«La doctrina social de la Iglesia vale para todos los hombres» - Alfa y Omega

«La doctrina social de la Iglesia vale para todos los hombres»

El arzobispo Silvano Tommasi revela que varios dirigentes mundiales desean conocer cuanto antes el contenido de la encíclica del Papa sobre medio ambiente

José María Ballester Esquivias

En la sesión de este martes del congreso anual de la Fundación Centesimius Annus Pro Pontifice, celebrada en el Aula Nueva del Sínodo en el Vaticano, se ha debatido si la Doctrina Social de Iglesia (DSI) se puede difundir a los que no tienen fe, es decir, si se puede tomar como una fuente de inspiración en la vida diaria –especialmente en la económica y la política– aunque uno no sea creyente.

Salvo el universitario de confesión judía Andrea Bardavid, todos los ponentes eran católicos; entre ellos, una conversa, la catedrática norteamericana Sally Blount, que fue la primera en tomar la palabra. En su opinión, El problema radica en no aplicar las enseñanzas de la DSI.

De ahí su crítica a los «mercados deshumanizados, que no tienen en cuenta a la persona, sino que sólo velan por la eficiencia». Además, la profesora Blount considera –a diferencia de los pensadores liberales– que el mercado «cuando crea valores y bienestar para la sociedad; pero no es sabio en sí mismo».

A continuación, el banquero alemán Ulrich Schröder destacó que la «intención original de la DSI era dirigirse a todos los hombres que toman decisiones en la política y en la economía». Poniendo como ejemplo la historia de su propio país, señaló la contribución de la DSI en tres momentos decisivos: la legislación social de finales del siglo XIX «no hubiera sido posible sin la Rerum Novarum», y las reconstrucciones de su país después de la II Guerra Mundial y a raíz de la reunificación de 1990.

Por su parte, el arzobispo Silvano Tommasi, Nuncio Apostólico ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, no tuvo reparos al afirmar que la DSI «refleja las necesidades de la persona humana», por lo que «es posible difundirla de forma transversal no solo en los ámbitos católicos, sino también alrededor».

En relación con su tarea en la ONU, monseñor Tommasi reconoció que ciertas políticas promovidas por la organización chocan frontalmente con la ética de la familia, si bien los textos fundadores de 1945 «están inspirados que están por la filosofía griega y la tradición cristiana». Asimismo, entre los puntos de convergencia (entre la DSI y la ONU) destacó el afán de desarme y las directrices onusianas relacionadas con el mundo del trabajo, sin olvidar algunos elementos de la Organización Mundial de Comercio.

Le sucedió el universitario Andrea Bardavid, que también insistió en el enfoque universal y transversal de la DSI. Sin embargo, criticó la «mala difusión de la DSI» y abogó por un modelo de difusión distinta, basado en una nueva dinámica y sin olvidar nunca su carácter religioso.

Preguntados por la famosa frase del Papa «la economía que mata», los intervinientes no se arredraron. Por ejemplo, Blount, que señaló la necesidad de responder con un no rotundo a todas las formas excluyentes de la economía y pidió que los gobernantes de los distintos países tomen medidas para evitar el desperdicio de los alimentos que sobran. De los alimentos a los bancos.

Schröder tampoco escurrió el bulto y asumió plenamente la pérdida de confianza de la ciudadanía en unos bancos «que tienen que cambiar su modelo de actividad».

Pero la sorpresa la dio monseñor Tommasi al revelar que los dirigentes mundiales están expectantes ante la inminente encíclica de Francisco dedicada a la ecología. «Algunos quieren incluso leerla antes de determinar su estrategia antes de cara a la cumbre mundial de medio ambiente» que tendrá lugar en París a finales de año.