El Corpus de María - Alfa y Omega

El Corpus de María

Los poco más de 2,2 kilómetros del sinuoso y entoldado trazado estarán colmados de hermandades, de religiosos, de fervor, de aromas, de pétalos de rosas, de autoridades… Es el jueves más reverente del año en Toledo

ABC
Foto: Luna Revenga

María se va a colocar este jueves que reluce más que el sol en primera línea para seguir la procesión del Corpus Christi en Toledo, un solemne y concurrido acto que se celebra desde 1418 sobre una alfombra aromatizada de romero y cantueso (también llamado tomillo borriquero). La intención de esta mujer joven, primeriza entre el público en este majestuoso y ceremonioso cortejo, es saber a qué hermandad, cofradía, capítulo, orden o colectivo religioso pertenecen las personas que desfilen delante de ella en esta fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional desde 2014. No quiere perderse un detalle.

Ha oído que mucha gente aguanta estoicamente de pie el paso de la espléndida y majestuosa custodia, realizada por el platero de origen alemán Enrique de Arfe entre 1515 y 1523, que está considerada el máximo exponente de la orfebrería española.

Pero el físico de María le pide que no haga ese esfuerzo. Para no cansarse aguardando la llegada del laborioso conjunto artesano, que alberga el Santísimo Sacramento durante el desfile, la mujer ha seguido el consejo de Ángel, un amigo: ha alquilado una silla de madera en la plaza de Zocodover por la que ha pagado diez euros. Pero no está segura de si tendrá la suerte de resguardarse del sol con la sombra que da la media docena de árboles plantados en la plaza. Precisamente desde este lugar el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, pronunciará sobre el mediodía una amplia alocución e invocará una bendición antes de continuar el recorrido acompañando al Señor.

El amigo de María también le ha contado que las calles del recorrido sinuoso están primorosas para la ocasión y que muchos toledanos estrenan ropa con motivo de esta fiesta. Por aquello del refrán, «Donde fueres, haz lo que vieres», María no va a ser menos y lucirá para la ocasión, por primera vez, un vestido veraniego de flores, gafas de sol y un abanico en mano por si el calor aprieta mucho.

Como es previsora por naturaleza, llevará en el bolso un programa que ha repartido la catedral primada con las actividades religiosas con motivo de la fiesta, además de explicar el orden y el protocolo en la procesión, la parte que más le interesa. María también se ha descargado en su teléfono móvil la aplicación (app) de la Junta pro-Corpus de Toledo para conocer algunos datos de los colectivos que participan en el amplio cortejo. Y, por si no fuera poco, comprará este suplemento de ABC.

De todos modos, su amigo le ha dicho que hay megafonía en el itinerario, cubierto con toldos en la mayor parte de su recorrido –poco más de 2,2 kilómetros– para que la custodia vaya bajo palio. Por los altavoces informarán del momento en que el desfile salga de la catedral (11:00), de la hora en que la joya de Enrique de Arfe abandone el templo (11:30), con salvas y los acordes del himno de España; y también cuando la custodia esté a punto de entrar en Zocodover (12:10).

Foto: Luna Revenga

Un desfile histórico

Con todo, María va a estar de suerte este jueves porque ha leído en ABC que la Guardia Civil participará, por primera vez, en el desfile que un nutrido grupo de militares realiza cada año después de la procesión ante la Delegación del Gobierno de Castilla-La Mancha. Podrá ver, también por primera vez en la procesión, a efectivos de la Guardia Civil repartidos por el recorrido para escoltar a la custodia junto con la milicia.

Sin embargo, no podrá escuchar en directo los dos nuevos carillones que sonarán al paso de la custodia. Uno, construido por Fernando Aranda Alonso, estará situado en la calle del cardenal Cisneros. El otro carillón, fabricado por Pedro Gómez Plata Brasal por encargo de la Cofradía del Gremio de Hortelanos, sonará desde un balcón de la calle del Comercio situado frente a la calle de Toledo Ohio.

