Obispos de Nicaragua: «Es necesario perdonar» - Alfa y Omega

Obispos de Nicaragua: «Es necesario perdonar»

Duro mensaje de la Conferencia Episcopal Nicaragüense «después de casi año y medio de sufrimiento y dolor», para dar «una Palabra de vida y esperanza» al pueblo de su país. «Hemos vivido en carne propia la pasión de Nuestro Señor Jesucristo», denuncian en una carta enviada al pueblo de Nicaragua tras la semana de oración por la paz convocada por los obispos, coincidiendo con la fiesta patria

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: CNS

Los obispos de Nicaragua se encuentran ante el reto de «contribuir a la solución de los acuciantes problemas sociales, políticos», y de responder «al gran desafío de la pobreza y de la exclusión», conscientes de que su país se encuentra «en una profunda crisis política, social y económica» y de que «nuestro ropaje institucional nos queda estrecho y surge la expresión ciudadana pidiendo cambios y reformas profundas». Así lo han expresado en un duro mensaje enviado al pueblo de Nicaragua tras la semana de oración por la paz convocada por los obispos, coincidiendo con la fiesta patria.

Los obispos denuncian en el texto que «la palabra de la sociedad no cuenta» y aluden veladamente al Gobierno de Daniel Ortega al señalar a «una institución que no respeta la conciencia y juega con el hambre de la gente». «¿Cómo perdonar tanta crueldad a la que hemos sido sometidos? ¿Es posible sanar estas heridas?», se preguntan.

Por eso, al mismo tiempo que indican que «el amor a la patria debe prevalecer sobre los bienes particulares, y tiene que ir unido a los pilares que dan sustento a toda convivencia: la verdad, la justicia, la libertad, la fraternidad y la solidaridad», recuerdan el mandato cristiano del amor al enemigo para superar la «crisis de confianza» que paraliza el país. «Estas palabras de Jesús no son fáciles de vivir. Como es lógico, suponen un nadar contra corriente», pero llevan consigo «una nueva cultura, la cultura del amor», ante la que «los sistemas de poder y opresión se estrellan». De este modo, solicitan de sus paisanos «recurrir a esta capacidad de amar como respuesta al sistema de odio y muerte instalado en Nicaragua».

En esta tesitura «es necesario perdonar», pues «no esperemos que este paso lo den los enemigos del bien. Somos nosotros, en primer lugar, quienes hemos de asumirlo, porque el perdón trae consigo esa paz que estamos llamados a cultivar».

Para lograr este objetivo, «es necesario cultivar la oración», por lo que concluyen su mensaje invitando «a rezar en familia el santo Rosario para que nuestra madre le lleve a Jesús la intención de ser fieles a nuestra misión de construir una Nicaragua mejor para todos».

Mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua a los fieles cristianos católicos, a los hombres y mujeres de buena voluntad que escuchan nuestra voz

La Verdad y el perdón, son el fundamento y el camino hacia la paz.

Nos dirigimos a ustedes, al conmemorar estos días de la Patria, con la mirada puesta en el presente y el futuro, como se hizo el día de la Independencia cuyo nuevo aniversario celebramos. Y como no hay futuro sin memoria, el presente nos brinda la oportunidad de dolernos de nuestros desencuentros, pasados y recientes. Después de casi año y medio de sufrimiento y de dolor que hemos vivido en carne propia la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Lo que nos alienta a pronunciar la Palabra de vida y esperanza que reconforta los corazones heridos e ilumina la incertidumbre ante el mal que nos acecha.

La base firme de una nueva construcción.

Nos podemos preguntar. ¿Cómo poder contribuir a la solución de los acuciantes problemas sociales, políticos, y responder al gran desafío de la pobreza y de la exclusión? ¿Cómo hacerlo en un país que se encuentra en una profunda crisis política, social y económica, en que parece asomarse el inicio de una nueva etapa, con sus correspondientes desafíos para nuestra convivencia democrática? Hay signos de que nuestro ropaje institucional nos queda estrecho y surge la expresión ciudadana pidiendo cambios y reformas profundas. La desigualdad económica, el desempleo y oportunidades parece un mal endémico difícil de corregir, condenando a la exclusión injusta y a la invisibilidad a varios colectivos sociales, como son, inmigrantes, mujeres, jóvenes, personas con capacidades diferentes, grupos étnicos, entre otros. ¿Es posible amar a quien cierra las puertas de su corazón a Nuestro Señor Jesucristo y por ende, a la oportunidad de promover una cultura de verdadera paz y democracia? ¿Es posible mantener la esperanza, cuando todo parece indicar que no existe un poder capaz de resolver nuestra crisis? ¿Qué hacer, si la palabra de la sociedad civil no cuenta? ¿Es posible hoy en Nicaragua, ser católico y trabajar para una Institución que no respeta la conciencia y juega con el hambre de la gente? ¿Cómo perdonar tanta crueldad a la que hemos sido sometidos? ¿Es posible sanar estas heridas?

