Santa María la Antigua - Alfa y Omega

Santa María la Antigua

Concha D’Olhaberriague
Foto: De San Bernardo

En el siglo XIII, fecha de construcción de la ermita de estilo románico mudéjar de Santa María Magdalena –renombrada luego como Nuestra Señora de Santa María la Antigua–, Carabanchel era un municipio independiente, y así fue hasta bien entrado el siglo XX, pues la anexión a Madrid data del 1948. Hoy en día este monumento tan poco conocido es el templo mudéjar más antiguo de la Comunidad de Madrid. Parroquia del pueblo antaño, Santa María, ubicada junto a una antigua vía pecuaria, pasó a ser ermita en el XV, y ahora es la capilla del cementerio anejo. Frente a ella queda el solar que dejó la demolición de la cárcel.

Levantada en los terrenos de una antigua villa romana de los siglos II y III, tiene planta rectangular con un ábside semicircular orientado a levante, una airosa portada con tres arcos concéntricos –uno de ellos lobulado– enmarcados por un alfiz y una esbelta torre cuadrada con campanario, en ladrillo visto como toda la iglesia, con refuerzos de mampostería.

En el interior se conserva aún parte del techado original de madera, y en las paredes hay restos de pinturas al temple que combinan imágenes heráldicas, geométricas, castillos, leones y figuras humanas así como un friso de vasos con roleos.

Pese al deterioro causado por el tiempo y las humedades producidas por los arroyos que nutrían el pozo, las cualidades artísticas y el encanto de Santa María la Antigua son patentes. A ello hay que añadir que el enclave y el pozo, situado bajo la escalera que conduce al coro, están vinculados a san Isidro, quien, al parecer, acostumbraba a detenerse a orar allí, donde posiblemente había un cobertizo con aperos, haciendo un alto en el camino hacia las tierras de labranza de su amo.

La biografía más antigua del santo sitúa en este lugar el milagro del lobo. Estando Isidro recogido en oración, le advirtieron unos muchachos de que un lobo merodeaba cerca de su jumento. Sin turbarse, el Labrador les contestó que se fueran en paz y expresó su deseo de que se hiciera la voluntad de Dios, y he aquí que al salir, para sorpresa de los chicos, hallaron al lobo muerto y al burro incólume.

Por fortuna –informa la prensa– las obras de mantenimiento y restauración de esta preciosa iglesia madrileña comenzarán en breve.