Los hombres que encontraron el tesoro - Alfa y Omega

Los hombres que encontraron el tesoro

Cada año, cien misioneros españoles se suman a los ya más de 14.000 que han dejado nuestro país para ir al mundo a anunciar el Evangelio. El Domund —una jornada de oración, y también de colecta, en favor de la misión ad gentes— lleva por lema este año Misioneros de la fe. Los obispos españoles dan algunas pautas sobre cómo vivir fecundamente esta jornada

Colaborador
Es misionero aquel a quien el encuentro con Cristo lo cambió, de tal forma que no puede callar tal experiencia.

+ Antonio Mª Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid
Con audacia y alegría

El recuerdo de los misioneros, de su impresionante labor y servicio, de su sacrificio por llevar a Cristo a los más lejanos, refuerza nuestro deseo de secundar la llamada del Santo Padre a la nueva evangelización. El lema elegido por las Obras Misionales Pontificias, Misioneros de la fe, resume toda la inquietud apostólica de la Iglesia y de los bautizados: hemos de ser misioneros de la fe, llevar a los hombres la única verdad que es capaz de alegrar el corazón. Ser testigos no se puede reducir a vivir con frialdad las exigencias de la fe; ser testigos quiere decir querer proponer, con audacia y alegría, la verdad de Dios a los hombres; proclamar con nuestras obras y con nuestra palabra que Dios existe, que es amor, que ha venido a buscarnos. Los misioneros, distribuidos por los cinco continentes, vieron un día que el Señor no era amado en tantos lugares, y no lo era porque no se le conocía. Por ello, abandonaron una vida más fácil, y eligieron el compromiso serio de ayudar a conocer al Señor y, conociéndole, amarle plenamente.

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+ Manuel Ureña, arzobispo de Zaragoza
Las dos tentaciones del Domund

Hay que evitar dos tentaciones que nos asaltan cuando nos vemos emplazados ante el Domund. La primera es pensar que el Domund nos pide sobre todo que demos una limosna para ayudar a los misioneros. Ciertamente, el Domund nos pide una limosna para las misiones, pero nos pide sobre todo que todos y cada uno de nosotros nos tornemos misioneros, capaces de encender a los hombres con el fuego de la Palabra de Dios. La segunda tentación consiste en pensar que la evangelización de la missio ad gentes consiste en luchar por el desarrollo humano de los pueblos todavía subdesarrollados o en vías de desarrollo, urgidos por la caridad de Cristo. Esta separación entre fides (veritas) y caritas es muy grave. La fe (la verdad) sin la caridad humilla, y no es verdadera fe. Pero la caridad sin la fe (verdad), tampoco es verdadera caridad, pues olvida que el hombre está hecho para Dios y que la fe es la puerta que nos abre al camino conducente a Dios.

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+ Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo
No podemos permanecer tranquilos

Vienen a mi mente las palabras del beato Juan Pablo II sobre la urgencia misionera de la Iglesia: «No podemos permanecer tranquilos pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el Amor de Dios». Estas palabras tienen vigencia y actualidad hoy, cuando muchos siguen sin conocer a Cristo o, habiéndolo conocido, no se han encontrado verdaderamente con Él. El mandato misionero de Jesús sigue estando vigente, e incluso es más necesario ahora que nunca. No hay excusa para que cada uno de nosotros, desde su estado específico de vida y medios, deje de transmitir de palabra y de obra la Buena Nueva.

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+ José Leonardo Lemos, obispo de Orense
En nuestras diócesis ya hay zonas de auténtica misión

Muchas veces creemos que el mandato evangélico de predicar a Jesucristo se agota apoyando a los sacerdotes o seglares que van como misioneros a países lejanos, o siendo generosos con la colecta a favor de las misiones. Eso está bien, pero no es suficiente. En nuestras diócesis ya existen zonas de auténtica misión; es necesario establecer planes pastorales diocesanos que procuren responder a las exigencias del mundo contemporáneo. La fe recibida es un don de Dios que hemos de acoger con agradecimiento, pero que se nos da para ser compartido. De este hecho brota la misión. Por eso, en la medida en que nuestra fe sea más viva, así será también nuestro compromiso misionero aquí y en los confines de la tierra.

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+ Ginés García Beltrán, obispo de Guadix
Cristo lo cambió

La misión hoy ha de ser nueva evangelización. En muchos casos, la evangelización del mundo contemporáneo ha de ser primer anuncio. Son ya multitud los que en países de tradición cristiana no conocen a Jesucristo, incluso bautizados; a ellos hemos de anunciar a Cristo. Sin embargo, sería injusto que las dificultades que vivimos en Occidente apaguen el ardor misionero para llevar el Evangelio a aquellos hombres, en países lejanos, que no han oído hablar de Cristo. Es misionero aquel a quien el encuentro con Cristo lo cambió, de tal forma que no puede callar tal experiencia, sino que está dispuesto a ir al mundo entero para que todos se enteren de que encontró el tesoro.