Me invade la tristeza - Alfa y Omega

«No sé de dónde brota la tristeza que tengo. / Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce».

Cuando T. se acercó al COF era como si todo encajara en el poema de Leopoldo Panero «El templo vacío». ¿Sería por su origen leonés? T. ya conocía el COF, recordaba el apoyo recibido cuando se afanaba por recuperar a sus hijas. Su rostro de tristeza traslucía el momento crítico que estaba viviendo: «La mía es una historia de escasez y de penurias, de mucho trabajo, de lucha, esfuerzo y dedicación. ¡He superado tantas dificultades! En este momento cuento con el afecto y el apoyo de mi actual marido, un hombre bueno y respetuoso en el que confío y que tiene la estima de mis hijas. Ellos tres me acompañan y están pendientes. Pero me siento en falta, como una carga, con un hondo pesar, no logro superar la tristeza tan profunda que me invade, como si me recostara sobre el dolor vivido».

¿Que te ha pasado?

«Yo era muy activa, estaba sola pero me parecía que podía con todo para sacar adelante a mis hijas. Ahora la situación de salud no me permite seguir; el trabajo duro de toda la vida y la enfermedad han truncado de forma irreversible mis expectativas con graves limitaciones. Tengo reconocida la discapacidad permanente, tengo que cuidarme, soportar dolores y no puedo seguir ayudando a mis hijas, por el contrario son ellas las que tienen que echarme una mano. Me parece una montaña imposible. Se me acumulan el dolor y la injusticia vividos».

¿En qué esperas que podamos ayudarte?

«La otra vez me escucharon, confiaron en mí y me hizo bien. Siento necesidad de revisar y elaborar esta angustia y este sentido de frustración que se me ha ido acumulando; es como si quisiera encontrar fuerza en el fondo de esta pena. Me duelen heridas por afectos y apoyos que no tuve o que se me escapan, los echo tanto de menos… Es una sensación de aislamiento y desarraigo, se me pierden las raíces, me veo inútil y como un estorbo; necesito poder hablarlo».