Margarita de Austria - Alfa y Omega

Margarita de Austria

Joaquín Martín Abad
Foto: Oscar del Pozo

El 3 de octubre de 1611 murió en San Lorenzo de El Escorial, sin frisar sus 27 años, la reina Margarita de Austria-Estiria. Había nacido, archiduquesa de Austria, en Graz el 25 de diciembre de 1584; se casó con Felipe III en 1599; y fue madre del futuro rey Felipe IV (1605-1665), su tercer hijo.

Por su iniciativa se fundó el real monasterio de la Encarnación de Madrid y estuvo presente con el rey en la ceremonia de bendición de la primera piedra el 10 de junio del mismo 1611. San Simón de Rojas le había aconsejado que para esta fundación no se utilizara dinero proveniente de los impuestos sino del propio peculio familiar. A su capellán mayor, Diego de Guzmán, a quien la planta de la iglesia le parecía pequeña, le respondió: «Callad, que yo enriqueceré y adornaré de tal manera esta iglesia que parezca bien obra real y grande».

Antes de morir a consecuencia del parto del último de sus ocho hijos, comprometió a su esposo para que terminara la obra recién comenzada por tres razones: «La primera por mi alma, la segunda por mis hijos, la tercera por mis monjas; y en lo que por ellas hiciera Vuestra Majestad he de ver yo desde el cielo el amor que me ha tenido». Felipe III asumió esta responsabilidad y tan solo cinco años más tarde asistió a la dedicación del templo el 29 de junio de 1616 y a la procesión de entrada de las primeras monjas agustinas recoletas en el nuevo monasterio el 2 de julio siguiente, al frente de ellas la primera priora, la venerable sierva de Dios Mariana de San José; en la visita al monasterio impresiona admirar la gran cruz que ella enarboló para entrar en su clausura definitiva.

Margarita de Austria había conocido a Mariana de Manzanedo y Maldonado en Valladolid, durante los cinco años en los que la corte estuvo fijada allí (1601-1606). Reclamó la presencia de Mariana en Madrid antes de que se comenzara la construcción, quien vivió con las cuatro primeras monjas venidas desde Valladolid y Palencia, y con una novicia, en el real monasterio de Santa Isabel. Pero, como la quería tener más cerca, pidió al rey parte de la Casa del Tesoro –entre palacio y los terrenos para el monasterio nuevo– y de esta forma podía visitarla con mayor facilidad.

Hechos de esta reina y su rey y de esta monja, ya venerable, para recordar y agradecer.