La causa de canonización de Chiara Lubich pasa a Roma - Alfa y Omega

La causa de canonización de Chiara Lubich pasa a Roma

Este domingo se cerrará la fase diocesana de la causa de canonización de la fundadora del movimiento de los Focolares. Hace cinco años, cuando se abrió el proceso, el Papa Francisco definió su obra como una «nueva luz en el camino hacia la unidad»

María Martínez López
Foto: Focolares

Cuando el obispo de Frascati, monseñor Raffaello Martinelli, abrió el 27 de enero de 2015 al causa de canonización de Chiara Lubich, mostró su esperanza de que el camino que se iniciaba pudiera «hacer resplandecer cada vez más la gloria del Señor, de la que ha querido hacer partícipe a su, nuestra, sierva de Dios».

Ahora, casi cinco años después, volverá a presidir una celebración en torno a la posible santidad de la fundadora del movimiento de los Focolares. Será el domingo, en la catedral de su diócesis, cuando se cierre la fase diocesana de esta causa, que a continuación será enviada a Roma.

Ha sido casi un lustro de investigación y profundo estudio de la vida, las virtudes, la fama de santidad y signos de esta mujer italiana (1920-2008), originaria de Trento. Un proceso comenzado por iniciativa de los Focolares, que presentaron su petición a monseñor Martinelli el 7 de diciembre de 2013, año en el que se habían cumplido los cinco de su muerte.

Peticiones de todo el mundo… y de distintas religiones

A la petición se sumaban desde varios lugares del mundo personas de todo tipo, católicos y también cristianos de otras denominaciones, así como representantes de otras religiones y culturas. Muchos de ellos estuvieron también presentes en 2015, en la ceremonia de apertura de la causa, o se encontraban entre las más de 18.000 personas que la siguieron en directo desde los cinco continentes. Todo un signo de la fecundidad de la vida de Lubich en la búsqueda de la promoción de la unidad de los cristianos y la convivencia pacífica entre todas las religiones y culturas.

El Papa Francisco subrayó precisamente esta «nueva luz en el camino hacia la unidad» que supuso la fundación de los focolares. En un mensaje firmado por el cardenal secretario de Estado y enviado a la ceremonia de apertura de la causa, pedía «dar a conocer al pueblo de Dios la vida y la obra» de Lubich, a la que definió como un «luminoso ejemplo de vida».

«Hacerse santos juntos»

Su sucesora al frente de los focolares, María Voce, narró cómo «acogiendo el carisma que Dios le daba, Chiara se prodigó para que esta vía de vida evangélica fuera recorrida por muchos, con una determinación siempre renovada dirigida a ayudar a cuantos encontraba a poner a Dios en el primer lugar y a “hacerse santos juntos”. Su mirada y su corazón estaban movidos por un amor universal».

Voce cerraba su saludo pidiendo a Dios, «solo para su gloria y para el bien de muchos, que, con el eventual reconocimiento de ejemplaridad de Chiara, la humanidad y la historia puedan conocer nuevos desarrollos de paz, de unidad y de fraternidad universal».

Este paso hacia delante de su causa coincide con los primeros actos del centenario de su nacimiento, que se celebrará el año que viene. El 18 noviembre se presentará, en Roma, la exposición Chiara Lubich città mondo, que se inaugurará el día 7 en su ciudad natal, Trento. En España, el primer acto será el congreso …Y nosotros hemos creído en el amor: Chiara Lubich y sus primeros compañeros, que se celebrará del 3 al 5 de diciembre en Madrid.

Una impronta que crece

La Iglesia ya recordó a Chiara Lubich el año pasado, con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento, el 14 de marzo de 2008. En esa efeméride, el sacerdote y periodista Manuel Bru escribía en Alfa y Omega que «su impronta en la Iglesia y en la humanidad de hoy no ha disminuido tras su muerte, sino que ha crecido progresivamente».

Un fenómeno que se produce «no solo y no tanto en sus obras, sino en el discurrir de la vida de la Iglesia y del mundo. Sin su novedosa propuesta en los años 40 de vivir la presencia de Jesús en medio (vista entonces con recelo), no hubiese llegado el Concilio a repetir cientos de veces una expresión inusual en el magisterio tras los padres de la Iglesia».

Recordaba también cómo su «imparable espiritualidad de la unidad y su revolucionario impulso a los diálogos ecuménico, interreligioso y con personas de convicciones diversas» no habría sido posible el avance que estos vivieron en los últimos 60 años.