«Decir sí a Dios es ganar, no perder» - Alfa y Omega

«Decir sí a Dios es ganar, no perder»

La Iglesia celebra el domingo la Jornada de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas. Un seminarista, una consagrada y una religiosa dan su testimonio en Madrid

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Desde la primera vez que se me pasó por la cabeza la idea de la llamada de Dios hasta que entré en el seminario pasaron diez años: con eso te haces una idea de las ganas que tenía de ser sacerdote», cuenta con humor Alejandro Ruiz-Mateos, un seminarista de sexto curso de Madrid, que este miércoles ha dado su testimonio en la presentación de la Jornada de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, organizada por la Conferencia Episcopal, Obras Misionales Pontificias, Confer y Cedis.

A Alejandro le impactó el encuentro de jóvenes con Juan Pablo II en Cuatro Vientos, en 2003: «La mía es una más de las muchas vocaciones que salieron de allí. Recuerdo perfectamente sus palabras. “Merece la pena dedicar la vida a Cristo”. A mí eso me llegó muy adentro y sentí como si me lo dijera a mí en particular. Esas palabras se me clavaron», reconoce.

Años más tarde, después de una larga trayectoria en el mundo del marketing y la publicidad, viajó «de manera providencial» a Calcuta, en lo que fueron «10 días muy impactantes para mí, en los que me impresionaron la vida y la alegría de las hermanas». Allí se activaron de nuevo aquellas palabras que escuchó a Juan Pablo II, y tras unos Ejercicios espirituales vio clara la llamada de Dios a entrar en el seminario.

Con su experiencia, Alejandro tiene claro que «Dios siempre puede encontrar un hueco para entrar en la vida de un joven» y llamarle al sacerdocio o a la vida consagrada. Sabe también que «hoy mucha gente vive vacía, hay muchos suicidios, especialmente entre los jóvenes, y es un drama, pero también es una oportunidad para dar a conocer a la única Persona que puede llenar ese vacío».

Foto: Juan Luis Vázquez

Espacios de silencio

La resistencia que ofreció Alejandro al principio ante la vocación es algo que también vivió Catherine Declercq, hoy Cruzada de Santa María. «Yo pensaba: “No quiero que me llame Dios, yo quiero casarme y tener una familia”, pero la pregunta por la vocación estaba dentro ya de mí», afirma. Después de cursar Ciencias Empresariales Internacionales en Madrid y en Reims (Francia), Catherine entró en la vida consagrada y hoy afirma que «merece la pena dar la vida y dedicarla a formar a la juventud para que puedan llegar a la santidad». Para ello, es preciso «generar espacios de silencio y soledad e invitar a los jóvenes a entrar. Los jóvenes necesitan conocerse a sí mismos y encontrarse con Dios. Sé por experiencia que cuando los jóvenes hacen Ejercicios espirituales salen entusiasmados y quieren invitar a todos sus amigos».

La hermana Faustina Dartey, de Ghana, de la Congregación de los Ángeles Custodios, lanza una pregunta provocadora para todos en estos tiempos de nuevas tecnologías: «Muchos se pasan todo el rato mirando una pantalla, pero ¿qué están mirando? ¿Qué buscan? Parece que nos da miedo descubrir quiénes somos, y nos cuesta entrar en el silencio. Tenemos que parar. El silencio está dentro de nosotros mismos, no está fuera, y tenemos que descubrirlo, los jóvenes y también los adultos».

Es precisamente en el silencio y en la oración en el seno de su familia donde nació de niña la vocación de Faustina, y hoy, varias décadas después, hace balance: «Quiero ir allí donde Dios me quiere. Estar en sus manos es lo mejor. Estoy dispuesta a hacer lo que quiera y a ir adonde quiera. Porque no hay nadie como Dios. Él me acompaña siempre. Al que tiene a Dios no le falta de nada. Decir sí a Dios es ganar, no perder».