En cambio, María sí habrá tenido la oportunidad, antes de encaminarse hacia Zocodover, de darse una vuelta por espacios emblemáticos de la carrera procesional que la Asociación de Alfombristas Do Corpus de Ponteareas (Pontevedra) ha decorado con alfombras florales y cruceros vegetales para realzar el cortejo.

Un desfile que, según ha leído María en el programa de la catedral, abre un piquete de la Guardia Civil, un cuerpo que cumple 175 años. Se trata de un pequeño grupo de agentes que visten trajes de gala y montan sobre unos espectaculares caballos.

A pocos pasos, caminan timbaleros del Ayuntamiento ataviados con ropas del siglo XVIII que van también a caballo. Ellos representan al personal (sofiles municipales, según ha visto María en la app de la Junta pro-Corpus) que en siglos pasados salía de las casas consistoriales recorriendo las principales calles con un objetivo: pregonar los acontecimientos relevantes.

El piquete y los timbaleros son los primeros en girar a la izquierda nada más salir de la catedral por la puerta Llana, encaminarse por la calle del cardenal Cisneros, rodear la catedral y subir por la empinada calle de Sixto Ramón Parro, pasando por la plaza Mayor, donde cientos de personas estarán expectantes, muchas de ellas en los escalones del teatro de Rojas.

Detrás de los timbaleros, una banda de gala también de la Guardia Civil. Sus efectivos, tocados con tricornio, visten una guerrera roja y negra, terminada en capote, y un pantalón blanco con «leggins» negros y botonadura dorada.

Después, el pertiguero, adornado con una peluca y una ancha capa de seda blanca, que inaugura oficialmente el desfile litúrgico. María sabe, por lo que ha leído en la app de la Junta pro-Corpus, que ese personaje golpea su vara de plata, de 130 centímetros de longitud, para anunciar la llegada de la procesión.

La comitiva que se ve a continuación está encabezada por la cruz procesional de la catedral, fechada hacia 1475, de plata forada y de estilo gótico, que mide 160 por 80 centímetros. Fue un regalo del rey Alfonso V de Portugalal arzobispo Alonso Carrillo de Acuña, «probablemente en agradecimiento al apoyo prestado durante la guerra por la sucesión al trono (1475-1476)», según ha leído María.

Ella tiene la curiosidad de comprobar cómo la cruz va colocada sobre una manga bordada en oro y sedas polícromas, de estilo renacentista, que fue bordada en el taller toledano de Montemayor, uno de los más importantes de Toledo. Y María se fijará especialmente en las cuatro escenas que adornan la manga: la Asunción de la Virgen, la Adoración de los Reyes, el Martirio de San Eugenio y la Aparición de Santa Leocadia.

Luego llega el único gremio toledano que perdura desde la Edad Media, la Cofradía de Hortelanos, que visten traje negro y capa de estameña parda.

Sigue un numeroso grupo de niños que este año han recibido la primera comunión. Ellos, con traje de marinerito, aunque puede haber algún chaval que vista un uniforme de gala de teniente de la Guardia Civil azul marino y rojo; y ellas, con los vestidos blancos con los que tomaron el cuerpo de Cristo por primera vez. Todos deben superar una de las partes más empinadas del recorrido camino de Zocodover desde Sixto Ramón Parro. Para alcanzar la emblemática plaza, han de subir antes la cuesta de la calle de Tornerías hasta girar a la izquierda para seguir por la estrecha calle de Martín Gamero, bellamente decorada para estos días y una de las más típicas del casco histórico.

Foto: Luna Revenga

El lugar de Pérez Galdós

La procesión desemboca luego en las Cuatro Calles, el lugar favorito del escritor Benito Pérez Galdós para contemplar el desfile, como contaba su amigo Gregorio Marañón. Quizá lo que María no sepa es que Pérez Galdós se apostaba en el pretil de la calle Chapinería para ver llegar el cortejo por Martín Gamero y cómo se alejaba por la Calle Ancha (o del Comercio) en dirección a Zocodover.

