Enviadas a Talawakelle - Alfa y Omega

Terminaba septiembre, año 2012. Me despedí del colegio donde trabajaba, de mi familia y amigos para partir rumbo a Granada. Allí comencé el postulantado, la primera etapa formativa en mi vida religiosa misionera. Tres años antes, había pasado un verano de misión en la ciudad del Alto (Bolivia). Aquella experiencia profunda de Dios y de sus hijos e hijas, me transformó la vida.

Ese mismo año, las misioneras combonianas iniciábamos una nueva presencia en Sri Lanka, acogiendo la petición del obispo de Kandy. La guerra civil había terminado en 2009, cobrándose miles de vidas. Tocaba reconstruir el país, y por eso monseñor Vianney nos llamó para trabajar en Talawakelle, una pequeña ciudad en el corazón de la provincia central. La mayoría de la población era tamil (minoría étnica en el país) y descendiente de los antiguos esclavos indios, traídos por los británicos para trabajar en las plantaciones. El obispo nos quería en la escuela (el único colegio católico en la zona) y en la parroquia, trabajando junto a sacerdotes locales, para mejorar la difícil vida de la gente que trabaja el té.

Las pioneras fueron tres valientes que se entregaron sin escatimar: una hermana vietnamita, una keniana y una eritrea. En la actualidad, de ese primera comunidad solo permanece sor Libanos, la eritrea, pero aún mantenemos la catolicidad. Además de con ella, comparto la vida con tres hermanas más: sor Ania, polaca; sor Amira, egipcia, y sor Patricia, guatemalteca. A esta última la tenemos «temporalmente prestada para una puesta a punto» tras superar un cáncer. El mero hecho de vivir como hermanas teniendo colores y orígenes diversos, es un signo del Reino en medio de este pueblo que aún sufre por problemas étnicos.

En unos días comenzaremos el Mes Extraordinario Misionero convocado por el Papa Francisco. Con la fe pasa como con el dulce en mi comunidad, si no lo compartimos, se echa a perder porque ninguna lo disfruta sola. Aprovechemos esta oportunidad extraordinaria para redescubrir juntos el sentido misionero de nuestro amor por Jesucristo.