Como hermanos de camino, la Conferencia Episcopal de Nicaragua, hace suyas estas interrogantes y responde, animada por la fe: El Papa Benedicto XVI, al inaugurar la Conferencia Eclesial de Aparecida, nos brinda al respecto un aporte luminoso:

«Los problemas de América Latina y del Caribe, así como del mundo de hoy, son múltiples y complejos, y no se pueden afrontar con programas generales» […]. «En este contexto es inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia. En realidad, las estructuras justas son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad. Pero, ¿cómo nacen?, ¿cómo funcionan? Tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras justas y afirmaron que éstas, una vez establecidas, funcionarían por sí mismas; afirmaron que no sólo no habrían tenido necesidad de una precedente moralidad individual, sino que ellas fomentarían la moralidad común. Y esta promesa ideológica se ha demostrado que es falsa. Los hechos lo ponen de manifiesto» […] Las estructuras justas son una condición indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal […].

AMEMOS LA PATRIA. También les invitamos Amar la Patria.

El amor a la patria que debe prevalecer por sobre los bienes particulares, si es tal, ya lo decía el Papa Benedicto, tiene que ir unido a los pilares que dan sustento a toda convivencia: la verdad, la justicia, la libertad, la fraternidad, la solidaridad. Y también requiere de virtudes más subjetivas, como son la empatía, el empeño por conocer y apreciar a los demás, el deseo de salvar la proposición del prójimo. De lo contrario, los mismos pilares objetivos del Amor a la patria se debilitan y deterioran con la reiteración de las sospechas, las descalificaciones. Y basta una sola piedrecilla para que se venga abajo lo que con enorme esfuerzo se ha logrado levantar. ¿No será ésta una de las causas del malestar, que, a pesar de los progresos evidentes, atraviesa la convivencia nacional?

Crisis de Confianza.

Una de las razones que están en la raíz de este malestar se debe a una crisis de confianza que se ha transformado en nuestra Nicaragua, en un virus omnipresente que contagia todas las relaciones de nuestra vida, ¡y esto sí que es reprochable! Se desconfía de la autoridad, se desconfía de las instituciones, se desconfía de las buenas intenciones y hasta de la viabilidad de los proyectos propios. Esta misma desconfianza tensiona la vida familiar, nos aleja de nuestro prójimo y crea barreras entre grupos y sectores. Por esta razón, el diálogo que necesitamos para solucionar nuestros problemas, se ve interrumpido, coartado, ensombrecido. Y hasta desconfiamos de su factibilidad y eficacia para lograr los acuerdos necesarios […] ¡Es imposible crecer en desconfianza! ¡Es imposible educar en desconfianza! ¡Es imposible amar con desconfianza! La desconfianza corta la trama del tejido humano y hace que se desplome la viga que sujeta el templo, la nación y el hogar. Por lo mismo, hay que enriquecer el cultivo de la confianza con la «cultura del encuentro», que implica la actitud más activa de hacerme cargo del otro, de comprometerme con su cuidado, con su crecimiento, con su libertad, porque en la diversidad que Dios nos ha regalado está también nuestra riqueza. No se trata sólo de «tolerar» al que es distinto -actitud minimalista- sino de «celebrar» con magnanimidad nuestras diferencias, expresándolas con libertad, con cuidado y con respeto, para acrecentar la riqueza de nuestras ideas y valores. Pensemos en Nicaragua y amemos a nuestra patria, ese es el mayor bien de la vida en sociedad. Trabajar por el bien de Nicaragua es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así, como nación. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien de la patria que responda también a sus necesidades reales, teniendo la sabiduría de integrar e incluir sus heridas y desencuentros, ciertamente así seremos capaces de inaugurar una democracia más exigente y cualitativamente más robusta. Como pastores, tenemos la plena certeza de que en Nicaragua lo podemos hacer. En este sentido, animamos a los jóvenes a seguir haciendo sus aportes a la nación, con su estudio y capacitación, con sus energías y anhelos de justicia y libertad con todos los medios no violentos a su alcance. Lo hacemos con palabras del Papa Francisco, en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Rio de Janeiro: «no se metan en la cola de la historia ¡sean protagonistas! ¡Jueguen para adelante! ¡Pateen adelante! ¡Construyan un mundo mejor ¡un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad de solidaridad!» (Papa Francisco, Discurso a los Jóvenes 27 de Julio de 2013).

