En defensa de la libertad de educación - Alfa y Omega

El 21 Congreso Católicos y Vida Pública, dedicado al impulso de la libertad de enseñanza con el lema Libertad para educar, libertad para elegir, ha supuesto el reencuentro con ese espacio mágico para el cristianismo social español que es el Aula Magna de la Universidad CEU San Pablo, testigo de los principales referentes católicos de la intelectualidad y la vida pública de las últimas décadas. Ese ambiente de reencuentro se ha respirado desde el principio hasta el final, confiados respectivamente a la conferencia inaugural de Jaime Mayor Oreja y a la que ha servido de cierre y colofón: la vibrante, llena de vida y verdad del influyente ensayista y profesor italiano Franco Nembrini.

Pero es justo reconocer que los grandes protagonistas del congreso han sido otros. La primera, quizás a su pesar, ha sido la ministra de Educación, Isabel Celaá, cuyas provocadoras declaraciones sobre el alcance de la libertad de enseñanza y su peculiar lectura del precepto constitucional al respecto, han marcado poderosamente el contenido de los debates y han dotado al propio congreso de una notoriedad que se ha evidenciado en el seguimiento de los medios y en el tenor de la esclarecedora mesa redonda sostenida entre el subsecretario de Educación, Fernando Gurrea, y las representantes enviadas por Ciudadanos, Partido Popular y Vox: Marta Martín, Rocío Albert y Rocío Monasterio.

Sin embargo, en esta ocasión no han sido estas personalidades ni tampoco los restantes conferenciantes –el brillantísimo Francisco José Contreras o los didácticos Vicente Navarro de Luján y José Manuel Amiguet– quienes se han constituido en actores principales del congreso, sino el conjunto de los congresistas a través de su activa participación en los siete talleres que han canalizado su trabajo, sus debates y sus propuestas. La masiva asistencia a todos los actos, entre los que no debemos olvidar el pase privado en primicia del largometraje Corazón ardiente, ha sido un buen exponente de la satisfacción de los 900 congresistas inscritos. Sin pretender medir la incidencia del encuentro a través de estos procedimientos, no será del todo impropio señalar que las redes sociales, activadas por los propios participantes, han hecho que el congreso fuera trending topic en varios momentos de la jornada del sábado.

Nos queda ahora un largo y apasionante camino: llevar las conclusiones de un congreso propositivo y vibrante a la sociedad, al Ministerio de Educación, a los grupos políticos, a las instituciones, a las asociaciones de padres, profesores y centros, a las comunidades escolares y a las congregaciones religiosas, a los medios de comunicación y a los foros más diversos. Como afirmaba Carla Díez de Rivera en la clausura del congreso, somos los ciudadanos los que tenemos que defender la libertad de educación en la que tanto está en juego.