La independencia no da igual - Alfa y Omega

La revista mensual Cristiandad, que está a punto de celebrar su número 1.000, no suele distinguirse por centrar sus artículos y análisis en temas de la actualidad mediática, sino más bien en profundizar en las verdades de la fe, desde múltiples puntos de vista, con un espíritu divulgativo y de gran rigor. Por eso, llama la atención que esta publicación, que el Apostolado de la Oración edita en Barcelona, haya dedicado un número monográfico (el 990) a la posible independencia de Cataluña, a la estrategia del nacionalismo y a las implicaciones para la fe de los católicos que tendría la posible secesión unilateral de esa región española. Con el título Cataluña será cristiana o no será, presenta una batería de artículos y análisis de obligada lectura para todo el que quiera conocer lo que está pasando, de verdad, en Cataluña. Y se pregunta cuestiones como si, por ejemplo, es cierto que el magisterio del Papa Juan Pablo II puede amparar y alentar la independencia catalana, o si de verdad hay tan pocos nexos en común entre Cataluña y el resto de España.

Una opción con consecuencias

Cristiandad parte, en su editorial, de una premisa: «Nos parece un error manifiesto sostener que el principio de autodeterminación de los pueblos no es más que un modo apropiado y coherente de participación en la vida política de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. No sólo desde un punto de vista doctrinal no tiene fundamento aquella afirmación, como se demuestra analizando el magisterio de los últimos Pontífices sobre esta cuestión, sino que también los hechos muestran las consecuencias secularizadoras y perturbadoras de la paz social. (…) Algo semejante se puede afirmar del nacionalismo: no es una opción política sin consecuencias para la fe religiosa de un pueblo». Y no lo es, simple y llanamente, por «la naturaleza ideológica del nacionalismo, que exige la fidelidad última de sus fieles, con las consecuencias manifiestamente contrarias a la auténtica tradición religiosa de su historia. La evocación de una historia reconstruida ideológicamente, o la apelación constante a la propia cultura y lengua, no son más que un medio de suscitar una adhesión emotiva a un proyecto político ajeno a estas cuestiones».

Juan Pablo II, manipulado

En el número monográfico, el escritor y economista don Jorge Soley Climent hace un pormenorizado análisis de las palabras de Juan Pablo II y de los puntos del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que sirven a ciertas asociaciones catalanas para justificar la secesión de aquella Comunidad: ¿de verdad el Papa polaco, que alentó la independencia de ciertos países, habría amparado el derecho a la autodeterminación de los catalanes? Soley coge el toro por los cuernos y muestra las «distorsiones y engaños» urdidos por quienes descontextualizan algunas citas del Beato Pontífice: «Juan Pablo II, que vivió en su propia carne el totalitarismo nazi, primero, y comunista, después, nunca habría aceptado que se aplicaran unas palabras suyas sobre una situación de tal gravedad a la Cataluña de principios del siglo XXI, donde, dicho sea de paso, si hay alguien que defienda teorías de superioridad de los pueblos, lo encontraremos entre las filas de los nacionalistas que reclaman la secesión». Y es que «el derecho a la participación política, que puede ejercerse por diversos cauces, en ningún caso puede significar el derecho a declarar extranjeros a una parte de los propios conciudadanos. Negar esa posibilidad no es negar la participación política, sino negar el derecho a excluir a otros conciudadanos de esa participación en la vida política de la comunidad».

Soley desmonta las premisas nacionalistas con una estrategia simple: ofrecer el texto real de lo que dijo el Papa, dentro de su contexto, y completarlo con otras expresiones de Juan Pablo II sobre los nacionalismos. Así, cuando los independentistas usan frases de su discurso ante la ONU, en 1995, relativas al derecho de las naciones, omiten que en aquel mismo discurso declaraba que «el nacionalismo, especialmente en sus expresiones más radicales, se opone al verdadero patriotismo, y hoy debemos empeñarnos en hacer que el nacionalismo exacerbado no continúe proponiendo con formas nuevas las aberraciones del totalitarismo». O aquel otro ante el cuerpo diplomático de 1984, en el que afirmó que «hay pueblos que están esperando con impaciencia acceder a la independencia», refiriéndose a Namibia y a Palestina, y en el que alertó de que «países soberanos, independientes desde hace tiempo o recientemente, se ven a veces amenazados en su integridad por la contestación interior de una fracción que llega hasta intentar o reclamar la secesión».

La historia es como fue

El número de Cristiandad repasa la historia de Cataluña, a través de los escritos y los hechos de algunos de sus grandes prohombres, como Jaime Balmes, el filósofo Francisco Canals, el rey Jaime I, monseñor Torras i Bages, el abad Oliba, san Enrique de Ossó… y la conclusión, como explicó en un artículo el filósofo José María Petit (publicado en 1979 y recuperado para la ocasión), es que el proyecto nacionalista necesita erradicar la tradición cristiana de los catalanes para construir «una impostura», pues, «para hacer una revolución, como la que se pretende hacer en Cataluña, es preciso negar sistemáticamente toda nuestra realidad, hasta el punto de definirnos como un pueblo que lucha (…) por conservar su identidad, sin decir en qué ha consistido ésta».

Fraternidad frente a ruptura

La edición de la revista, que se ha agotado en las librerías de Barcelona y del que se prepara una reedición ante la demanda de los lectores, incluye análisis que evitan la dialéctica de la confrontación, como el de doña Teresa Lamarca, quien explica que, «para solucionar nuestros problemas actuales, es necesario que recuperemos nuestra verdadera identidad, haciendo caso a lo que nos dijo Juan Pablo II: ