Fray Perico, más joven que nunca - Alfa y Omega

Fray Perico, más joven que nunca

Juan Muñoz nos abre las puertas de su casa para hablarnos de fray Perico, entrañable personaje de nuestra literatura infantil y juvenil que le valió el Premio Barco de Vapor hace cuatro décadas y desde entonces viene haciéndonos a pequeños y mayores

Maica Rivera
Juan Muñoz Martín con su libro Fray Perico y su borrico y una marioneta del fraile, durante la entrevista. Foto: Maica Rivera

De fondo, escuchamos jugar a sus nietos. Dejamos sobre la mesa del salón la más reciente edición del bestseller Fray Perico y su borrico (la 70ª, El Barco de Vapor, SM), recomendado para niños a partir de 8 años, con sus ilustraciones a color de Antonio Tello. Y lo primero de todo le damos las gracias por hacer realidad una bonita ilusión infantil. ¡Que el propio Juan Muñoz Martín (Madrid, 1929) sea nuestro cuentacuentos por un día cumple el pequeño sueño de varias generaciones! Las que ahora legan sus historias más queridas a hijos y sobrinos, un tesoro que para muchos incluye los nueve títulos de la Serie Naranja (aventuras y humor) protagonizados por este personaje inolvidable, el bonachón fray Perico, «rústico, gordo y colorado», que hace su primera aparición estelar «con un pantalón de pana atado con una cuerda» y se nos presenta con el único talento de «contar cuentos muy bonitos».

Revoluciona desde la primera entrega a los 20 frailes del antiguo convento de Salamanca en el que ingresa, de cabeza rapada, barba muy blanca y hábito remendado: fray Nicanor, el superior; fray Olegario, el bibliotecario; fray Cucufate, el que prepara el chocolate; fray Pirulero, el cocinero; fray Bautista, el organista; fray Mamerto, el del huerto; fray Cipriano, el hortelano; fray Jeremías, el de la sastrería; fray Balandrán, el sacristán…

Hasta ese momento sin mayor perturbación, esta humilde comunidad de franciscanos «se pasaba todos los días rezando, leyendo libros muy gordos, durmiendo poco, trabajando mucho» por los humildes claustros, y conviviendo de cerca con una imagen dicharachera y vivaz de san Francisco a la que tienen mucha devoción. Pero lo pone todo patas arriba la irrupción del nuevo, que se verá pronto acompañado en los líos por un insólito amigo, el burro Calcetín ¡y hasta les llenará a los hermanos las habitaciones de grillos!

Lo leas por donde lo leas, fray Perico se conserva igual de jovial. Apostilla el autor: «¡Tal vez incluso esté más joven que antes!». Cuanto más propagado, más actual, es el argumento con que lo razona. Y solo podemos darle la razón.

—Pero los niños leían más antes, ¿verdad?

—Creo que sí, al menos yo. Recuerdo con el diario ABC los domingos salían unas separatas de autores consagrados, y mi padre compraba el periódico, las grapaba y les colocaba unas cubiertas de cartón para coleccionarlas. Y nos venían a toda la familia muy bien.

El pequeño Juanito, que ya había leído El Quijote a los 10 años, tenía once hermanos. «Eran otros tiempos», dice. Vivía en una casa-escuela de San Bernardo (en la ciudad de Madrid) con 15 habitaciones: «Estaba mi casa, abría una puerta ¡y ya accedía directamente a la escuela!, algo que a mi madre le resultaba muy práctico ¡porque ella era la maestra!».

Su abuelo también se dedicó a la docencia, y él mismo, tras estudiar Filología Francesa, ejerció de profesor de Lengua y Literatura en un centro de enseñanza madrileño a la par que se dedicaba a la literatura para niños. «Todos hemos sido de esa tendencia magisterial». Y eso es algo que trasluce toda su obra.

La faceta formativa en valores del libro de Muñoz Martín es acusada pero no riñe en absoluto con la diversión. «La historia está narrada un poco en plan de broma».

—Pero cuéntenos, le preguntamos, ¿cómo nace el bueno de fray Perico?

—Fue muy curioso. Puse un nacimiento en el colegio que fundé con mis hermanos y lo presenté a un concurso del que resulté premiado por un inspector con el libro Las florecillas de san Francisco, que me hizo mucha gracia y resultó mi inspiración para fray Perico.

Nos corrobora que el devenir de los años le viene haciendo notar también a él una cierta de moda de poca exigencia literaria con la que los personajes de ficción tienden a ser más feos por dentro y por fuera, incluso más malos y con inercia a la fechoría: «Sí, porque somos más dramáticos ahora». Hace años, la narrativa era «más educativa, tanto moral como literariamente», sentencia.

Antes de ganar el Premio Barco de Vapor en 1979, hizo suyo el Premio Doncel en 1966, y después llegarían el Gran Angular de novela juvenil en 1984 y el I Premio Complutense Cervantes Chico de Literatura Infantil y Juvenil en 1992.

Actualmente, Fray Perico y su borrico es el título más vendido de la colección El Barco de Vapor (Editorial SM) en España, y ha superado ampliamente el millón de libros vendidos en el mercado de habla hispana.

Se nos ocurre como despedida aventurar que su otro famoso personaje, el pirata Garrapata, a pesar de pertenecer a otro siglo, habría sido un buen amigo de fray Perico: «¡Claro, sin problema! Un día fray Perico se sube al barco del pirata Garrapata y les catequiza para que sean buenos».