En 85 países del mundo hay, al menos, un madrileño misionero - Alfa y Omega

En 85 países del mundo hay, al menos, un madrileño misionero

En 85 países del mundo hay, al menos, un madrileño misionero. Y la misión sigue: este domingo la catedral de la Almudena acoge el envío de varios madrileños a distintos países del mundo para anunciar a Jesucristo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
La hermana Almudena Ríos, de las Esclavas de Cristo Rey. Foto: Almudena de Jesús Crucificado

La hermana Almudena Ríos, de las Esclavas de Cristo Rey, es madrileña. «Con mi nombre, ¡no lo puedo ocultar!», dice divertida. En apenas unas semanas, partirá junto a dos hermanas colombianas a Tanzania, al norte del país, para abrir una casa de ejercicios espirituales. «El obispo de Bunda nos pidió la creación de un centro de vida espiritual que cubra las necesidades de la diócesis. Es otro tipo de misión, no es una labor social, ni un comedor ni nada relacionado con la educación. Es algo más escondido, pero que sin duda lleva a la transformación del corazón, y de ahí podrán salir personas que incidan en la sociedad», afirma Almudena.

La misión que tienen encomendada tiene que ver con el carisma de su congregación y con la propia trayectoria de Almudena. «Soy de una familia cristiana y me han educado desde pequeña en la fe –afirma–. Pero con 14 años me pregunté si lo que me decían de Dios era verdad, y qué incidencia tenía en mi vida. Fui a la JMJ de Colonia y conocí a varios cristianos de países donde el cristianismo es perseguido, como China y Corea. Y pensaba: “Son de mi edad, son cristianos y ponen su vida en peligro por su fe”. Y entonces me pregunté qué experiencia de Dios tenían esos jóvenes, porque uno no da su vida por nada».

Tiempo después, un amigo le propuso hacer ejercicios espirituales con las Esclavas de Cristo Rey, que tienen ese carisma, «y eso me cambió la vida. Entendí que la oración no es un monólogo y descubrí el lenguaje de Dios. Y deseé vivir como Cristo, que vivió buscando en todo la voluntad de Dios».

Una peregrinación a Javier completó su discernimiento vocacional: «Al rezar delante del Cristo de la Sonrisa quise ser misionera, y vi que solo podía hacerlo siendo consagrada. Estaba en Segundo de Bachillerato, y me planteé un discernimiento a largo plazo. Volví a las Esclavas para recuperar la experiencia de aquellos ejercicios, ¡y aquí estoy!».

Varios años después de aquello solo busca «que otros tengan la misma experiencia que he tenido yo, de diálogo con Dios a través de la oración, del acompañamiento y de los ejercicios espirituales», reconoce. Pues, para ella, ser misionero «es dar a conocer a Cristo, y enseñar a relacionarte con Él. No es tanto hablar de Él, sino enseñar a hablar con Él. Exactamente lo mismo que a mí me cambió la vida».

«La Iglesia es más grande»

Junto a Almudena, van a ser enviados a la misión por el cardenal Osoro más madrileños: un sacerdote diocesano irá a Argentina; del Camino Neocatecumenal, una chica irá a Ucrania, un sacerdote a Guatemala, y un matrimonio con tres hijos a Portugal; de Verbum Dei, irán dos misioneros a Vietnam y Australia, y tres misioneras a Taiwán, México y Venezuela. Todos ellos se suman a los 597 madrileños repartidos por los cinco continentes en la misión ad gentes.

Como afirma en una carta a los madrileños el cardenal Osoro, que presidirá el envío en la catedral el domingo a las 12:00 horas, «hoy la Iglesia necesita de sacerdotes, religiosas y religiosos y jóvenes laicos que quieran vivir la tarea misionera como su vocación. Evidentemente, todos debemos ser misioneros en el ambiente y en los lugares donde vivimos, trabajamos y descansamos. Pero no podemos olvidar que ser misionero es algo más, es haber sentido en el corazón la voz del Señor que dice: sal de tu tierra, que a donde yo te diga, irás».

Asimismo, invita a todos los cristianos que viven en Madrid a «agradecer a Dios el don de la vida de estos hombres, su entrega y servicio». Y pide apoyarlos «con nuestra oración y ofrenda, sabiendo que ellos necesitan de nosotros y nosotros también necesitamos de ellos para recordarnos que la Iglesia es más grande de lo que nosotros contemplamos».