Un modelo de contemplación y acción - Alfa y Omega

Un modelo de contemplación y acción

María Emilia Riquelme, fundadora de la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, será beata este sábado. Conjugó a la perfección la adoración al Santísimo con la misión en el campo de la educación

Fran Otero
Foto: Familia Missami

Este sábado, la ciudad de Granada será testigo del camino a los altares de una hija suya, María Emilia Riquelme y Zayas, cuyo principal legado para la Iglesia ha sido la fundación de la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Su carisma aúna lo mejor de la vida contemplativa y la activa: la adoración al Santísimo y el trabajo en el campo de la educación.

Así lo dispuso la propia fundadora: «Se dedicarán a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento, a la educación de la niñez y juventud, y a las misiones en países necesitados». Avalada por el obispo de Granada en 1896 y aprobada definitivamente por san Pío X en 1912, la congregación está presente hoy en España, Portugal, Brasil, Bolivia, Colombia, Estados Unidos, México, Angola y Filipinas. El país asiático fue el último al que llegó el carisma fundado por Riquelme y acogerá, fruto de la beatificación, una nueva presencia: una casa en Manila para niños en riesgo de exclusión, algunos víctimas de la prostitución.

Pero antes de esta monumental obra inspirada por el Espíritu Santo, María Emilia ya dio muestras de su hondura espiritual y su entrega a Dios a lo largo de su vida, que no fue especialmente fácil. A los 7 años se quedó huérfana de madre y es entonces cuando siente la presencia de la Virgen con Jesús en brazos, a quienes promete fidelidad, que luego renovaría en su adolescencia.

Más tarde, sufriría la pérdida de su hermano con 17 años, de modo que queda sola con su padre, a quien acompaña a todos sus destinos, pues era general del Ejército. En este periodo se enciende en ella un amor especial por los pobres y necesitados. Otro de los golpes que sufrió la joven María Emilia fue la negativa de su padre a que esta fuese religiosa, pues no quería quedarse sin su única hija. Ella respetó la voluntad de su padre y ofreció a Dios su sufrimiento. Más aún, le cuidó hasta su muerte.

Pero las pruebas no acabarían ahí. Ya en la vida religiosa y tras haber fundado la nueva congregación, aparecieron las difamaciones o muertes inesperadas de religiosas. Ella rezaba. «Acepta la Cruz que Dios te envía, no busques otra, esa es oro para ti», afirmó en un primer momento. Y añadió después: «Pude seguir el impulso divino que me apremiaba, perdiendo mi pobre nada en Dios, que fue siempre mi todo».

Según Marian Macías, superiora general de la congregación, el proceso de beatificación ha servido para conocer más y mejor la figura de María Emilia, sobre todo su entorno familiar, y también para profundizar en la vocación a la santidad, tal y como propone el Papa Francisco en su exhortación Gaudete et exsultate.

En conversación con Alfa y Omega, Macías destaca la dimensión contemplativa –fundamentalmente la adoración perpetua–, de la beata y de su importancia para la acción educativa de la congregación: «No se puede entender la misión sin la contemplación».

Curación de una pancreatitis

El milagro que ha propiciado su ascenso a los altares tuvo lugar en Colombia. Sucedió en 2003, con la curación de una pancreatitis severa de Nelson Yepes, hermano de una religiosa de la congregación, Emilia Rosa Yepes. Ella, al ver la situación en la que se encontraba su hermano, se puso enseguida a rezar a María Emilia. Así lo narra: «Entramos en una profunda angustia. Llamé enseguida al noviciado, para que me trajeran estampas con la novena de nuestra madre fundadora, la cual distribuí entre familia, hermanos y amigos, y pedí que rezáramos con mucha fe. Yo coloqué al lado de su cabecera una estampa de María Emilia Riquelme y, como no podíamos permanecer dentro de la habitación, ya que solo había media hora de visita, pasé la estampa por encima de su vientre». Incluso contactó con la casa de Granada para que las hermanas de allí rezaran delante de la tumba de la fundadora.

Pese a que las noticias no eran positivas y los médicos decían que solo lo salvaría «un milagro», la hermana no perdió la esperanza y con el paso de los días Nelson fue mejorando. Primero dejó los cuidados intensivos, luego pasó a planta y finalmente volvió a su pueblo, Altamira. «Al regresar, nos congregamos todos los familiares, amigos y campesinos en una Eucaristía de acción de gracias por el milagro obrado en él por intercesión de nuestra madre fundadora. En esta celebración, mi hermano tuvo la alegría de ver a su segundo hijo hacer la Primera Comunión, quien no quiso que le hicieran fiesta, sino que dijo: “Solo la Eucaristía para agradecerle a Dios por la salud de mi papá”», narra Emilia Rosa.

Hoy, Nelson se encuentra en perfectas condiciones de salud y continúa con su vida normalmente.