Monseñor Cobo conoce de primera mano la labor de la Iglesia en Lavapiés - Alfa y Omega

Monseñor Cobo conoce de primera mano la labor de la Iglesia en Lavapiés

Carlos González García
Foto: Archimadrid/Carlos González

«Hermanas: hacéis una labor lujosísima para la vida de la Iglesia. Gracias por hacer posible que se pueda misionar, porque la Iglesia misionera está aquí, en vuestro patio y en vuestras aulas». Con esta acción de gracias, monseñor José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, se ha dirigido –nada más poner el pie en el centro educativo– a las religiosas de la Asunción del Colegio de Santa Isabel – La Asunción, durante la visita pastoral que ha realizado este miércoles, 30 de octubre, dentro del recorrido que está llevando a cabo en las parroquias de la Vicaría V.

Acompañado por José Luis Gutiérrez, director del centro, M.ª Oliva Pérez RA, madre superiora, y Juan José Arbolí, capellán y párroco de San Lorenzo, el prelado ha recorrido el corazón de la escuela, avistando –en cada detalle y en cada rincón– la huella de un Jesús que mira con ternura a aquellos que le aman. «La educación es una tarea muy bonita, y está en vuestras manos». El apoyo de la Iglesia «lo tenéis» porque «esta es zona de misión de primer orden, y ahí vamos todos». Y este lugar, sin duda alguna, «reclama la atención de toda la Iglesia».

Foto: Archimadrid/Carlos González

«Muchos no van a tener más notica de Dios que la vuestra»

Tras saludar a los más pequeños del colegio, que se encontraban en el recreo, ha mantenido un encuentro con algunos profesores y con las religiosas que dan vida a cada latido que allí germina. «Todo lo que la Iglesia intenta hacer, se hace aquí, en este lugar». Y por eso «sois la cara más bonita de lo que tenemos, de la Iglesia». Y lo sois, tanto para nosotros como para los chicos y sus familias, «porque muchos no van a tener más notica de Dios que la vuestra».

Ante la mirada atenta y bondadosa de la dirección y de las ocho religiosas que conforman la comunidad, les ha alentado a «poner el alma» en las obras y en las palabras: «Vosotras estáis dando alma a este colegio». Y «la llave para atender a las familias es la cercanía; aquí no vale solo la técnica pedagógica, hay que ofrecer cercanía y dar el alma como lo hacéis vosotras».

Y segundos antes de abandonar la reunión para continuar visitando algunas clases, monseñor Cobo ha puesto en sus manos un mensaje claro, directo e impregnado de misericordia: «No os desaniméis, tenéis una labor muy bonita, así que seguid dando alma a esto».

Foto: Archimadrid/Carlos González

«La apuesta de este colegio es ser familia»

A ejemplo de la familia de Nazaret, de camino a una de las aulas, el director ha destacado que «la apuesta de este colegio es ser familia». Y serlo, además, poniendo mucho ímpetu «en la educación ambiental de los alumnos».

«Aquí están desde los 3 hasta los 18 años; hay 32 nacionalidades y 1.100 alumnos», ha reconocido Gutiérrez, quien no ha abandonado su sonrisa ni un solo instante del encuentro. «Para casi todos, esta es su segunda familia; y, muchas veces, incluso, para algunos, es la única…», ha confesado, entre la pena y la satisfacción de ser y sentirse hogar para quienes más lo necesitan.

Foto: Archimadrid/Carlos González

«Rezad por mí»

Y cuando estaba a punto de abandonar la escuela, unos alumnos de Secundaria estaban esperando al obispo en su clase para hacerle un regalo muy especial: un libro con dibujos y símbolos trazados en tono creyente, realizado expresamente para él. «Gracias por este detalle. Como están escritos vuestros nombres, yo prometo rezar por todos vosotros. Ahora, si vosotros podéis, rezad también por mí», les ha dicho monseñor Cobo.

Foto: Archimadrid/Carlos González

«Saldréis delante de la mano de Jesús»

Después de la visita al colegio, ha acudido a la parroquia de San Lorenzo, situada a pocos metros. La iglesia, que da vida al multicultural barrio de Lavapiés, esperaba con los brazos abiertos la visita del purpurado madrileño.

Una vez dentro, una de las salas presagiaba el milagro que, a diario, se cumple en aquel hogar: un taller con emigrantes que acaban de llegar a España en busca de trabajo. Son de Honduras, Perú, Colombia, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Venezuela y Colombia, pero, sobre todo, son hijos de Dios que solamente esperan, contra toda esperanza, la oportunidad que el Señor tiene preparada para cada uno de ellos. Y por eso confían, y se aferran a la fe como el único salvavidas para mantenerse en pie…

Foto: Archimadrid/Carlos González

«Ánimo, sois unos valientes, lo más difícil ya lo habéis hecho. No dudéis de que saldréis adelante de la mano de Jesús», les ha dicho el párroco, que ya conoce hasta el vestigio de sus pisadas. Emocionados, han reconocido que en Él ponen su esperanza. Además, ha apuntado el obispo auxiliar, «tenéis la mano de la Iglesia, que es vuestra casa, para todo lo que necesitéis».

A Dios «solo le vale el corazón»

Después, en el templo, los esperaba un nutrido grupo de fieles que, cada miércoles, comparte una adoración ante el Santísimo. Monseñor Cobo les ha animado a presentarle sus vidas, así como aquellas pequeñas cosas que rondasen su corazón. «Hoy puede ser un buen día de intercesión, para pedir por lo nuestro y por las cosas de los que tenemos al lado». Él «sabe muy bien de lo que estamos hablando». Una misión por hacer, y siempre con humildad. «La humildad es la forma de relacionarnos con Dios».

Foto: Archimadrid/Carlos González

Hoy, Jesús, ha continuado, ante las manos orantes de los que allí permanecían, «te pedimos que acojas nuestra humildad; la humildad de no saber a veces por donde va a ir la vida, de no conocer el futuro inmediato, de aprender a darte la mano para que nos vayas acompañando…».

Esto «es lo que te presentamos», ha dejado caer, tímidamente, ante la custodia que presidía el encuentro, «pero nos queda el gran consuelo de que Tú no te fijas en el currículum ni en las apariencias… solo te vale el corazón».

Foto: Archimadrid/Carlos González

De esta manera, en un hogar donde el espíritu de los presentes resplandecía y sollozaba a partes iguales, han sentido el alivio de quien allí los convocaba para saberse –en palabras del obispo– hijos pródigos en manos de un Padre bueno y del Alfarero que conoce, mejor que nadie, el peso de sus heridas: «Sabemos que Él siempre, siempre, siempre escucha todo lo que hay en nuestro corazón; y siempre, siempre, siempre lo acoge. Y así podemos afrontar la vida, sin miedo al mañana, sabiendo que Él va con nosotros».