La primavera de las misiones - Alfa y Omega

La primavera de las misiones

España ha dado «grandes operadores misioneros en el pasado» que «han dejado el mundo lleno de frutos», dice a Alfa y Omega el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Filoni. Pero ahora en muchos países de misión «los misioneros son sus propios habitantes», añade. «La Iglesia es univesal y hay que abandonar la visión eurocentrista»

Victoria Isabel Cardiel C.
El cardenal Fernando Filoni, durante su visita pastoral a Angola, en noviembre de 2018. Foto: Vatican News

Son las luces de la entrega, de la ternura, de la valentía y de la caridad infinita. Si algo aúna a los misioneros es la felicidad y la dedicación con las que recorren un camino de amor sin medida, lejos de los suyos, en zonas remotas del mundo y sin reparar demasiado en los riesgos. En 2018, 40 misioneros fueron asesinados: una cifra que casi duplica a los 23 del año anterior. La mayoría de ellos eran sacerdotes y perecieron en África, según datos de la agencia Fides.

Sus historias están llenas de compromiso con los más débiles, sobre todo, en situaciones de peligro extremo. Como la de Antonio César Fernández, el misionero salesiano asesinado en un ataque yihadista en Burkina Faso (África). O la de la religiosa de Burgos Inés Nieves Sancho, decapitada en mayo de este año en la República Centroafricana, donde había pasado los últimos 23 años de su vida.

Los misioneros no buscan medallas. Son símbolos de paz y esperanza discretos que solo alzan la voz ante las injusticias. Y este es su mes. El Papa inauguró el 1 octubre el Mes Misionero Extraordinario con una celebración en la que pidió de nuevo una Iglesia en salida que no pierda el tiempo «en llorar por las cosas que no funcionan, por los fieles que ya no tiene o por los valores de antaño que ya no están». Se trata de una iniciativa inédita con la que busca renovar el compromiso de los cristianos con las misiones. Francisco tiene claro lo que quiere: «Una Iglesia que no busca oasis protegidos para estar tranquila, sino que solo desea ser sal de la tierra y fermento para el mundo».

La fecha no es casual. Coincide con el aniversario de la promulgación de la carta apostólica Maximum Illud en la que Benedicto XV, testigo de la primera Guerra Mundial a la que calificó como «matanza inútil», advierte de que la propagación de la fe católica debe alejarse de los nacionalismos. El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cardenal Fernando Filoni, ahonda en esta idea y pone en guardia ante los que desde la política instrumentalizan la religión. «Es un peligro que no existe solo en el cristianismo sino también en otras religiones, pero hay que estar atentos a no evangelizar desde una visión ideologizada y a no imponer a los demás el propio pensamiento», señala en conversación con Alfa y Omega. Para Filoni el diálogo intercultural es una «riqueza» que lejos de reducir «permite conocer a los demás y darse conocer». «Hay que salirse de ese concepto rígido de que yo soy la verdad», sintetiza en línea con el reclamo del Papa de una evangelización sin proselitismo.

España, potencia misionera

España es toda una potencia en términos de misión. Es uno de los países que más dinero aporta gracias a iniciativas como el Domund. Los enviados han sido históricamente auténticos pioneros que con escasos medios, y en muchas ocasiones en solitario, han asumido la obra misionera, no tanto con la herramienta de la palabra, sino con su propio testimonio y acción. Actualmente son más de 11.000, casi la mitad de los que había en la década de 1990, cuando ascendían a 20.000. Su edad media es unos 73 años, lo que convierte en un reto el cambio generacional. Desde el Vaticano, no obstante, el mensaje es positivo. «España ha respondido de forma extraordinaria a las preparaciones del Mes Extraordinario Misionero. Las Pontificias Obras Misioneras españolas están haciendo un óptimo trabajo, rico en iniciativas», apunta Filoni. A su juicio, decir que los misioneros españoles son viejos es solo «una valoración sociológica». «Desde un punto de vista eclesial estas personas han sido grandes operadores misioneros en el pasado y han dejado el mundo lleno de frutos. Lo vemos en la vitalidad de las Iglesias jóvenes. Hay que agradecerles que hayan plantado esa semilla», manifiesta.

Es cierto que la Iglesia católica pierde vocaciones en Occidente, pero África y Asia le están dando el relevo. En los últimos 30 años, el número de seminaristas se ha triplicado en el continente negro y, en Asia, ha experimentado un espectacular aumento, con un 125 % más. «Los primeros misioneros en estos países han sido en su mayoría españoles. Esta ha sido su contribución a la vida misionera. Pero ahora los misioneros en esos países son sus propios habitantes», destaca el purpurado italiano. «La Iglesia es universal y hay que abandonar esta visión eurocentrista. La riqueza de la juventud está en otras partes del mundo. Hoy nuestra función en Europa es distinta», añade.

Una de las claves del Mes Misionero es que se extiende a todos los miembros de la Iglesia por igual. «El Papa está invitándonos a la misión ad gentes (misión a la gente) y a no quedarnos encerrados en la sacristía. Todos los bautizados, aunque no tengamos vocación de misioneros, podemos y debemos, amando nuestra fe, traer la fe al mundo», recalca. «La misión debe convertirse en el paradigma de la vida ordinaria y de toda acción de la Iglesia; se pide a todos los cristianos de sus diócesis, parroquias, movimientos y grupos eclesiales que se constituyan en estado permanente de misión», agrega.

El propio Papa aspiró a la vida misionera cuando todavía era un sacerdote jesuita afincado en Buenos Aires. Pero su vocación se vio frustrada. El entonces prepósito de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, le frenó ante su delicada situación ya que carece de la mitad de un pulmón.