Laicidad republicana - Alfa y Omega

El Ministerio del Interior francés ha encargado un informe sobre la laicidad y las derivas comunitaristas que la amenazan. En 40 páginas, el informe propone cinco medidas para reforzar la laicidad republicana: someter las subvenciones del Estado a un compromiso formal con la laicidad, formar a todos los agentes del Estado en los valores de la laicidad, integrar la laicidad en las pruebas de monitores de tiempo libre, hacer un mapa de los lugares y sectores sociales más conflictivos, y establecer un cuerpo de doctrina que pueda aplicarse administrativamente.

El Gobierno francés ha expresado su preocupación por el crecimiento de un islam rigorista y violento, pero también por la proliferación de movimientos católicos, evangélicos y judíos de corte integrista que desarrollan la mayor parte de sus actividades en el ámbito escolar, cultural y deportivo. El proselitismo de estos grupos, las demandas crecientes de comidas propias en los colegios y de una educación segregada por sexos, la asistencia domiciliaria a mujeres embarazadas para evitar que acudan al médico, o las peticiones de familias musulmanas para que sus hijas practiquen deporte ataviadas con el velo son algunas de las actividades a las que se refiere el informe citado.

El texto tiene la virtud de cuestionar en voz alta un modelo social de matriz comunitarista o identitaria. En abril de 2018, Macron se reunió con la Iglesia católica de Francia. El pasado 28 de octubre lo ha hecho con el Consejo Francés del culto musulmán. Su idea de una libertad religiosa y de conciencia entendida como valor social sigue vigente en el discurso presidencial pero, eso sí, en el marco de la Ley de 1905. La libertad republicana casa mal con el comunitarismo. El Gobierno francés lo tiene claro, y la Presidencia de la República también. Hay límites que no serán rebasados. A saber: la separación Iglesia-Estado, la independencia de la escuela pública de cualquier influencia religiosa y un marco jurídico que permita la vida en común de creyentes y no creyentes. No se trata de un problema teórico, sino de un problema de convivencia en una sociedad que ha dejado de ser homogénea.

Los católicos españoles haríamos bien en repensar estas cuestiones. Luego nos quejaremos cuando piensen por nosotros.