Tras los primicomulgantes, un grupo reducido de los estandartes de las cofradías y hermandades que no desfilan en el orden procesional da paso a la banda juvenil de música del Ayuntamiento y a la Adoración Eucarística Perpetua. Su sede está en la capilla de la Inmaculada Concepción de Toledo, donde su cerca de medio millar de voluntarios, en turnos de día y de noche, dedica un tiempo semanal a la oración ante el Santísimo.

María deberá estar entonces muy atenta por la gran cantidad de hermandades o cofradías que desfilarán ante ella después de la Adoración Eucarística Perpetua. No sea que vea a alguien conocido.

El rosario de agrupaciones –cada miembro con la medalla de su cofradía al cuello– está encabezado por la Hermandad de Jesús Nazareno y Madre de la Soledad, unas imágenes que son portadas sobre andas por cofrades de ambos sexos, cuya sede canónica está en la iglesia de Santiago el Mayor, en el singular barrio del Arrabal.

La sigue la Hermandad Virgen de la Paz, de la iglesia de San Andrés. Las crónicas cuentan que en 1496 los feligreses recorrieron con la imagen de la Virgen, tal como era, los 300 metros que separan la catedral, donde se la veneraba, y la parroquia de San Andrés.

A continuación, una de las cofradías más antiguas de las que desfilan en la Semana Santa de Toledo, la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, que ya participaba en la procesión del Jueves Santo en los últimos años de la primera mitad del siglo XVI.

María observará entonces que el siguiente colectivo, la Cofradía de Nuestra Señora del Amparo, es muy nutrido, ya que en su imagen prende la Medalla de Oro de la ciudad, concedida a la Fábrica de Armas y cedida a la Virgen.

También tiene su historia la Hermandad de Nuestra Señora de Guadalupe, que luce una inscripción latina grabada en la lustrina (tela vistosa) de la imperial corona: «Santa María de Guadalupe, Patrona de Extremadura, fue coronada canónicamente el 12 de octubre de 1928 por su Majestad Alfonso XIII y el Cardenal Segura, arzobispo de Toledo, primado de España, legado especial de S. S. Pío XI, como Reina de las Españas».

La siguiente cofradía en procesionar representa –quizá María no lo sepa– al barrio más poblado de la ciudad: la Hermandad de Santa María de Benquerencia, cuya parroquia se fundó en 1985.

Aunque mucho más cerca de la catedral primada está la Hermandad de la Sacramental de Santo Tomé, que tiene su sede canónica en la iglesia más visitada de la ciudad. Su «magnífico estandarte», según la Junta pro-Corpus, va acompañado por los hermanos, que visten de oscuro.

La cofradía que María verá luego será la Hermandad de Nuestra Señora del Monte Sión, si bien no sepa que tiene como sede canónica también la parroquia de Santo Tomé. Sus hermanos visten traje negro y las hermanas, mantilla española y peineta.

A la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, la próxima en la procesión, pertenece la Escuadra de Armados, compuesta por 27 armaduras. Si María mira en la app, sabrá que estas protecciones fueron construidas en Tolosa en 1686 según el modelo de la armería del conde de Fuensalida.

Justo detrás andan los miembros de la Hermandad de Nuestra Señora de la Virgen de la Salud, adscrita a la parroquia de Santa Leocadia desde 1984 y cuya iglesia está situada en el lugar en el que, según la tradición, estuvo la casa natal de la santa.

Foto: Luna Revenga

Protección sobre el Ejército

Esa hermandad va delante de las Damas de la Inmaculada, una asociación sin ánimo de lucro que fomenta el culto a la Santísima Inmaculada Concepción, invocando su protección sobre el Ejército español, tan ligado a la historia de la ciudad con la Academia de Infantería. Sus cofrades visten traje negro, mantilla y peineta, como las mujeres de la Hermandad de Nuestra Señora de Monte Sión, como María advertirá seguramente.

La Hermandad del Santo Ángel, que cuenta con una de las romerías más populares de la ciudad, es la próxima. Y luego la de Nuestra Señora de la Alegría, cuyos miembros no llevan hábito ni música. Algo distinto sucede en la Hermandad de Nuestra Señora de la Estrella –incorporada a la procesión en 1829–, pues sus damas visten igualmente mantilla negra y los caballeros, traje azul.

