El chasquido de la naturaleza - Alfa y Omega

El chasquido de la naturaleza

Maica Rivera

La historia nos la cuenta la propia criatura, mítica y colosal (adjetivos tanto para la historia como para la criatura). La escuchamos maravillados, pegando la oreja a una «concha de loco» que recoge un niño, especial como todos lo son desde su amor innato a los animales, una mañana del verano austral de 2014 en una playa chilena al sur del mundo. De su realismo mágico emerge la voz de la ballena blanca Mocha Dick, en el idioma del mar, cargada de emotivos recuerdos y profunda sabiduría, para narrarnos la tragedia que truncó su destino trascendental ligado al de los hombres.

Todo comienza con la sobrecogedora aparición de un cachalote de 15 metros, varado en la costa de guijarros muy cerca del Puerto Montt, en Chile. Ahora el legendario animal reviste un extraño color ceniza, pero es de conocimiento popular que resplandeció su color luna en el pasado, en un tiempo de mayor armonía del hombre con el entorno, cuando la legendaria ballena blanca apenas empezaba a desempeñar con brío la gran misión ancestral de custodiar las aguas que separan la costa de una isla sagrada para las personas nativas, las «gentes del mar». Sabremos que la ballena, acostumbrada a la silenciosa soledad acuática y conocedora de los fondos abisales, ha dedicado su vida a cumplir fielmente esa noble tarea protectora que le confió otro cachalote anciano, un encargo misterioso y crucial por representar el respeto mutuo entre el ser humano y la naturaleza desde un hondo sentir y una preciosa y remota solemnidad. Sin embargo, el hombre, con su miedo y su codicia, romperá tan hermosa relación con la fauna: entrará en escena la figura del ballenero con su violencia mezquina y ciega. Y con él, la cruel aberración se hará extensiva: «Mientras navegan, van matando ballenas, delfines, lobos de mar, focas, morsas, pingüinos, gaviotas», resume un albatros, de manera que «todo lo que vive en el mar termina en sus calderos convertido en grasa o aceite».

Acabamos siendo espectadores de la degradación de la fraternidad entre las criaturas de la Tierra por culpa del asedio de la especie humana («tan pequeños y qué enemigos tan implacables»), y hacemos nuestra la tristeza del narrador, excepcional y visionario, entendiendo las razones últimas de la cita que abre el libro, extraída de El ojo de la ballena de Homero Aridjis: «Y las ballenas salieron / a atisbar a Dios entre / las estrías danzantes de las aguas. / Y Dios fue visto por el ojo de una ballena». Esta es la desoladora historia de cómo el chasquido con el que se nos explica que la ballena se comunica con sus iguales para protegerlos y manifestar la alegría de cualquier encuentro deviene en consigna de destrucción, escalofriante sonido de su furia vengadora cayendo fulminante sobre las embarcaciones asesinas.

Luis Sepúlveda se corrobora como nuestro rey de las fábulas. Las cuenta breves y directas, en textos sugerentes, plagados de metáforas limpias y comprometidas con la realidad vigente. El sustrato histórico de esta novelita fue igualmente inspirador de la famosa Moby Dick de Herman Melville, quien queda así honrado en el 300 aniversario de su nacimiento.

Historia de una ballena blanca
Autor:

Luis Sepúlveda

Editorial:

Tusquets