«¡Madre, salva a la diócesis!» - Alfa y Omega

«¡Madre, salva a la diócesis!»

Hoy, 24 de mayo, la Iglesia celebra la fiesta de María, Auxiliadora de los cristianos, una antigua advocación que cobra especial relevancia en los lugares donde los católicos son perseguidos a causa de su fe: lugares como China, donde, a pesar de que los fieles de muchas diócesis viven en la clandestinidad, miles de católicos peregrinan al santuario de Nuestra Señora de Sheshan para pedirle su amparo a la Madre. Y ella responde: obispos presos que escapan casi milagrosamente de la cárcel, comunistas que piden bautizarse…

José Antonio Méndez
Católicos chinos rezan el Rosario, durante una pausa en su subida al santuario de Sheshan.

Shangai, 1868. El ejército de Tai Ping lleva a cabo una matanza brutal de cristianos, para instaurar en China un régimen herético. El obispo de la diócesis, monseñor Languillat, corre a una capilla en la montaña de Sheshan, donde se venera una imagen de María, Auxiliadora de los cristianos, e implora: ¡Madre, salva a la diócesis! Allí hace un voto: si la Iglesia en Shangai no es destruida, construirá una basílica en honor de María Auxiliadora. Inexplicablemente, las tropas de Tai Ping no atacan Shangai. Desde entonces, millones de peregrinos veneran a María en Sheshan, la única basílica de China.

No había pasado un siglo, cuando la Revolución comunista de Mao volvió a instaurar el terror, y la vida de los católicos chinos quedó, hasta hoy, marcada con el signo del martirio y de la persecución. El santuario de Sheshan sufrió graves desperfectos en los años 50 y, aún hoy, la policía lo mantiene bajo control y vigilancia. Pero, como en 1868, la Madre sigue cuidando de los hijos del Padre.

Juan es un sacerdote chino, cuyo nombre real no podemos revelar por los motivos que enseguida comprenderá el lector. Tras formarse en seminarios clandestinos —Alfa y Omega publicó su testimonio en el número 537, en 2007—, huyó de China para terminar su formación en Europa y volver algún día, de incógnito, como sacerdote. Él cuenta que «la Virgen ayuda mucho a los cristianos de China. En las diócesis del sur hay más libertad, pero en el norte la Iglesia es perseguida: no hay curas, ni Eucaristía, y los fieles sólo pueden rezar el Rosario para mantener su fe y su comunidad, casi siempre clandestina».

En medio de las purgas, palizas, reclusiones y persecuciones que han causado miles de mártires, el auxilio de María es tan necesario como constante: «Mi obispo estuvo preso en un campo de trabajo. Él pedía a la Virgen cada día que, si ella le quería fuera, le ayudase a escapar; y si le quería en la cárcel, le ayudase a evangelizar. Un día, otro obispo preso, medio paralítico, y él se encontraron junto a un muro de la cárcel, sin vigilancia. No saben cómo, pero ambos pudieron saltar —incluso el paralítico— y huir. Él dice que les ayudó María». Ya fuera, el obispo llegó a la ciudad en el tractor de unos jóvenes, buscó escondite en las casas de sus fieles y, aunque le ayudaron, nadie le escondió. Tuvo que pernoctar en el bosque y, a primera hora, subió a un autobús. En ese momento, la policía registraba las casas de los fieles y cerraba las carreteras. Sólo un autobús salió de la ciudad: el del obispo. Tras su huida, el prelado fundó seminarios clandestinos y santuarios marianos. El padre Juan explica que «la Virgen hace presente a Jesús en China. Hace unos años, una comunista entró en casa de un matrimonio católico, vio una imagen de la Virgen de Sheshan y preguntó quién era esa señora. La pareja le habló de la Virgen, de Cristo, del Evangelio, y quedó fascinada. Preguntó dónde podía ir a rezar y le mandaron a Sheshan. Fue en peregrinación, se curó de una enfermedad que tenía y, al bajar, pidió el Bautismo. Hoy es responsable de una parroquia y da catequesis». María, auxiliadora de los cristianos, sigue ayudando a China.

Oración

La Carta del Papa a los católicos chinos, de 2008, concluía con esta oración a la Virgen. Benedicto XVI pedía que, cada 24 de mayo, la Iglesia orase de forma particular por China:

Virgen Santísima, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, venerada con el título de Auxilio de los cristianos en el santuario de Sheshan, a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China; venimos ante ti para implorar tu protección. Mira al pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre fermento de convivencia armónica entre los ciudadanos. Con el dócil pronunciado en Nazaret, aceptaste que el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal, iniciando así en la Historia la obra de la Redención, en la que cooperaste con solícita dedicación, dejando que la espada del dolor traspasase tu alma, hasta la hora suprema de la Cruz, cuando en el Calvario permaneciste junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese. Desde entonces, llegaste a ser, de manera nueva, Madre de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe, y lo siguen tomando su cruz. Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable, concede a tus hijos la capacidad de discernir, en cualquier situación, incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios. Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes, en China, en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando, para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús. En la estatua que corona el santuario, muestras a tu Hijo al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor. Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor, manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia. Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.