Unidad en lo esencial - Alfa y Omega

Unidad en lo esencial

«Yo pensaba que el anuncio original de Roma era muy generoso», reconoce el obispo anglicano de Fulham, en Inglaterra, John Broadhurst, pero el documento con el que Benedicto XVI establece cómo será la acogida corporativa de anglicanos que vuelvan a la comunión con la Iglesia católica ha superado sus expectativas

Jesús Colina. Roma
Benedicto XVI con el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, oran juntos en la capilla Redemptoris Mater, del Vaticano.

«Lo que Roma ha hecho es ofrecer exactamente lo que la Iglesia de Inglaterra ha negado», afirma el obispo Broadhurst, en el primer comunicado público de un representante anglicano, a raíz de la publicación de la Constitución apostólica, mostrando cómo a aquellos fieles o pastores anglicanos que no están de acuerdo con la ordenación de mujeres obispos, o con los obispos homosexuales practicantes sólo les queda acatar, sin posibilidad de objeción de conciencia.

La Constitución apostólica del Papa Anglicanorum coetibus vio la luz el 9 de noviembre, después de que su anuncio provocara un terremoto no sólo en la Comunión Anglicana, con unos 70 millones de fieles, sino en la misma Iglesia católica y en otras Iglesias o comunidades cristianas. En el mismo día en el que se publicó, el documento suscitó la adhesión oficial de la Comunión Anglicana Tradicional, con unos 500 mil miembros en el mundo, y de Forward in Faith, una de las asociaciones anglicanas más dinámicas en Gran Bretaña.

La Santa Sede explica, en una nota, que este documento constituye «un nuevo camino para la promoción de la unidad de los cristianos». Se basa en una novedad histórica: la introducción en el Derecho eclesiástico de «una estructura canónica que facilita esa reunión corporativa» de los anglicanos, mediante la institución de Ordinariatos personales, una especie de obispos sin territorio. Los fieles de esos Ordinariatos serán católicos en plena comunión con el Papa, pero podrán conservar, «al mismo tiempo, elementos específicos del patrimonio espiritual y litúrgico anglicano». Es decir, podrán estar unidos en lo esencial, sin que la diversidad de formas o expresiones oscurezca el testimonio común del Evangelio. Por este motivo, al presentar el documento, el Vaticano no ha tenido reparo en asegurar que «esta Constitución apostólica abre un nuevo camino para la promoción de la unidad de los cristianos, reconociendo al mismo tiempo la legítima diversidad en la expresión de nuestra fe común».

El Vaticano ha querido dejar claro, al hacer el anuncio, que «no se trata de una iniciativa que haya tenido origen en la Santa Sede, sino de una respuesta generosa del Santo Padre a la legítima aspiración de estos grupos anglicanos». Es decir, el Papa no está haciendo proselitismo en otras Iglesias. Al contrario, como obispo de Roma no puede negar la comunión plena a quien llama a las puertas proclamando la misma fe en la Iglesia. De hecho, la Santa Sede ha explicado que «la institución de esta nueva estructura se enmarca en plena armonía con el compromiso a favor del diálogo ecuménico, que sigue siendo prioritario para la Iglesia católica». Sin estos últimos cuarenta años de reconocimiento del patrimonio litúrgico y cultural anglicano, este paso no hubiera podido darse.

La cuestión del celibato

El hecho de que los pastores de la Iglesia anglicana que regresen al catolicismo puedan ser ordenados presbíteros y, si estaban casados, mantener su vida familiar, ha suscitado interés e interpretaciones contrastantes entre los medios de comunicación. Por ello, la Santa Sede ha aclarado que «la posibilidad prevista en la Constitución apostólica de la presencia de algunos clérigos casados en los Ordinariatos personales no significa de ninguna manera un cambio en la disciplina de la Iglesia acerca del celibato sacerdotal». El celibato, «como afirma el Concilio Vaticano II, es signo y al mismo tiempo estímulo de la caridad pastoral y anuncia de forma resplandeciente el reino de Dios».

La Constitución aclara también un debate sobre la posibilidad de que seminaristas de tradición anglicana, casados, puedan ser ordenados. El documento establece que «el ordinario -es decir, el superior del Ordinariato, que puede ser un obispo o un sacerdote- en plena observancia de la disciplina del celibato clerical en la Iglesia latina, pro regula admitirá sólo a hombres célibes al orden del presbiterado. Podrá pedir al Romano Pontífice, como una derogación del canon 277, §1, admitir caso por caso al orden sagrado del presbiterado también a hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede».

Los asuntos pendientes

Superado el problema doctrinal y disciplinar, queda un problema no menos sencillo: ¿qué sucederá con las parroquias de la Iglesia de Inglaterra que quieren volver al catolicismo? Son propiedades que no dependen del párroco, sino de la Iglesia Anglicana, cuya cabeza es la Reina. Y, ¿quién pagará ahora los sueldos a los párrocos y obispos?

El obispo anglicano de Fulham asegura que «éste es un momento tan excitante como peligroso para el cristianismo en este país. Los que acepten esta oferta tendrán que entrar en negociaciones con la Iglesia Anglicana sobre iglesias parroquiales y muchos otros asuntos. Esta situación no debe ser utilizada para dañar a la Iglesia anglicana, pero creo realmente que tenemos una reclamación válida de nuestra propia herencia en la Historia».

El tema queda para la agenda de la audiencia que Benedicto XVI ofrecerá al arzobispo de Canterbury, el doctor Rowan Williams, el 21 de noviembre.