Los autos olvidados de sor Juana - Alfa y Omega

Los autos olvidados de sor Juana

El Festival de Teatro Clásico de Almagro, del 4 al 28 de julio, está dedicado a sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), autora mexicana que acaso sea la dramaturga más importante de su tiempo. La trascendencia de sus dos obras profanas no debe hacer olvidar la belleza de sus autos sacramentales

Pedro Víllora
Un momento de la representación Los empeños de una casa. Foto: Festival Internacional de Teatro clásico de Almagro

Su producción es escasa: tres autos y dos obras profanas (una en colaboración), trece loas y varios villancicos representables. Los empeños de una casa (1683), la obra americana más importante antes del siglo XX, es un texto de estirpe calderoniana donde una pareja de hermanos, doña Ana y don Pedro, se sienten atraídos por unos jóvenes, don Carlos y doña Leonor, que no solo no están interesados en ellos sino que se aman entre sí. Los hermanos iniciarán enredos y engaños para intentar satisfacer sus intereses a costa del amor que se tienen sus víctimas. La fortaleza de doña Ana para dinamizar la acción la emparenta con otras célebres enredadoras, como La dama duende, pero es también interesante doña Leonor, quien se describe a sí misma en términos que habrían servido asimismo para definir a la autora: «Inclinéme a los estudios / desde mis primeros años / con tan ardientes desvelos, / con tan ansiosos cuidados, / que reduje a tiempo breve / fatigas de mucho espacio…».

Los empeños de una casa va precedida de una loa donde la Música congrega al Mérito, la Diligencia, la Fortuna y el Acaso, a fin de decidir cuál de estas dichas es la mayor. Si bien la propia Dicha concluye que el nacimiento del hijo de los virreyes (en cuyo honor se estrenó la comedia) es la principal. En los dos entreactos vienen sendos sainetes de palacio. El primero es una disputa entre el Amor, el Obsequio, el Respeto, la Fineza y la Esperanza por conseguir el desprecio de las damas, cosa imposible: «Sépase que en las Damas, / aun los desdenes, / aunque tal vez se alcanzan, / no se merecen». En cuanto al segundo, es un juego metateatral donde los personajes la comentan («aquesta comedia / tan larga y tan sin traza») y la comparan con «una de Calderón, Moreto o Rojas») o incluso con La segunda Celestina, de Agustín de Salazar, en la que tal vez habría intervenido sor Juana Inés. La obra finaliza con un «sarao de cuatro naciones que son españoles, negros, italianos y mexicanos», que viene a ser un elogio a los virreyes.

Sor Juana Inés de la Cruz. Foto: ABC

Amor es más laberinto (1689), cuya jornada segunda la escribió fray Juan de Guevara, es otra pieza de enredo aunque de asunto mitológico, pues son las hermanas Fedra y Ariadna, hijas del rey Minos, las que generan un complicado engaño para atraer a Teseo y liberarse de los príncipes Baco y Lidoro. A pesar de que la época sea diferente a la de Los empeños de una casa, tanto la trama como la astucia de los personajes, su decisión y, sobre todo, la exquisita y variada versificación, hacen que ambos textos sean equiparables en calidad y objetivos.

Sus autos sacramentales

La trascendencia de las dos obras profanas de sor Juana Inés no debe hacer olvidar la belleza de sus tres autos sacramentales. En El divino Narciso recoge el mito para identificar a Narciso con Cristo, asediado por las tentaciones de Eco, la Soberbia y el Amor Propio, enfrentados a su vez a la Naturaleza Humana y la Gracia. La loa correspondiente muestra a la religión favoreciendo el encuentro con las tradiciones precolombinas.

El mártir del Sacramento es un auto histórico sobre san Hermenegildo, muerto por no seguir la herejía arriana de su padre Leovigildo. Es destacable la intervención de España, que va entregando el cetro de la nación a todos los reyes godos, desde Ataúlfo a Atanagildo. La loa, de tema americano, muestra a Colón superando el extremo de las columnas de Hércules, al tiempo que, metateatralmente, unos estudiantes se plantean hacer el auto siguiente.

En cuanto al último auto, El cetro de José, aborda la transformación de los hijos de Jacob en hijos de Luz, con una curiosa loa en que se plantea cómo los sacrificios de víctimas humanas de la idolatría precolombina son sustituidos, gracias a la fe, en la ofrenda de la Eucaristía sagrada.