Una reivindicación del Tenorio - Alfa y Omega

Una reivindicación del Tenorio

Maica Rivera

Celebramos la llegada de este valioso compendio de obras donjuanescas en un solo volumen: El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina, La venganza en el sepulcro de Alonso de Córdova y Maldonado, No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, de Antonio de Zamora, El estudiante de Salamanca de José de Espronceda y, finalmente, el magno Don Juan Tenorio que José Zorrilla publicó en el año 1844. Estas lecturas correlativas nos permiten analizar la reveladora evolución del mito, bien documentados gracias a la lúcida introducción de la profesora Carmen Becerra Suárez, el gran valor añadido de esta edición completa. Con el apoyo de sus reflexiones críticas podemos avalar que la versión más arraigada a la escena española del personaje más célebre de nuestro teatro, la del Tenorio, es también la más madura y coherente. Su historia comienza en carnaval y termina el día de difuntos en la Sevilla del siglo XVI, es la del «joven rico y jactancioso, conquistador de mujeres empedernido e inconstante en el amor», que se apuesta con su amigo y, a la vez rival, don Luis Mejía, el seducir a una novicia, doña Inés, como fechoría culminante de su infame currículum amatorio. A la tradición, se le añaden elementos religiosos y románticos.

Zorrilla «moderniza el mito sin destruir sus rasgos invariantes». Entre sus innovaciones más significativas, que serán determinantes en el desarrollo posterior del proteico arquetipo, se encuentra que, «por primera vez, don Juan se enamora, se arrepiente y salva su alma de la condenación eterna, gracias a la intercesión de Inés de Ulloa, que deja de integrar un personaje colectivo para adquirir un papel principal». Esta «transformación emocional» que experimenta el héroe se puede resumir en sus propias palabras: «Empezó por una apuesta, / y siguió por un devaneo, / engendró luego un deseo, / y hoy me quema el corazón». El resultado es que vemos pasar al protagonista de ser «el galán burlador, temerario y osado» a convertirse en «un hombre enamorado y arrepentido». Y, en consecuencia, ya orientados a la redención, se nos invita en las primeras páginas del libro, sumamente didácticas, a observar con especial atención cómo aquí «el Dios justiciero del Barroco da paso en el romanticismo a un Dios clemente y misericordioso, hecho que el autor quiere resaltar». Además, la matización de doña Inés como «mujer redentora, ángel del amor, es una de las aportaciones más interesantes y originales del drama, creación de la que el autor se manifiesta orgulloso». Zorrilla aseguró que la excelencia de su obra, que la haría perdurar y elevarse sobre el resto, descansaba justo ahí, en la creación de su «doña Inés cristiana». Explicó en sus memorias Recuerdos del tiempo viejo: «Los demás donjuanes son obras paganas; sus mujeres son hijas de Venus y de Baco y hermanas de Príapo; mi doña Inés es la hija de Eva antes de salir del Paraíso». Lo cierto es que «doña Inés resuelve el duelo secular entre Dios y don Juan y reintegra definitivamente al personaje a su patria original».

El mito de Don Juan
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Varios Autores

Editorial:

Biblioteca Castro