Combatir las sectas - Alfa y Omega

Combatir las sectas

No es la libertad religiosa lo que pretenden limitar los expertos en la lucha contra la sectas, sino los abusos contra la libertad de conciencia

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Foto: REUTERS/Enrique Marcarian

Unas 400.000 personas en España son víctimas de sectas, según el conservador cálculo de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), institución de referencia en el estudio de esta problemática. Su director, el sacerdote y consultor de la Conferencia Episcopal Luis Santamaría, colabora habitualmente con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en la identificación de víctimas y de potenciales casos delictivos. Se trata de una relación de tipo informal, a título estrictamente individual por las dos partes. Atendiendo a la experiencia de más de dos décadas de Santamaría, la colaboración surgió por iniciativa de agentes policiales en primera línea de batalla contra las sectas, preocupados por el desconocimiento sobre estas realidades y por la falta de recursos legales para combatirlas. Existen, en ese sentido, paralelismos con la ayuda que prestan algunas congregaciones religiosas femeninas a la Policía en la detección de víctimas de trata para la explotación sexual, asunto también de gran complejidad. Pero en este caso sí existen protocolos internacionales y leyes que abordan la problemática, mientras que con respecto a las sectas ni siquiera hay un acuerdo sobre cómo definirlas ni, a partir de qué momento, deben ser ilegalizadas.

Debido a su reciente historia política, España ha evitado en las últimas décadas una regulación restrictiva de los derechos fundamentales, en este caso la libertad religiosa y de asociación. Por parte de la Iglesia, la primera interesada en desenmascarar formas desviadas y patológicas de religiosidad, es comprensible también que haya pesado el miedo a legislaciones excesivamente rigurosas, como las que en algunos países han afectado a grupos cristianos. No obstante, si en alguna organización católica se produjeran derivas sectarias, los últimos Papas han sido muy claros en la necesidad de atajar de inmediato estas derivas, línea que ha reforzado claramente en los últimos años Francisco.

No es la libertad religiosa lo que pretenden limitar los expertos en la lucha contra la sectas, sino los abusos contra la libertad de conciencia. Pero dada la complejidad en ocasiones de delimitar fronteras, lo aconsejable sería avanzar en la línea de colaboración entre autoridades e instituciones religiosas, siempre desde el criterio último e inequívoco de la protección a las víctimas.