Animados por la fe también creemos que:

1-. Es posible una nueva cultura cargada de esperanza. Mientras haya hombres y mujeres amantes de la Verdad y del amor, que esperen y crean en un futuro mejor, sus sueños no serán arrebatados. «El Dios que se ha hecho cordero nos dice que el mundo se salva por el crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia del ser humano» (Benedicto XVI). Hay que mantener viva la llama que hemos recibido de los valores familiares: nuestro ser eucarísticos, marianos, creyentes, laboriosos, joviales, sacrificados, etc.

2-. «Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen para que, seáis hijos de vuestro Padre celestial…» (Mt 5, 43-45). Estas palabras de Jesús no son fáciles de vivir. Como es lógico suponen un nadar contra corriente. Incluso a los mismos discípulos se les hacía difícil comprender y asumir semejante lenguaje. Con razón se decían entre ellos este lenguaje es duro, ¿quién podrá entenderlo? (Cf. Jn 9, 60). Sin embargo, con sus hechos y palabras, Jesús fue instaurando una nueva cultura: la cultura del amor (Cf. Jn 15, 12). Ahí, los sistemas de poder y opresión se estrellan. A lo largo de la historia hemos visto a hombres y mujeres que han asumido este mandato de amar sin límites: recordemos a San Oscar Arnulfo Romero, profeta y mártir en medio de un contexto marcado por el odio y la muerte; al Siervo de Dios Fr. Odorico D’Andrea que ejerció el apostolado de la misericordia, de la reconciliación y ofreció su vida por la paz de este país marcado, igualmente, por el odio y la muerte. Ellos no renunciaron a la Verdad y al Amor y por eso hicieron tanto bien a sus pueblos. Hoy nuestro país, más que nunca anhela recurrir a esta capacidad de amar como respuesta al sistema de odio y muerte instalado en Nicaragua, que pretende ocultar la acción de Dios.

3-.Es difícil ser cristiano católico en estas condiciones, pero, nosotros les exhortamos a no dejar de luchar por nuestra fe. Mientras seamos fieles a nuestros valores, sabemos que «nada está perdido mientras haya ilusión por encontrarlo» (S. Agustín). Lo fundamental para cada uno de los nicaragüenses es «mirarlo a Él que nos mira» (S. Teresa de Ávila), y que no se dio por vencido. Él sabía que lo iban a crucificar. Sabía todo lo que tenía que padecer. Sin embargo, tomó la decisión de subir a Jerusalén, al lugar de su martirio. Esta convicción por su misión salvífica, le hizo superar los obstáculos tanto de los enemigos como de sus más cercanos (Cf. Mt 27, 1-2; Mc 10, 32-45; Lc 20, 20-26). Así ha de ser nuestra convicción en la misión que tenemos de construir juntos un país con una verdadera paz y democracia. A pesar de que un hermano nicaragüense se sienta incomprendido donde trabaja. A pesar de que se sienta juzgado o rechazado por quienes le rodean, incluso por su familia por pensar diferente (Cf. Mt 10, 34-36; Lc 12, 51-53), mientras su vida gire en torno al amor, al final todo cobrará sentido. Para esto es necesario cultivar la oración. Dios siempre tiene la última palabra. Permanezcamos junto a Él, como María al pie de la cruz ( Jn 19, 25). Esperemos con fe. Hagámoslo por Dios, por nuestros niños, por nuestros jóvenes, por nuestros ancianos, siendo fieles a nuestra Iglesia.

4-.Para llevar a cabo esta misión es necesario perdonar, como nos dice Jesús: «si alguien te da en una mejilla, ofrécele también la otra. Si alguien te obliga a darle el manto tú dale la túnica» (Mt 5, 39-40). Cuando Jesús te pide hacer esto, no te invita a hacer el tonto, sino que te invita a romper con el círculo de la violencia. Esto es ser sabio. Porque la violencia engendra violencia y como dicen nuestras abuelas: «el fuego no se apaga con fuego». No esperemos que este paso lo den los enemigos del bien, somos nosotros, en primer lugar, quienes hemos de asumirlo, porque el perdón trae consigo esa paz que estamos llamados a cultivar. Si queremos la paz social busquemos primero la paz en nuestros corazones. Hay que romper con el círculo de la violencia. Son muchos los pueblos que han triunfado con la revolución pacífica, con la fuerza de los valores, de la fe, de la esperanza y de la caridad, en una palabra, con el poder de Dios.

