Necesitamos reavivar el ardor misionero para la nueva evangelización - Alfa y Omega

Necesitamos reavivar el ardor misionero para la nueva evangelización

Con motivo del Domingo Mundial de las Misiones -DOMUND- que se celebra el domingo, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ha hecho pública una carta en la que recuerda la urgencia de «reavivar el ardor misionero» para una «nueva evangelización»

Infomadrid

El domingo se celebra la Jornada del Domund, que este año ha sido convocado con el lema Fe + Caridad = Misión. Con este motivo, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ha hecho pública una carta en la que hace «a todos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos, familias enteras, una llamada ardiente y gozosa, llena de esperanza, a ser verdaderos misioneros, apóstoles, es decir, enviados a llevar la fe y el amor de Jesucristo a todos aquellos que no lo conocen y no lo aman. En nuestra Iglesia diocesana hemos recibido muchas y grandes gracias de Dios, que no podemos guardarlas sólo para nosotros mismos, pues si así fuera nos convertiríamos, como dice el Papa en su mensaje, en cristianos aislados, estériles y enfermos. Necesitamos, y con urgencia, reavivar el ardor misionero que haga auténtica realidad en Madrid la nueva evangelización, y para que así sea hemos de tener el corazón abierto al mundo entero, con la certeza de que, en palabras del Papa Francisco, donar misioneros nunca es una pérdida, sino una ganancia. Porque la Iglesia es una y católica, y en verdad es una ganancia para la Iglesia en Madrid sus hijos misioneros, que casi alcanzan el millar, repartidos por todos los continentes, pues nos traen -dice también el mensaje pontificio- la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en el intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.

«La Jornada del Domund es, sin duda, ocasión privilegiada para avivar en nuestra Iglesia diocesana el auténtico espíritu misionero que significa tener la mirada y el corazón completamente abiertos a la Iglesia entera, extendida por toda la tierra, que espera de todos y cada uno sus hijos no cejar en el empeño de llevar la Buena Noticia de Jesucristo a tantos hermanos nuestros que aún no lo conocen y no lo aman».

En referencia al lema elegido para este año, Fe + Caridad = Misión, dijo que «es bien expresivo del ser mismo de la Iglesia, que ciertamente es misionera desde su misma raíz. Porque cuando el espíritu y el ardor misionero, que en expresión del decreto ad gentes han de distinguir al pueblo de Dios, faltan en la Iglesia, es la demostración más palpable de la falta de la fe y de la caridad, que son la fuente de la Misión. La obra misionera de la Iglesia nace de la fe de los cristianos, que necesariamente les mueve al amor más profundo y sincero hacia todos, y muy en especial a los más necesitados, y quien ha conocido de veras a Jesucristo sabe bien que no hay mayor necesitado que aquel que no lo conoce. Dar a conocer a Jesucristo, testimoniarlo con la fe y la caridad de la propia vida, eso, y no otra cosa, es la Misión. La misión de la Iglesia es la necesaria consecuencia de ese corazón enamorado de Cristo, reconocido en la fe como el Único Dios, Señor y Salvador nuestro, que arde en deseos de que esa misma fe y ese mismo amor se encienda en los corazones de todos los hombres. El Papa Francisco, desde el comienzo mismo de su pontificado, no ha dejado de subrayar que la labor de la Iglesia no puede confundirse con la de una ONG. Sin duda, los misioneros se preocupan de las necesidades materiales de sus hermanos los hombres, ¿y por qué? Sencillamente, porque en su corazón están bien vivas la fe y la caridad. Sin esa fe y sin esa caridad, es decir, sin la Presencia viva de Cristo en cada misionero, de poco serviría la ayuda material, y más aún: tal ayuda muy pronto se vería en peligro».

«Fe y caridad», prosigue, he ahí el alma de la celebración de la Jornada del Domund. Nos unimos en la acción de gracias a Dios por la bendición que es para toda la Humanidad el trabajo de los misioneros, fuente de la verdadera Esperanza, y siempre sabiendo que esta tarea ingente continúa, pero al mismo tiempo conscientes de que, en definitiva, es obra de Dios, y que, poniéndonos en sus manos, Él mismo la llevará a término». Concluye pidiendo a la Virgen que cuide de nuestros misioneros y ayude a que todo el pueblo cristiano de Madrid no pierda nunca el espíritu apostólico y misionero».