El beato Álvaro del Portillo, un hombre de Dios que dedicó su vida a los demás - Alfa y Omega

El beato Álvaro del Portillo, un hombre de Dios que dedicó su vida a los demás

El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presidió el pasado 11 de mayo la concelebración eucarística en la catedral de La Almudena en honor del beato Álvaro del Portillo, del que destacó que fue «un hombre de Dios que dio su vida con obras, y atendió las necesidades concretas de los más necesitados»

Opus Dei
Foto: Pablo Pérez Tomé

Carlos Osoro citó al beato Álvaro del Portillo (Madrid, 1914-Roma, 1994) como «intercesor al que pido su ayuda para mi misión pastoral en Madrid, y cuento seguro con su intercesión. El beato Álvaro, que quería especialmente a Madrid, su ciudad, intercederá por nosotros». En su intervención inicial tuvo un recuerdo para el prelado Javier Echevarría, «al que me une una amistad sincera y cordial».

Para el arzobispo, «el beato Álvaro nos recuerda que la Iglesia y el mundo necesitan de un gran espectáculo, el de la santidad. Y le pedimos que seamos capaces de ofrecer ese espectáculo a todos».
 
El que fuera primer sucesor de san Josemaría, fundador del Opus Dei, fue beatificado en Madrid el pasado 27 de septiembre y la Iglesia celebra hoy su fiesta litúrgica, con la celebración de eucaristías en todo el mundo. Además, se realiza una recogida de alimentos en 20 ciudades españolas.

Foto: Pablo Pérez Tomé

En una catedral llena de fieles, el arzobispo Osoro pidió fomentar «la cultura del encuentro de la que habla constantemente el Papa Francisco» y destacó que el beato Álvaro «se empeñó en entregar el mensaje salvífico a todos los hombres, conociendo las realidades concretas, sin la indiferencia de la globalización y dando a esa situaciones la luz que sólo Jesús puede dar».
 
El arzobispo destacó «la belleza de la vida de don Álvaro, sólo centrada en Dios, que le hacía ver la gran misión que el Señor le había regalado junto a san Josemaría para dedicar la vida entera con toda su fuerza a buscar a los hombres para llevarles a Dios y reunirlos con alegría, humildad y cariño».