«Podíamos haber sido unos ladrones, pero ella nos abrió la puerta de su casa» - Alfa y Omega

«Podíamos haber sido unos ladrones, pero ella nos abrió la puerta de su casa»

Luigi y Sarai, recién casados en Venezuela, recibieron como regalo de boda de su familia dos billetes para escapar de su país. Llegaron a Madrid con lo puesto, y gracias a una parroquia conocieron a Isabel, su «mamá en España», que «nos trató como si fuéramos de su familia». Estos dos arquitectos quieren tener hijos, así que han dado el salto al emprendimiento y han puesto en marcha un taller de arquitectura

Álvaro de Juana
Luigi y Sarai, poniendo en marcha su nuevo taller. Foto: Álvaro de Juana

Judy Garland –una de las actrices más carismáticas del Hollywood de los 50 y 60– en su papel de la pequeña Dorothy enEl Mago de Ozno tuvo reparos en afirmar que «mejor se está en casa que en ningún sitio». Sarai y Luigi opinan lo mismo pero, como millones de personas en todo el mundo, un día no tuvieron más remedio que coger algunas de sus pertenencias y salir precipitadamente de su país en busca de una vida mejor.

El 9 de abril de 2018 comenzó la aventura. De Barquisimeto, su ciudad natal en Venezuela, llegaron a Caracas y se subieron a un avión con destino Madrid. Se llevaron pocas cosas materiales, pero mucho miedo y tristeza al dejar a sus familias y volar hacia lo desconocido. Sin embargo, «nos acompañaba nuestra fe y sabíamos que Dios estaba con nosotros», coinciden ambos.

«Mi madre nos hizo el mejor regalo de boda que podía en ese momento: los billetes para salir de Venezuela y escapar de la terrible situación que se vive en el país», relata Luigi. «La situación era tan extrema que nuestros propios familiares querían que saliésemos cuanto antes de allí y tuviéramos una vida alejada del hambre, la delincuencia, la tensión y el sufrimiento continuo», apostilla Sarai. El primer destino que barajaron para esta nueva etapa fue Australia. «Nos pusimos en contacto incluso con alguna parroquia, pero finalmente vimos que no era factible y nos olvidamos».

Fue entonces cuando fijaron como meta España. En la capital española se encontraba una antigua amiga con la que se pusieron en contacto. «Yo soy hija única –explica Sarai– y para mí era mucho más difícil despegarme de mis padres. Mi familia siempre ha estado muy unida, por lo que dejarlo todo me hacía sufrir lo indecible». «Teníamos que irnos para poder sobrevivir, para poder formar una familia, porque allí, tal y como están las cosas, es imposible», añade. «Muy cerca de nosotros teníamos personas que apenas tenían qué llevarse a la boca. Nos hacía sufrir el hecho de salir de casa y no saber si volveríamos. ¿Y si nos disparaban y mataban en la calle por el simple hecho de robarnos? Era una tensión constante que, poco a poco, también nos iba destruyendo y robando la juventud», afirma Luigi.

El milagro de Isabel

Los dos, arquitectos, tenían trabajo en su ciudad, «pero nuestro sueldo era de 40.000 bolívares, lo que supone alrededor de dos euros al mes». Decidieron dar el paso. En España, «nuestra amiga consiguió que otra amiga suya de la parroquia nos acogiera durante una semana. No podía ser más tiempo porque justo llegaban unos familiares». Su primera semana transcurrió en aquella casa, pero tuvieron que abandonarla y trasladarse a un airbnb. «Fue entonces cuando contactamos con una persona de nuestra actual parroquia que nos presentó a otra feligresa. Ella nos ofreció quedarnos en su casa». «Fue un auténtico milagro», reconoce Luigi. «Venir a España a la deriva, sin saber qué hacer, dónde quedarnos, sin conocer prácticamente a nadie y con muy poco dinero era terrible. Dábamos saltos al vacío continuamente», reconoce Sarai. «Sin conocernos de nada esta mujer, Isabel, nos trató como si fuésemos de su familia». De hecho, «se convirtió en nuestra mamá en España». «Podíamos haber sido unos locos, unos ladrones, pero ella nos abrió la puerta de su casa, nos dio las llaves y nos hizo sentir como si fuera realmente nuestro hogar».

A las dos semanas de llegar, Sarai logró un contrato. Luigi también, por mediación de otro feligrés de la parroquia, consiguió empleo en un estudio de arquitectura. Gracias a ello han podido alquilar un modesto apartamento. Tras año y medio se han lanzado a una nueva aventura: la del emprendimiento. «Queremos tener familia, pero con los sueldos que tenemos nos es difícil, así que hemos arriesgado y comprado una máquina de corte por láser que llegará en los próximos días. Ya tenemos alquilado un local para usarlo como taller», detalla Luigi, quién ya trabajó con una máquina similar en Venezuela.

En España gracias a la Iglesia, han sido bien acogidos, pero «a veces incluso me siento culpable de vivir, de pasear, de disfrutar… porque en Venezuela está ocurriendo algo muy grave y hay mucho sufrimiento. Muchos venezolanos se van del país a pie y fuera les tratan mal», reconoce Sarai. En el Papa Francisco ven a un padre, a un aliado, y por ello «cuando habla de los inmigrantes nos sentimos consolados». «Nadie se va de su casa por gusto y si hay gente que lo hace es porque necesita sobrevivir y ser feliz», aseguran ambos.