Goya: «Solo la voluntad me sobra» - Alfa y Omega

Goya: «Solo la voluntad me sobra»

Encontramos resumida en la exposición Goya. Dibujos. Solo la voluntad me sobra la crítica a las costumbres de su tiempo que este pintor ilustrado formuló a través de sus obras. El visitante puede contemplar terribles dibujos, durísimos en su aparente sencillez, que reflejan el escándalo por la corrupción en todas sus formas

Ricardo Ruiz de la Serna
Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid. Foto: Museo del Prado

El Prado cumple 200 años y el pasado 19 de noviembre, justo el día en que celebraba el bicentenario, se inauguraba la exposición Goya. Dibujos. Solo la voluntad me sobra coorganizada por la Fundación Botín. Con esta muestra, la principal pinacoteca del mundo pone el broche final a un tiempo de celebraciones que comenzó con la claridad renacentista de Fra Angélico y termina con los tonos rojizos y oscuros de los dibujos del maestro de Fuendetodos. José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo del Prado, y Manuela Mena, jefa de Conservación de la pintura del siglo XVIII y Goya del mismo museo hasta enero de 2019, han sido los comisarios de esta exposición que exhibe más de 300 de los dibujos de Goya, procedentes de las propias colecciones de la casa, así como de colecciones públicas y privadas de todo el mundo.

Aún aprendo. Cuaderno de Burdeos I o Cuaderno G, 54. Foto: Museo del Prado

Como recuerda Miguel Falomir, director del Prado, cuando el museo abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819, Francisco de Goya aún vivía. Seis años después, el 20 de diciembre de 1825, con 79 años, el pintor escribía desde Burdeos a Joaquín María Ferrer una carta de donde toma su nombre la exposición que hoy nos ocupa: «Agradézcame usted mucho estas malas letras, porque ni vista, ni pulso, ni pluma, ni tintero, todo me falta, y solo la voluntad me sobra». Este hombre, que lo ha visto todo, sigue creando y, como refleja uno de los dibujos de esta muestra, sigue aprendiendo. Vamos a leer sus cartas y a ver sus bocetos. Vamos a conocer lo que escribía a sus amigos y las pesadillas que lo atormentaban. Vamos a verlo escandalizado o conmovido.

Bienvenidos a la intimidad de Goya

El visitante ha de entrar, pues, en esta exposición con la delicadeza con que se visitan las capillas palatinas y los aposentos privados de los genios. A partir de Los comienzos del artista (1771-1794) hasta los Cuadernos de Burdeos, recorremos cronológicamente el universo goyesco –no faltan los Sueños, ni los Caprichos ni los Desastres de la Guerra– y nos asomamos a los temas que llevó a los lápices y los pinceles: los retratos, las majas, las brujas, los toros, la multitud, la violencia en todas sus formas –ahí está la denuncia del maltrato a las mujeres– y la vejez representada en este anciano, dibujado con lápiz negro sobre papel verjurado, que necesita bastones para caminar pero se hace acompañar de la leyenda Aún aprendo.

Esta exposición no puede dejarnos indiferentes. Encontramos resumida aquí la crítica a las costumbres de su tiempo que este pintor ilustrado formuló a través de sus obras. El visitante puede contemplar terribles dibujos, durísimos en su aparente sencillez, que reflejan el escándalo por la corrupción en todas sus formas –no se salvan ni los nobles ni el clero– la denuncia de la violencia del sistema judicial y penitenciario –¿cómo no recordar al marqués de Beccaria?– y la persecución de los liberales, las desigualdades y las injusticias de unas instituciones que necesitaban ser reformadas. Uno imagina a Jovellanos o a León de Arroyal asintiendo silenciosos ante estas figuras sufrientes y conmovedoras de presos, brujas, mendigos y mujeres desgraciadas. Era todo aquello lo que se intentaba cambiar o abolir en aquel tiempo –ya lo describió Jean Sarrailh en su La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII– y lo que dolió a Goya hasta el final de sus días.

Gran Disparate. Cuaderno de Burdeos I o Cuaderno G, 9. Foto: Museo del Prado

No todo es triste en esta exposición desgarradora. Hay espacio para la procacidad jocosa de sus cartas a Martín Zapater y para la delicadeza de retratos como el de su esposa Josefa Bayeu –esos ojos y ese tocado…– y las cabezas de ángel preparatorias de los frescos del Pilar de Zaragoza. Los dibujos de toros recuerdan que nuestro pintor fue un taurino reconocido en su tiempo. La exposición recoge una cita de Laurent Matheron que evoca el entusiasmo del aragonés por la fiesta: «De todos los espectáculos de su país, el que más entusiasmaba a Goya eran las corridas de toros». Las dibujó haciéndose cargo de su belleza y su violencia, reflejada en la espantosa cogida de Pepe-Hillo en la plaza de Madrid.

¡Qué familiar nos resulta todo en esta exposición! ¡Qué contemporánea y qué sentida esta reflexión sobre España! La modernidad de este pintor nos invita a pensar en la hora presente de nuestro país, nuestro continente y nuestra civilización. Ahí está el aguafuerte titulado El sueño de la razón produce monstruos, que podemos comprender gracias a la explicación que el propio Goya nos da en una carta que se expone aquí mismo: «La fantasía abandonada de la razón, produce monstruos imposibles: unida con ella, es madre de las artes y origen de sus maravillas». Este pintor, grabador y dibujante pretendía representar «la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes a toda la sociedad civil», como rezaba el anuncio de venta de la serie de los Caprichos.

El visitante sale de esta exposición recordando aquellos versos de Alberti que resumieron la obra colosal cuyo proceso creador hemos entrevisto: «La dulzura, el estupro/la risa, la violencia,/la sonrisa, la sangre,/el cadalso, la feria. /Hay un diablo demente persiguiendo/ a cuchillo la luz y las tinieblas». Y de algún modo siente que, dos siglos después, Goya lo sigue iluminando todo.