Con los crucificados de nuestro tiempo - Alfa y Omega

Con los crucificados de nuestro tiempo

Sin perder nunca de referencia que los pobres «no son números a los que recurrir para alardear», hay que prestarles «nuestras manos para reincorporarse»

Alfa y Omega
Foto: CNS

En su mensaje para la III Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra este domingo, 17 de noviembre, el Papa subraya que, aunque las iniciativas asistenciales para atender sus necesidades materiales son «encomiables y necesarias», hay que ir más allá, mirar en «sus corazones» e intentar así «devolver la esperanza».

Estas personas, denuncia Francisco, «deambulan de una parte a otra de la ciudad, esperando conseguir un trabajo, una casa, un poco de afecto…», muchas veces sin ningún tipo de ayuda, y al final «no se les permite ver el final del túnel de la miseria». Unos quieren deshacerse de ellas porque estropean el paisaje urbano; otros parecen inmunizados frente a sus desgracias y pasan de largo como si no existieran. El creyente, por el contrario, debería conmoverse porque en ellas ve «el rostro de Jesucristo». Y debería actuar en consecuencia.

Como señala el propio Jesús en el Evangelio, «lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Hay que acercase ellos sin miedos ni prejuicios y detenerse a escucharlos. Sin perder nunca de referencia que «no son números a los que recurrir para alardear», prosigue el Papa, hay que prestarles «nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad». Se trata de amarlos.

El Sucesor de Pedro destacó hace unos días, con motivo del 50 aniversario del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús, que esta actitud hay que tenerla con otros «crucificados de nuestro tiempo». Con los que se encuentran en un mundo en el que, a pesar de haberse producido muchos avances, «subsiste la trata de personas», «abundan las expresiones de xenofobia y la búsqueda egoísta del interés nacional» y «la desigualdad crece».

Para reconocer el rostro de Jesús en estos crucificados, a veces muy cercanos, lo primero es conocer cada día un poco mejor al Señor. Desde la oración uno se ve obligado a pasar a la acción. Solo cuando la acción viene de la oración, se evita el riesgo de caer en un asistencialismo de corto recorrido.