Un auténtico hombre de acción - Alfa y Omega

Uno de los libros más consultados de mi biblioteca es la recopilación de artículos que Raymond Aron escribiera para Le Figaro entre 1947 y 1977. No son tanto una crónica de historia contemporánea como un valioso documento en el que los hechos políticos y económicos son expuestos a la luz de un profundo conocimiento de la historia y la filosofía política. La hija del escritor, la socióloga Dominique Schnapper, acaba de editar L’Abécédaire d’Raymond Aron (editorial L’Observatoire), un pequeño diccionario que agrupa las opiniones de su padre en diversos temas. Su lectura es un descanso en estos tiempos agitados en los que se echan de menos mentes lúcidas y reflexivas.

He leído este breviario aroniano saboreando las palabras de un hombre que evitaba tanto las lecciones de moral como las indignaciones fáciles. Me he detenido no tanto en sus conocidas opiniones sobre Sartre o Mayo del 68, sino en algunas reflexiones válidas para todas las épocas. Cuando le preguntaron en 1981 qué valores estimaba más, esta fue su respuesta: «La verdad y la libertad, pues estas nociones para mí están asociadas. El amor a la verdad y el horror a la mentira, creo que esto es lo más profundo en mi manera de ser y de pensar. Y precisamente para expresar la verdad hay que ser libre. Es necesario que no exista un poder externo que nos coaccione».

50 años antes, en 1931, el joven Aron da muestras de una madurez no común al referirse a la sabiduría. Es una época de ascenso de las ideas totalitarias, una negación de los valores europeos. La apología del sentimiento en política, en un extremo o en otro, hace estragos, pero Aron escribe a un amigo: «No hemos nacido para compartir el entusiasmo de las ideas victoriosas. Hay que hacer el trabajo de cada uno, con una voluntad teñida de resignación, y esperar la alegría de las personas y de uno mismo… Pienso que esto no es egoísmo pequeño burgués, sino sabiduría».

Alguien diría que esto no es propio de un hombre de acción –una palabra, por cierto, de ecos nietzscheanos–. Sin embargo, Aron no identifica la acción con una pasión efímera y violenta. Antes bien, ante un grupo de estudiantes alemanes en 1952, señala: «El hombre de acción es el que guarda el sentido de una tarea grandiosa a través de las mediocridades cotidianas».

En este tiempo de confusión de los espíritus, privados voluntaria o involuntariamente de la más mínima certeza, seguiré leyendo a Aron, a quien Claude Lévy-Strauss definió como «un profesor de higiene intelectual».

L’Abécédaire d’Raymond Aron
Autor:

Dominique Schnapper

Editorial:

L’Observatoire