«Poneos en camino» - Alfa y Omega

«Poneos en camino»

XIV Domingo del tiempo ordinario

Daniel A. Escobar Portillo
Foto: Cathopic

La designación por parte del Señor de 72 discípulos, que son enviados delante de Él para preparar el ambiente, es una peculiaridad del Evangelio de San Lucas. Movido por su interés en subrayar la universalidad de la misión, Lucas nos hace ver en los nuevos discípulos a todos los pueblos a los que debe ser anunciado el Evangelio, ya que este número simboliza esta totalidad. La razón de ello es que 72 era el número de las naciones enumeradas en el libro del Génesis. Esta multiplicación de discípulos nos hace tomar conciencia de la necesidad de testigos y misioneros que exige la predicación del Evangelio desde su inicio, al mismo tiempo que nos permite tomar conciencia de que esta tarea nunca se ha detenido en la vida de la Iglesia. En la actualidad, en los 72 se puede ver a todo el pueblo de bautizados que seguimos siendo animados a llevar la Palabra y la salvación de Dios hasta los confines de la tierra. La conocida frase «la mies es abundante y los obreros pocos» atestigua que nunca sobrarán personas dedicadas al anuncio del Evangelio. Sin embargo, no es esta una tarea que pueda ser realizada por propia iniciativa. El discípulo de Cristo ni decide él mismo de manera autónoma trabajar en la viña del Señor, ni aquello que anuncia va desligado en ningún momento de la enseñanza de Jesucristo, transmitida por la Iglesia.

Las indicaciones para la misión

Lejos de realizar un envío indeterminado, Jesús da unas pautas claras y precisas sobre el modo de llevar a cabo la misión; una labor que antes de Pentecostés no irá más allá del ámbito judío. No es difícil hallar un fuerte paralelismo entre la actitud del discípulo y la propuesta de las bienaventuranzas, dado que la llamada a la humildad, la pobreza, la paz y el aceptar la persecución se presentan como las guías de este camino que ahora empieza. Aparte de ser conscientes de que han sido enviados, a los discípulos se les pide no llevar demasiado equipaje, tal y como muestra la frase «no llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias». Para ser auténtico mensajero del Señor se requiere conducirse con sobriedad, así como libre de intereses y posesiones. En definitiva, vivir sin ataduras que pueden restar impulso al anuncio del Evangelio. Este es el sentido, por ejemplo, de los votos religiosos. Quien dedica su vida a la misión que el Señor le envía es capaz de renunciar a todo lo que dificulte esa labor. El pasaje evangélico destaca que esta tarea no se desarrolla en soledad, sino apoyados los unos en los otros. Por eso Jesús no envía a los discípulos individualmente, sino de dos en dos. La compañía de los demás no se considera nunca un estorbo, sino un instrumento necesario que ayuda a valorar, calibrar esfuerzos y discernir. El Evangelio de este domingo refleja un fuerte optimismo, según se ve en el retorno con gran alegría de los 72. Con todo, el Señor les advierte de cuál es la realidad en muchas ocasiones, y los anima a buscar esa alegría no en el éxito mundanamente entendido, sino en saber que han cumplido la misión para la que han sido destinados. Otra de las características de este pasaje es la comparación que hace el Señor para mostrar el modo en el que son enviados: «como corderos en medio de lobos». Con ello se está indicando que el anuncio que van a llevar a cabo parte con una desventaja de poder humanamente entendido. No cuentan con propaganda y el Señor tampoco admite la violencia o la imposición a la fuerza del Evangelio. Sin embargo, los discípulos cuentan con la promesa de comunicar la paz. Este ha de ser el atractivo de la misión y el medio para convencer al mundo. Jesucristo es el rey de la paz. La paz es el primer saludo de Jesucristo resucitado. Y ello no es simplemente por cumplir con una formalidad en el saludo judío, sino porque la paz engloba los dones que Dios ha destinado a quienes le siguen.

Evangelio / Lucas 10, 1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros 72 y los mandó delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».