… Es el Dios de la clemencia - Alfa y Omega

Hace unos día, arrancaba el curso parroquial. Al comenzar la Misa de 12:00 horas desde el altar una veterana catequista nos anunciaba que este año el curso pastoral de toda la diócesis de Toledo lleva como lema Iglesia doméstica, sacramento del amor, y nos recordaba que, en las familias, somos continuadores de una fe que nos ha sido transmitida por nuestros padres y abuelos.

Ahora, cercano ya el día de Todos los Santos, pequeños grupos de gente caminan para limpiar las lápidas y depositar flores. En el cementerio de un pueblo están concentrados los recuerdos de muchas vivencias. Tras la visita obligada a las tumbas de las personas más cercanas, la soledad y el silencio invitan a perderse entre lápidas y cipreses y a dejarse llevar. En una humilde y vieja tumba se puede leer: «Miguel Esteban a su párroco, don Modesto Huélamo». ¡Con pocas palabras, qué bonito agradecimiento! Continúa el paseo por una sucesión de viejas cruces con nombres a los que acompaña casi siempre una palabra emocionada de recuerdo. De repente, emerge una inscripción que nos llena de desasosiego. «Aquí yace polvo, ceniza, nada». Tal vez un buen reflejo del mundo actual. ¡Qué lejos de aquel Quevedo con fe en la eternidad!: «… Su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado».

Retomamos el camino y las cruces van dejando paso a nuevas imágenes: san José y el Niño, la Socorrilla, o la Virgen del Carmen acogen bajo su manto la esperanza de quienes murieron con esperanza y vivieron confiados en la Resurrección. Con algunos compartimos juegos, con otros solo nos cruzamos en el camino. Y dos imágenes muy recientes se repiten y sirven para resumir la religiosidad de un pueblo: el Sagrado Corazón de Jesús y la Divina Misericordia.

Al finalizar nuestra visita, podemos sentir la alegría de lo eterno y como don Juan Tenorio exclamar en la última escena: «Yo, Santo Dios, creo en Ti: / si es mi maldad inaudita, / tu piedad es infinita […] es el Dios de la clemencia / el Dios de don Juan Tenorio».