María comprobará que el paso es lento, muy lento, también en el caso de la Hermandad de Nuestra Señora del Valle, la institución más joven en el desfile, aunque cuenta con una larga historia, y con la advocación mariana que más devoción tiene en Toledo (la romería del 1 de mayo significa el gran éxodo al otro lado del río Tajo).

De la Hermandad de Nuestra Señora de la Candelaria, que en 1996 desfiló por primera vez con traje de calle, destaca que la casi totalidad de sus componentes son vecinos de Azucaica, un barrio en el extrarradio de la ciudad donde se encuentra ubicada su sede canónica. Y, al igual que las dos hermandades que la preceden, la Hermandad de Santa Bárbara se incorporó a la procesión en 1996.

Cuando la custodia enfile la calle del Comercio (unos minutos antes del mediodía), María habrá visto pasar, por Zocodover, a varios de los participantes en el cortejo, que se encaminará siguiendo la sombra de los toldos: las angostas calles de la Sillería y de Alfileritos hasta la amplia plaza de San Vicente, donde María también podría haber alquilado una silla de madera. O haber esperado de pie en la plaza del padre Juan de Mariana, junto a la Delegación de Hacienda, contemplando las engalanadas escaleras de la iglesia de los jesuitas, que se convierten en un suntuoso decorado de flores.

Estos adornos resaltan con el negro de los trajes y vestidos de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío, cuyas mujeres llevan también mantilla española y peineta, además de largos varales de plata. Detrás va la Hermandad del Santísimo Cristo del Calvario, denominada del Cristo de la Fe en sus orígenes, a principios del siglo XX; y la Cofradía del Santísimo Cristo de la Vega, fundada en 1929 y que fue constituida en sus albores por empleados de artes gráficas y periodistas.

A continuación, la Cofradía de la Virgen de la Esperanza, de la parroquia de san Cipriano, y la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes, fácilmente identificable por su uniforme de enfermera. ¿Por qué? Pues María sabe que, en 1965, una religiosa que trabajaba en el hospital Virgen de la Salud fundó la hermandad con trabajadores del centro. Es una comunidad de creyentes que fomenta «la fidelidad al evangelio, al alegría, la paz, la esperanza, la ayuda mutua y la atención adecuada al enfermo y minusválido».

La Hermandad Esclavitud de Nuestra Señora del Sagrario, patrona de la ciudad, desfila detrás, a pocos pasos de las cruces parroquiales y de los representantes de las parroquias de la capital, que no lucen en el recorrido las mejores obras que poseen.

La Adoración Nocturna, la siguiente en la procesión, fue fundada por un francés en 1848, aunque a Toledo no llegó hasta 1899 para la rama masculina y, 65 años después, se creó la sección femenina, un hecho que a María le hará recapacitar.

Foto: Luna Revenga

«La Reina de España más preclara»

Franciscanos, dominicos y carmelitas, que son órdenes afincadas en la capital regional, desfilan después, por delante de la Orden de Vírgenes Consagradas, de la banda de música del Ayuntamiento y de las Religiosas de Vida Apostólica, que comenzaron a participar en la década de los años setenta del pasado siglo. Pero su número nunca fue muy elevado, a pesar de contar con 24 casas abiertas en la ciudad.

María quizá imagine que procesionarán más personas en el Capítulo de Nobles Caballeros y Damas de Isabel la Católica, fundado en 1969, aunque desfila desde 2008, para mantener viva la memoria de la que fue «la más preclara Reina de España, por su piedad e importancia histórica en la unificación político religiosa de los reinos de la Península Ibérica y su brillante concepción del estado moderno».

