«Me costó aceptar que mi futuro podía estar dentro de la vida religiosa» - Alfa y Omega

«Me costó aceptar que mi futuro podía estar dentro de la vida religiosa»

Ana Belén Soriano y Thais Mor realizaron su profesión perpetua en la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación este domingo. Dijeron «sí y para siempre» al Señor durante una Eucaristía celebrada por el obispo de Tortosa, monseñor Enrique Benavent

Redacción

Ana Belén Soriano Dionis (37) experimentó en su vida «como Dios estaba al lado de la gente sencilla, de los pobres, de los indefensos, de los que no tienen voz, de los que no se han sentido nunca queridos» y así «me enamoré de las cosas de Dios».

Sin embargo, «nunca me había plateado la vida religiosa» y la joven dio «muchos rodeos» hasta que «Dios, a través de la oración, tocó mi corazón y puso mi vida patas arriba». Entonces, «me di cuenta de que Dios me llamaba a estar con Él».

Concretamente, «me sentí llamada a contagiar a otros la alegría de haber conocido a Cristo y el consuelo de su amistad, a sostener, acompañar y alentar todo desconsuelo». De esta forma, ingresó en las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación. «Descubrí que Dios me llamaba a seguirle desde el carisma de la consolación, entregando mi vida al servicio de Dios, de la Iglesia y de los más necesitados».

Y tras ese primer «sí», Ana Belén acaba de pronunciar este domingo el «para siempre» al realizar la profesión perpetua. El obispo de Tortosa, monseñor Enrique Benavent Vidal, fue el encargado de presidir la celebración, que destacó por la «belleza y la sencillez de cada detalle», explican desde la congregación. Al finalizar, la madre general Antonia Munuera le pidió ser «fiel a la misión que se te confíe».

Consolar a través de la educación

Thais Mor Puig (35) también emitió sus votos perpetuos hace cinco días en la misma Eucaristía. Tras la celebración, habla de agradecimiento «porque una siempre se siente pequeña ante Dios, que es el que ha elegido primero»; de «alegría» y de su «deseo profundo de entregar toda mi vida a los demás, para ser el reflejo de Jesús y también de nuestra fundadora santa María Rosa Molas».

Pero aunque hoy Mor Puig hable de su vocación con normalidad, en el pasado «me costó aceptar que mi futuro podía estar dentro de la vida religiosa», confiesa. «Era algo que no estaba de moda» y «era difícil de encajar para algunas personas».

Las «resistencias» empezaron a caer cuando empezó a notar que al acudir a la parroquia, «al dedicarle momentos a los grupos de jóvenes y niños», «se llenaba ese algo que notaba que faltaba en mi vida».

Entonces, conoció de casualidad a las hermanas de la consolación. «Descubrí a personas llenas de vida, entrega y alegría» y «decidí que quería ese estilo de vida para mí. Era allí, en esa vida dada a los demás sin reservas, sin importar el momento, donde veía que mi vida tenía sentido», concluye Thais.

Tras la celebración, ambas regresaron junto a sus hermanas de comunidad, en Villacañas (Toledo) y Zaragoza respectivamente, para «transmitir el carisma de la Consolación a través de la educación».