Profetas en su tierra - Alfa y Omega

Profetas en su tierra

Continuamos conociendo la vida de los siete nuevos santos que serán canonizados, en Roma, por Benedicto XVI, el 21 de octubre, durante el Sínodo para la nueva evangelización. Hoy traemos la historia de la primera santa piel roja, Caterina Tekakwhita, que huyó del rechazo de su familia a causa de su fe y llegó hasta la misión de San Francisco Javier, en Canadá. También será canonizado el joven Pedro Calungsod, un chico filipino que acompañaba a los jesuitas en su misión evangelizadora y fue asesinado a flechazos por un indígena de la isla de Guam

Cristina Sánchez Aguilar
Pedro Calungsod. A la derecha, Caterina Tekakwitha.

Caterina Tekakwitha, virgen

Hija de padre iroqués y madre cristiana algonquina, la primera santa piel roja nació en 1656 en Estados Unidos, en el seno de una familia en la que todos sus integrantes murieron a causa de la viruela cuando ella tenía sólo cuatro años. La epidemia no la mató, pero la dejó con problemas visuales y con el rostro desfigurado por las cicatrices. Su educación fue asumida por un tío suyo, que odiaba a los cristianos y que la llamaba la que se choca con las cosas, a causa de su escasa vista.

La joven tenía varios pretendientes que querían contraer matrimonio con ella. Cuando su tío intentó que se casara con un joven guerrero, Caterina huyó, porque no quería un matrimonio sin amor. En ese tiempo, llegaron a la región los misioneros jesuitas, a quienes escuchó el mensaje cristiano. Según recoge su biografía, «el anuncio del cristianismo iluminó su alma, que había encontrado lo que la hacía verdaderamente feliz». Los jesuitas bautizaron a Caterina, cumpliendo el deseo de su madre, quien murió sin ver a su hija bautizada a causa de la hostilidad de su marido hacia los ropanegras.

Fue hostigada y perseguida a causa de su fe, por lo que tuvo que huir a la misión de San Francisco Javier, en Canadá, donde se dedicó a enseñar a los niños a rezar, y a trabajar con ancianos y enfermos. En 1679, hizo sus votos de permanecer virgen durante toda su vida. Tras pronunciar sus últimas palabras: Jesos Konoronkwa —Jesús, te amo—, murió el 17 de abril de 1680, con 24 años, después de una grave enfermedad. Cuentan que, unos minutos después de su muerte, todas las marcas de la viruela desaparecieron de su rostro.

Caterina se caracterizó por su piedad y su incansable vida en favor de su pueblo aborigen, y por su amor a la Eucaristía. En 1943 fue declarada Venerable por el Papa Pío XII y beatificada, en junio de 1980, por Juan Pablo II. Tekakwitha —que según algunos significa: aquella que arregla las cosas o, según otros, aquella que camina poniendo las manos adelante— es Patrona del medio ambiente y de la ecología, junto con san Francisco de Asís.

Pedro Calungsod, misionero y mártir

Pedro Calungsod nació, en 1654, en el archipiélago de las Bisayas, lo que en la actualidad es la provincia de Cebú, en Filipinas. Pedro era uno de los jóvenes catequistas que acompañaba a los misioneros jesuitas para evangelizar a los chamorros —indígenas de las Islas Marianas—. La vida en las islas era difícil: las provisiones no llegaban con regularidad, la selva era espesa, los riscos difíciles de escalar y la tierra era azotada, permanentemente, por ciclones. A pesar de ello, los misioneros perseveraban y se empezaron a dar conversiones entre los nativos.

Choco, un chino que habitaba en las islas, no veía bien el prestigio que los misioneros ganaban entre los nativos, y comenzó a extender el rumor de que éstos ponían veneno en el agua utilizada en los ritos —ya que algunos niños habían muerto después del Bautismo—. Esto generó que algunos nativos recién bautizados apostataran y se unieran a Choco en su batalla contra los misioneros.

El gran asalto tuvo lugar el 2 de abril de 1672, tras la Misa del Domingo de Ramos. Cerca de las siete de la mañana, Pedro, que tenía 18 años, y su superior en las misiones, el padre Diego, fueron a la aldea de Tumon, en la isla de Guam, porque un bebé había nacido y se dirigían a bautizarle. Su padre, Matapang, se negó furiosamente a que el bebé fuera bautizado y se marchó en busca de otros aldeanos que le ayudasen a echar a los misioneros. Durante su ausencia, Diego y Pedro bautizaron al bebé con el consentimiento de su madre. Al conocer los hechos, Matapang los asesinó a flechazos. Después, los arrastró hasta la playa, ató piedras a sus pies, y los arrojó al mar.

El Papa Juan Pablo II beatificó a ambos misioneros. Primero, al padre Diego Luis de San Vitores, el 6 de octubre de 1985, y después, a Pedro Calungsod, el 5 de marzo de 2000, en Roma.