Esperando la llegada de la custodia, María seguro que curiosea otra vez en la aplicación móvil para conocer el itinerario de la parte final de la carrera procesional. Así, tras pasar por la plaza del padre Juan de Mariana, el desfile baja por la calle de Alfonso XII hasta la plaza del Marrón, donde la Asociación de Alfombristas Do Corpus de Ponteareas (Pontevedra) ha elaborado otras de sus efímeras creaciones. Luego el cortejo sigue por la estrecha calle Rojas hasta desembocar en la coqueta plaza de El Salvador, donde la joya de Enrique de Arfe gira a la izquierda. Un fuerte repecho por la calle de la Trinidad, más propio de una carrera ciclista, permite luego un largo descenso, que conduce a la comitiva por Arco de Palacio y la plaza del Ayuntamiento antes de que la custodia entre de nuevo en la catedral por la puerta Llana sobre las dos de la tarde, tres horas después de su salida.

Es probable que María, que ya se habrá hecho una idea del recorrido completo escudriñando el mapa de la app, vuelva entonces a fijarse en el orden de la procesión impreso en el programa de la catedral. De hacerlo, lo retomará en el capítulo que honra a Isabel la Católica. Porque, después de esta institución, procesiona la Cofradía de Caballeros Cubicularios de san Ildefonso y san Atilano, que desfila desde 2008 y que custodia la reliquias de los dos santos. A María, que ejerce una profesión liberal, le resultará más familiar la siguiente hermandad, formada por doctores y licenciados de todo el mundo desde su fundación, en 1985. Es la Cofradía Internacional de Investigadores del Santísimo Cristo de la Oliva. Cada uno de sus miembros lleva en sus manos un birrete negro con la borla de seda del color representativo de la facultad a la que pertenecen.

Luego llegan la Pontificia Orden Ecuestre del Santo Sepulcro y una pequeña representación de la Soberana Orden Militar de Malta, una comunidad religiosa laica, tradicionalmente militar, caballeresca y nobiliaria, que cuenta con unos 13.000 miembros.

María, que conoce al capellán mozárabe de la catedral porque dio clase a un sobrino suyo, tampoco quiere perder ripio del Capítulo de Caballeros y Damas Mozárabes. Son descendientes cristianos que vivieron en territorio dominado por los musulmanes, fieles a su fe cristiana y agrupados en sus parroquias, pero no se constituyeron como hermandad hasta cuatro siglos después, en 1966.

Tan conocido como esta congregación en la ciudad es el Capítulo de los Caballeros del Santo Sepulcro, fundado en 1928 para «fomentar la devoción a los augustos misterios de la Pasión». Resalta su vestimenta: un manto blanco marfileño con la gran cruz potenzada de Jerusalén, conocida también como la cruz del cardenal Mendoza, que está bordada en seda roja sobre el brazo izquierdo, además de portar birrete de raso blanco con bordón de seda rojo en el centro.

Rojo es también el birrete de los caballeros que van detrás con la mirada circunspecta –María apreciará que ese es el semblante en la mayoría de los participantes en esta concurrida carrera procesional–. En este caso se trata del Capítulo de Infanzones de Illescas, cuyos orígenes se remontan al siglo XI. Sus miembros visten capa roja, con una cruz florenzada blanca en el brazo izquierdo y el citado birrete rojo.

A María también le llamará la atención la siguiente comunidad, el Capítulo Hispanoamericano de Caballeros del Corpus Christi, porque ella tiene familia en Colombia. Esa ilustre agrupación nació en 1958 con la idea de reunir a todos los países hispanoamericanos para «luchar contra la injusticia, el hambre, la inmoralidad y promover la paz», constituyendo el «Corpus Christi» el eje de su vida capitular. Tiene abolengo porque está formada por embajadores y cónsules acreditados en España y alto personal del Instituto de Cultura Hispánica.

Más cercanos a los toledanos son los acólitos y seises del Colegio de Nuestra Señora de los Infantes, un centro con solera en la ciudad. Como tiene amigos con hijos en este colegio, María se habrá preocupado por conocer sus orígenes. Porque el colegio Infantes, como se le conoce, ha tenido siempre la misión de contribuir con acólitos (sotana roja y sobrepelliz blanco) y escolanos (túnica blanca) para las ceremonias litúrgicas de catedral.

