Una madrileña, camino de la canonización - Alfa y Omega

«Necesitamos hoy más que nunca testigos de Cristo, como la Beata Nazaria Ignacia, mujer convencida y enamorada de Jesús…, que se pueda mostrar como referente misionero».

Con estas palabras, el pasado 4 de mayo, el arzobispo de Cochabamba-Bolivia, monseñor Óscar Omar, abría el proceso de canonización de Nazaria Ignacia March Mesa, fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia.

¿Quién es Nazaria Ignacia? Hablar de esta mujer, es hablar de una madrileña de nacimiento enraizada en Bolivia, de cuna Orureña y de corazón universal. Fue bautizada en la parroquia de San José de la calle de Alcalá, y hasta los 17 años vivió entre Madrid y Sevilla. A los 9 años, la víspera de su Primera Comunión, sintió la voz del Señor: «Tú, Nazaria, sígueme», a lo que ella respondió: «Te seguiré lo más cerca que pueda una humana criatura». Y ésta fue su vida: seguir de cerca a Jesús entregándose, primero, en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, siendo destinada a la ciudad de Oruro, en Bolivia. Allí sintió la llamada a una vida misionera. El Señor la estaba esperando y le iba mostrando, a través de las circunstancias históricas, la escasez de sacerdotes, la ausencia de Congregaciones nativas y la dura realidad económica, política y social, la urgencia de dar una respuesta audaz.

El 27 de enero de 1925, en una oración prolongada, el Señor le mostró, por fin, su proyecto sobre ella. El día 16 de junio de 1925, a la edad de 36 años, comenzó en Oruro la Fundación, en la más absoluta pobreza, con sólo 40 centavos y un edificio en decadencia, las paredes ruinosas y las celdas destartaladas. Su particular intuición del misterio del Reino, de la Iglesia y los pobres la fue guiando, y pronto se le unieron más compañeras que comenzaron a recorrer campos y ciudades, llevando la Buena Noticia del Evangelio. Abrió comedores, escuelas, trabajó en la promoción social de la mujer y acompañó a los mineros en sus reivindicaciones. Podemos decir que los pobres determinaron las obras de las Misioneras, porque éstos eran sus predilectos.

Decía Joaquín Ortega, en el periódico Ya, con motivo de la beatificación de Nazaria Ignacia: «Antes de estar en los altares, estuvo en la calle». Ciertamente, estuvo en los mercados, en las minas, en los caminos andinos de Bolivia, Argentina y Uruguay.

Regresa a Madrid después de 27 años, eran tiempos revueltos. Es el año 1936, comenzando la Guerra Civil. Nazaria soñaba con sembrar en España su Obra. Entendió que, como misioneras, teníamos que anunciar el Reino «bajando a la calle», dando una respuesta global, para elevar la dignidad de la persona.

Falleció en Buenos Aires, Argentina, el 6 de julio de 1943. Su cuerpo reposa en Oruro. Hoy, esperamos que el hecho extraordinario, que se está estudiando en Bolivia, Roma lo pueda ratificar y la veamos pronto entre los santos de la Iglesia.

La Congregación de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia está extendida en 4 continentes y 21 países. «En amar y obedecer y cooperar con la Iglesia en su obra de predicar el Evangelio a toda criatura está nuestra vida, el ser lo que somos».

Hermana María Jesús de Miguel
Postuladora