras de María Micaela: «Dios me las bendiga y guarde, que solo a Él se las doy».