Para saber la historia de este centro, María retrocederá cinco siglos, concretamente a 1552. El 22 de julio de ese año, el cardenal Juan Martínez Silíceo funda el centro oficialmente para dar una formación integral a unos niños llamados clerizones, que cantaban y ayudaban en los actos litúrgicos de la catedral. De entre los cuarenta clerizones que componían el acolitado del templo primado en el siglo XVI, seis eran escogidos por sus voces para cantar en los actos de culto. Y se les llamó los seises.

Otros centros religiosos incardinados en la historia de la ciudad son los seminarios Menor y Mayor, que también están representados en la procesión. Los seminaristas del primero van revestidos de alba (túnica blanca) y los del Mayor, con alba o sotana negra y roquete blanco.

A pocos metros, el clero regular, con el hábito propio de cada orden que desfila (franciscanos, cistercienses, carmelitas, jesuitas y hermanos maristas), y el clero secular (sacerdotes de los arciprestazgos de la diócesis, revestidos con las ricas capas pluviales de los Molero, del siglo XVIII).

Entre las filas de este último grupo, María verá la Cofradía de la Santa Caridad, la más antigua de Toledo y, probablemente, de España, por lo que tiene el privilegio de ir entre los sacerdotes y, así, más cerca del Santísimo. Entre sus miembros destaca el denominado decano de Finados, que porta una pala, símbolo de enterramiento, ya que este era uno de los fines de la cofradía: asistir a los autos de fe, honras fúnebres de los reyes y arzobispos, además de auxiliar material y espiritualmente a los reos de muerte y darles cristiana sepultura.

La cruz que procesiona inmediatamente después fue un regalo del cardenal Mendoza (1482-1495) a la catedral. En realidad, solo se conserva el astil; el nudo y la cruz, de plata dorada, son posteriores. Porque la cruz original de Mendoza acompañó a los Reyes Católicos en la toma de Granada en 1492 y, según la tradición, fue la primera que se alzó en la Alhambra.

Luego, un acólito lleva el báculo del arzobispo, mientras que otros portan el resto de los atributos episcopales: el solideo y la mitra. Los sacerdotes del cabildo primado visten capas de Molero y de los talleres de García Mustieles, seguidos de pajecillos con pelucas blancas y vestimentas barrocas de diversos colores, que arrojan pétalos de rosas delante de la admirada carroza que porta el Sacramento [María habrá leído que esos simpáticos pajecillos son los sustitutos de los antiguos seises, los del colegio Infantes, que iban avanzando delante de la custodia].

Foto: Luna Revenga

Llega la custodia

Ya delante del Corpus Christi van los acólitos con incensarios de plata, mientras que otro acólito porta una naveta, también de plata y en forma de góndola, con el incienso que se va quemando durante la procesión, impregnándola así de un humo y un olor característicos que a María no le desagradarán.

Lo que sí le emocionará será lo que tanto espera: el paso del Santísimo Sacramento, entre aplausos, que siempre conmueve al público. Tras él camina el arzobispo, acompañado por dos canónigos y revestido con la capa pluvial del cardenal Borbón; las dignidades eclesiásticas, autoridades civiles y militares; además del presidente de la Junta de Comunidades, del Ayuntamiento y de la Diputación de Toledo, junto con alguaciles y maceros.

Para tener más datos, María echará un último vistazo a la app que se ha descargado: «Tras el arzobispo, desfilan las autoridades encabezadas por el presidente de la Autonomía, siguiendo la normativa dada por el Papa Clemente V en 1311. Desde antiguo lo presidía el monarca o la persona delegada, recayendo la representación hasta 1978 en el ministro de Justicia». Luego la Universidad de Castilla-La Mancha, la última institución laica que se ha sumado al desfile, desde 1991. Y cierra el cortejo la Academia de Infantería, cuya presencia está documentada desde el siglo XVI, con una compañía de honores.

Cuando la custodia pase por Zocodover, a María solo le quedará esperar unas dos horas para ver, entre la multitud, el tradicional desfile de militares, y en esta ocasión de guardias civiles también, bajando por la cuesta de Carlos V. Entonces este jueves habrá sido redondo para ella.

Manuel Moreno / ABC