Lecciones de buen periodismo - Alfa y Omega

Lecciones de buen periodismo

Eva Fernández
Foto: EFE/EPA/Vatican Media

¿Quién habla hoy de los rohinyá y de los yazidíes? La pregunta resonaba en la Sala Clementina del palacio apostólico bajo los impresionantes frescos que recuerdan la vida de san Clemente, el tercer sucesor de san Pedro. Era la primera vez que el Papa Francisco recibía a los corresponsales de medios de todo el mundo que trabajan en Italia. Y no iba a desaprovechar la oportunidad. Ante él se encontraban los artífices de titulares capaces de atraer a la opinión pública hacia quienes nunca están bajo los focos o de desenfocar una información cuando se «convierten en altavoces de quien grita más fuerte». El pasado sábado fue él quien puso el titular al pedir a los periodistas que se acordaran de «esas guerras olvidadas, que aún existen». Una vez más tenía razón: ¿Quién habla hoy de los rohinyá, de las niñas secuestradas por Boko Haram, de la hambruna en Yemen, de los campos de desplazados en el Líbano o de los cristianos perseguidos en tantos países del mundo?

«Necesitamos periodistas que estén de parte de las víctimas, de parte de quien es perseguido, excluido, descartado, discriminado». Uno a uno, Francisco fue desgranando los puntos primordiales de su manual de buen periodismo: «Aprecio vuestro trabajo. La Iglesia os aprecia incluso cuando metéis el dedo en las llagas de la comunidad eclesial. El vuestro es un trabajo precioso porque contribuís a la búsqueda de la verdad, y solo la verdad nos hace libres». Casi sin darse cuenta el Papa desempolvaba la esencia de la vocación periodística, que no obedece al afán de parecer, sino de ser. Por eso insistió tanto en que el periodismo se debe hacer con humildad, rectificando cuando uno se equivoca y resistiendo la tentación de publicar una noticia no suficientemente verificada. Francisco estaba poniendo ante los corresponsales el condimento que los buenos periodistas añaden al oficio y que nunca se debe perder de vista: pelear por la verdad pagando el precio del riesgo, en batallas que pueden perderse, pero que también pueden convertirse en «un espejo que sabe reflejar la esperanza» y que deje una huella buena en la historia.

Una vez finalizado el discurso quedaba el momento de los gestos. Como muchos de los asistentes no eran creyentes o cristianos, Francisco impartió una bendición en silencio y, aunque ya había recibido a muchas personas esa mañana, quiso detenerse a saludar a todos los periodistas, muchos de ellos acompañados por familiares e hijos que rodeaban con sus brazos al Papa y le daban las gracias por «el bien que hace en el mundo». Francisco sonreía sin mostrar ningún signo de cansancio.

Al salir de la Sala Clementina los corresponsales extranjeros llevaban un libro bajo el brazo en el que Francisco había escrito una dedicatoria a modo de dardo: «Recordad que vuestra profesión además de informativa es formativa, es un servicio público al bien común, a la verdad, a la bondad y a la belleza». Palabras de Francisco, lección de periodismo que conviene releer de vez en cuando.