Tiempo de siembra - Alfa y Omega

Tiempo de siembra

Eva Fernández
Foto: REUTERS/Stoyan Nenov

En la agenda de Francisco, la búsqueda de la unidad entre los cristianos y el diálogo con otras religiones resulta prioritaria. Los gestos de amistad de los últimos tres Papas hacia la comunidad ortodoxa siempre han dado fruto, aunque en el camino hayan tenido que sortear muchas piedras. Si los dos últimos viajes del Papa a Emiratos Árabes y a Marruecos estaban dirigidos a estrechar lazos con el islam, los que hará en mayo a Bulgaria, Macedonia del Norte y Rumanía tienen como fin dar un nuevo paso en la siempre compleja y delicada relación con la Iglesia ortodoxa. Francisco va dispuesto a limar asperezas, y a quitar el polvo a siglos de desconfianza con una de las comunidades ortodoxas más cerradas del mundo, la búlgara. El Santo Sínodo –la institución que dirige la Iglesia ortodoxa de Bulgaria– publicó recientemente una carta en la que descartaba su participación en la ceremonia ecuménica junto al Papa que se celebrará en Sofía, alegando que los santos cánones no les permiten realizar oraciones o liturgias conjuntas. Por eso, el más que seguro abrazo que Francisco dará al patriarca Neófito contribuirá al deshielo entre las dos confesiones cristianas. El Santo Sínodo también ha dado su consentimiento para que Francisco visite la catedral de San Alejandro Nevski y rece en privado ante el trono de san Cirilo y san Metodio. Precisamente fue una reliquia de san Cirilo la que el Papa regaló al patriarca Kirill en aquel histórico encuentro en Cuba. Un santo, por cierto, honrado por católicos y ortodoxos. Todo un símbolo.

Es la filosofía del Papa Francisco. Que las diferencias teológicas entre cristianos no nos impidan remar, unidos en la misma barca. El lema del viaje a Bulgaria, Paz en la tierra, hace un guiño a la encíclica Pacem in Terris de san Juan XXIII, primer visitador y delegado apostólico en Bulgaria. A nadie se le esconde que trabajar juntos por la paz es uno de los mejores caminos para el buen entendimiento. Ante un mundo global en el que las barreras crean división, y los recelos entre confesiones cristianas resultan ridículos, el ecumenismo de la amistad de Francisco invita a un cambio definitivo de actitud. No quiere que nos resignemos ante una separación que ha causado tantos conflictos a lo largo de la historia, porque «las divisiones entre cristianos hieren a la Iglesia, hieren a Cristo». Todavía estamos en tiempos de siembra. Nadie dijo que el proceso vaya a ser rápido o fácil, pero al menos se buscan atajos con una Iglesia que siempre ha marcado distancias con Roma. Para Francisco, que está acostumbrado a sumar y a integrar, los próximos destinos suponen una ocasión única para poner en práctica la diplomacia del diálogo y de la amistad. Y ya sabemos que en este tipo de diplomacia la paciencia es providencial y los avances apenas dejan huella. Pero marcan caminos.