Este viernes se estrena una película del sexagenario brasileño Jayme Monjardim, El vendedor de sueños, que adapta la novela homónima del psiquiatra Augusto Cury (Brasil, 1958). Monjardim tiene una larga carrera como director de telenovelas en Brasil, lo que le lleva ciertamente a imprimir en El vendedor de sueños un look muy televisivo. El argumento arranca en el momento en que un prestigioso psicoterapeuta brasileño se encarama en una cornisa de un rascacielos de San Pablo con la intención de suicidarse. Pero la aparición de un extraño mendigo que se sube a la cornisa con él trastocará sus planes.
La película es bastante fiel al universo literario de Cury, conocido por sus populares libros de autoayuda. Propone una revisión antropológica del capitalismo contemporáneo para liberar a las personas del yugo que supone la búsqueda del éxito económico a cualquier precio. En contraposición reivindica una escala de valores en la que las relaciones personales, la familia y los pequeños detalles no se vean privados del tiempo y espacio que requieren en aras de un culto al trabajo y al progreso económico. El largometraje recuerda a algunas películas del realismo mágico de aire capriano y también a ciertas cintas de redención personal como El rey pescador o Family man.
Sin dejar de ser auténtico lo que propone el filme, pesa bastante su inmanentismo autosuficiente, su antropología sin trascendencia. Parece que el ser humano puede reconducir su vida y ser feliz por sí solo si sigue determinados consejos o recetas –algo característico de los libros de autoayuda– y que por tanto no necesita ningún redentor más allá de sí mismo. En ese sentido la película se inscribe dentro de la moda del coaching, de los protocolos de humanización que parecen representar la nueva moral laica sustitutiva de la religión. En este caso se trataría de un coaching para empresarios, con el fin de enseñarles el valor que debe darse a su persona en el salvaje mundo de los negocios. El espectador más escéptico e incluso cínico podrá encontrar en el filme una actualización –sin duda menos poética– de los postulados de Qué bello es vivir de Frank Capra.
Hecha esta observación hay que decir que la película se sigue bien, sobre todo por el suspense que genera la identidad enigmática del mendigo, que en determinados momentos el espectador puede llegar a pensar que se trata de una especie de ángel, tipo Cielo sobre Berlín. El actor que lo interpreta, César Troncoso –al que vimos no hace mucho en La noche de 12 años–, tiene indudable carisma y le da la réplica un Dan Stulbach –actor muy conocido en el mundo de las series brasileñas– que inevitablemente nos recuerda a Tom Hanks.
Jayme Monjardim
Brasil
2016
Drama
+7 años