Un Dios Prohibido: acta martirial de Barbastro - Alfa y Omega

Un Dios Prohibido: acta martirial de Barbastro

Juan Ignacio Merino, colaborador habitual de Alfa y Omega desde hace 10 años, estrena espacio en la página web de COPE. Su primer artículo es este comentario sobre la película Un Dios prohibido:

Redacción

Muchas de las actas martiriales de los primeros siglos del cristianismo parecen como sacadas de mentes algo siniestras y macabras, es cierto que algunos patrólogos e historiadores indican que los relatos martiriales primitivos sufrieron transformaciones literarias para mostrar el carácter heroico de los santos mártires de la era greco-romana, pero hay una esencia que parece indiscutible, y no sólo la esencia sino el contexto y las circunstancias que se narran pueden ser totalmente plausibles.

Hace unas semanas, me acerqué al Cine Palafox de Madrid, para ver Un Dios prohibido, una película del joven director Pablo Moreno sobre los mártires de Barbastro durante los primeros meses de la Guerra Civil española. Por cierto, el cine Palafox, es el único cine de la capital, exceptuando algún pueblo de la provincia madrileña, que ha tenido el coraje de acoger esta magnífica aunque precaria producción de Contracorriente Producciones y los Misioneros Claretianos. Una obra magistral, aunque algo coja en el montaje y en la producción de algunas escenas, como las que se desarrollan en la azotea de la casa de los claretianos… pero salvo pequeños detalles de precisión, el film muestra una narrativa intachable, una caracterización de los personajes estremecedora y una interpretación, a cargo de una mayoría de jóvenes actores, más que aceptable.

La película profundiza en la experiencia de fe y de combate entre el amor y el odio durante los últimos días de 51 miembros de los Misioneros Claretianos, fusilados en Barbastro el verano de 1936, a manos de las facciones más radicales de la CNT que contaron con los matones y sicarios más sanguinarios huidos de las cárceles de Aragón y Cataluña al comenzar el conflicto bélico.

Es cierto, que se muestra la crueldad de los verdugos y el ensañamiento de los matones anarquistas, pero el espectador no sale del cine con una herida abierta, ni con rencor, ni con ansia de justicia, ni con parcialidad en su memoria histórica, sino que prima la experiencia del amor de Cristo en estos jóvenes seminaristas y sacerdotes claretianos que tras algunos primeros combates internos reciben la gracia del martirio, y la iluminación y el discernimiento para saber cómo actuar en cada momento y dejar constancia de lo que vivieron. Su alegría y tranquilidad se contagian tras la pantalla, y no como una anécdota concreta e histórica, sino como un concepto universal emanado del amor que Dios manifiesta a los hombres a través del sinsentido de la cruz. «Necedad para los gentiles y escándalo para los judíos», el amor de Cristo desata estas dos opciones, y en los personajes de Un Dios prohibido se van perfilando estas dos actitudes, y en algunos casos, abandonan esa concepción por la invasión expansiva del testimonio de los mártires. Personajes, tras los que se esconden actores valientes por participar en una obra que dice verdades y que apuesta por el perdón y el amor al enemigo, y esto siempre ha levantado ampollas… tanto que en 1936, los actores que habían interpretado El divino impaciente de Pemán, eran encarcelados e incluso fusilados. Ahora, gracias a Dios, no hay persecución, pero cierto vacío profesional se insinúa en el gremio escénico cuando uno se embarca en una producción que va a contracorriente.

He aquí un acta martirial del siglo XX, quizás retocada por la retórica y la narrativa cinematográfica, pero basada en verdaderos relatos que dejaron impresos los jóvenes mártires en envoltorios de chocolates o en sillas y taburetes. Verdaderos relatos del testimonio del amor cristiano.