El incendio amazónico intencionado - Alfa y Omega

Hace 17 años llegamos por primera vez a Roraima, el estado más al norte de la Amazonía brasileña, frontera con Venezuela y Guyana. Somos laicos misioneros de la Consolata y vinimos a trabajar con pueblos indígenas. En ese servicio continuamos, actualmente con los Misioneros de la Consolata, Cáritas y el Consejo Indigenista Misionero (CIMI). Y hoy comenzamos con vosotros este pequeño diario de misión con la intención de aproximar, de alguna forma, la realidad que se vive en Amazonía.

Hace unos días, imágenes de incendios en la Amazonía dieron la vuelta al mundo en medios de comunicación y redes sociales. Despertaron curiosidad, preocupación y solidaridad. No eran incendios aislados o involuntarios, sino intencionados y arropados impunemente. Ese fuego hace parte de un modelo económico que avanza sobre la Amazonía para explotar bienes naturales y exportarlos a otros centros económicos del mundo, como Europa: deforestación y venta ilegal de madera; ocupación de grandes extensiones de tierra para plantíos de soja y caña o para cría de ganado; expansión de actividades de minería o de extracción de gas y petróleo. Como denuncia la encíclica Laudato si, «los recursos de la tierra están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva» (LS, 32); una «economía que mata», en palabras del Papa Francisco.

Los afectados más directos son los pueblos de la Amazonía. Los incendios, y ese modelo de explotación, destruyen directamente los territorios donde los pueblos indígenas construyen sus proyectos de vida. En Goiás, el 80 % del territorio del pueblo Krahö-Kanela fue destruido por los incendios. Situaciones parecidas ocurrieron en otros puntos de la región.

La Iglesia trabaja en la Amazonía defendiendo la vida y eso pasa necesariamente por defender los derechos de los pueblos indígenas a sus territorios. Y defender la tierra significa denunciar los intereses económicos que se esconden detrás de las llamas y exigir que los gobiernos actúen de forma responsable y activa. El Sínodo de la Amazonía que se aproxima será una oportunidad para confirmar esa opción.