La Palabra iluminadora del Evangelio

Ante este gran desafío, en la tradición cristiana, emerge con belleza y contundencia la sabiduría del Sermón de la Montaña y, en especial, las Bienaventuranzas. En ella los protagonistas no son los poderosos, ni los ricos, ni los eruditos, ni los que determinan el futuro inmediato de las poblaciones. Los protagonistas son los pobres, los afligidos, los desposeídos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz.

Las Bienaventuranzas nos invitan a cimentar nuestra convivencia no en el hierro mal mezclado con el barro sino en la roca de la Palabra de Dios. Y esa firmeza se expresa, necesariamente, en el cuidado por los más desfavorecidos de nuestra sociedad que esperan que la justicia sea para ellos una madre que los acoja, los honre y los invite a la mesa de todos. No sólo por piedad, que ya sería un sentimiento humano, sino para que dispongan de aquello que en justicia se les debe.

En palabras del Papa Francisco, «el futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza». Y para realizar esta misión urgente nos ha invitado con gran lucidez a «peregrinar hacia las periferias existenciales de la sociedad».

Conclusión: Invitados a soñar

Autoridades, amigos y amigas, hermanos y hermanas: El Sermón de la Montaña (Evangelio de San Mateo 5-7) es un monumento a la fraternidad. Está basado en nuestra común descendencia del Padre Dios que no admite discriminaciones de raza, sexo, creencia o increencia. Una fraternidad que, cuando se olvida, nos lleva a actuar como Caín, perdiendo la cordura y abandonando los medios más humanos. Es la locura que lleva a alistar cohetes y a poner la confianza en las armas de la muerte. Este nunca ha sido el camino. ¡Nunca! En cambio, cuando se da espacio real a la fraternidad y se cree en ella, podemos enfrentarnos con la verdad, expresada con respeto, con amor, con franqueza y con afecto, y con un diálogo incansable manteniendo abiertas las puertas al reencuentro y a la convivencia en paz.

Invitados a soñar.

Recordemos el sueño de Martín Luther King (28 de junio de 1963), séanos permitido soñar desde la fe, como obispos de nuestra patria Nicaragua: Soñemos con un país en que redescubramos la gratuidad en nuestras relaciones personales e institucionales; soñemos con un país en que las personas estén exactamente en el centro de nuestra preocupación y de nuestro quehacer; soñemos en reconocernos como hermanos, como hermanas, más fraternos aún con los más débiles, vulnerables y hermanos con capacidades diferentes; soñemos en que el mayor interés no lo tenga el dinero sino el crecimiento de las personas y la felicidad de sus familias; soñemos con que Nicaragua sea, en verdad, una mesa para todos, también para los que emigran buscando en esta casa nuevos horizontes para su vida; soñemos en un país sin discriminaciones de ninguna especie; soñemos con un país de mano tendida y rostro descubierto; soñemos con un país justo, fraterno y solidario.

¡Soñemos con un país reconciliado! ¡Soñemos con país esperanzado

REZAD EL ROSARIO.

María es la amada de Yahvé y Nicaragua es de María. Les invitamos a rezar en familia el santo Rosario para que nuestra madre le lleve a Jesús la intención de ser fieles a nuestra misión de construir una Nicaragua mejor para todos. Cultivemos esta tradición entorno a nuestros abuelos y padres de familia. Es en la familia, «pequeña Iglesia doméstica» (S. Pablo VI), donde se forman los nuevos líderes con vocación de servicio a su patria. La solución a nuestros conflictos como nación inicia en la familia. Hagamos de nuestros hogares santuarios de amor. Dado en la sede de la Conferencia Episcopal de Nicaragua a los 15 días de septiembre del año 2019 fiesta de la virgen de los Dolores.

+ Cardenal Leopoldo José Brenes Solórzano
Arzobispo Metropolitano Arquidiócesis de Managua
Presidente

+ Monseñor Pablo Schmitz OFM Cap
Obispo de la Diócesis de Bluefields
Vicepresidente

+ Monseñor Juan Abelardo Mata Guevara
Obispo de la Diócesis de Estelí
Secretario General

+ Monseñor Rolando José Álvarez Lagos
Obispo de la Diócesis de Matagalpa
Tesorero General

+ Monseñor David Zywice Sidor OFM Cap
Obispo de la Diócesis de Siuna

+ Monseñor Carlos Enrique Herrera Gutiérrez
Obispo de Jinotega

+ Monseñor Sócrates René Sándigo Jirón
Obispo de la Diócesis de León

+ Monseñor Jorge Solórzano Pérez
Obispo de la Diócesis de Granada