Colegialidad, obispos; sinodalidad, laicos - Alfa y Omega

Entre los tesoros de «retorno a las fuentes» del Concilio Vaticano II se cuentan, junto al redescubrimiento de la vocación de los laicos, la revalorización de los principios de colegialidad y sinodalidad, muy claros desde los primeros siglos del cristianismo.

La normalidad con que hoy trabajan las conferencias episcopales nacionales o continentales es uno de sus mejores frutos. Como lo va a ser la revalorización de la provincia eclesiástica, con su arzobispo metropolitano al frente, para abordar asuntos que no sea necesario elevar a la conferencia episcopal. Es el principio de subsidiariedad: que los organismos superiores no asuman tareas que pueden desempeñar los inferiores.

Pero la colegialidad se vive entre obispos, y se refiere sobre todo a asuntos de gobierno, un área muy limitada de la vida cristiana.

En cambio, la sinodalidad, como recuerda el Papa Francisco, la viven los obispos con los fieles, y abarca al conjunto del pueblo de Dios: obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos. En sínodos romanos como el de Amazonia, nacionales, como el de Alemania, o en los diocesanos. Pero debido a las polémicas del posconcilio, la sinodalidad está menos rodada, y a algunos les cuesta acostumbrarse.

Hasta que Benedicto XVI introdujo tiempos diarios para el debate libre, los sínodos de obispos en Roma solían limitarse a una retahíla de discursos en el aula, con poca atención a los grupos de trabajo por idiomas. Facilitaban, al menos, los contactos entre obispos y con los responsables de la Curia vaticana.

El Papa Francisco cambió el estilo del Sínodo, invitando a todos los participantes –obispos, sacerdotes y laicos– a «hablar con valentía y escuchar con humildad».

Era una fórmula excelente, y ya en el Sínodo de la Familia la primera intervención de la mañana o de la tarde, a cargo de un matrimonio veterano que participaba como tal, solía ser muy aplaudida. Se iniciaba así la costumbre de escuchar a los laicos, como sucedió después en el Sínodo de Jóvenes durante el trabajo por grupos lingüísticos.

Muchos obispos repetían que les ayudaba y les alegraba mucho escuchar a los jóvenes, y que estaban muy pendientes de la reacción de los chicos y chicas a sus discursos en el aula: era el primer test de sintonía con los destinatarios de su esfuerzo evangelizador. Estaban aterrizando en la realidad. Sínodo significa caminar juntos.