Una familia de blancones en Arequipa - Alfa y Omega

Una familia de blancones en Arequipa

María Martínez López

Mientras cenaban viendo las noticias un día, Gonzalo e Isabel se dijeron: «¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué no intentamos eso de la misión?». Llevaban nueve años de matrimonio y compromiso parroquial y solidario. «Siempre habíamos sentido esa vocación. La relación con Dios te hace mirar el mundo de otra forma y te reclama», cuenta ella. No sabían que se podía ir de misión como familia. Pero «el Espíritu Santo te dice: Busca».

Al hacerlo, descubrieron una realidad desconocida. Las familias misioneras más comunes son las 1.100 del Camino Neocatecumenal repartidas por todo el mundo. También envían familias los Laicos Misioneros Combonianos, Javerianos o de la Consolata, Verbum Dei, Adsis, OCASHA, la Obra Misionera Ekumene o la Asociación Misionera Salvatoriana para Latinoamérica. Algunos matrimonios colaboran un tiempo con fundaciones misioneras vinculadas a su movimiento, como en Schönstatt; y otros son enviados directamente por sus diócesis. Sin contar los neocatecumenales, Obras Misionales Pontificias tiene registrados 40 laicos casados españoles en misión.

Gonzalo e Isabel se unieron al Movimiento Laico Comboniano. Allí discernieron que «lo primero era nuestra vocación de familia, y desde ella queríamos vivir en misión». Se formaron y, tres años después, con su hijo Ángel de sólo un año, pusieron rumbo al extrarradio de Arequipa, en Perú. Era una zona muy pobre, pero adaptada a sus necesidades: sin convulsiones políticas y con recursos sanitarios.

Desde su humilde casa llegaban, como familia, donde los combonianos no podían. El encuentro con la gente comenzó en las tareas diarias, como ir a por agua, y poco a poco los vecinos empezaron a compartir sus dolores y alegrías con ellos. Los blancones pasaron a ser los hermanitos, toda una autoridad ante cualquier problema. El maltrato y la violencia familiar eran muy frecuentes, y ahí «el rol de Gonzalo era importantísimo. A las mujeres les impresionaba ver a un hombre con su hijo en brazos, que compraba y les preguntaba cómo cocinar. Les decía que no se merecían que las pegaran, y hasta iba con ellas a denunciarlo». A partir de ahí, era fácil explicarles que «Gonzalo hace esto porque ya lo hacía Jesús. El Evangelio allí tiene un peso muy real».

Después de seis años, han vuelto a España con Carmen, nacida allí. «Nos ha costado aterrizar –reconoce Isabel–. Tienes que buscar tu lugar en un mundo conocido que ya nunca será el mismo. Pero tenemos el regalo del paso de Dios por nuestra vida, que nos ha marcado como familia».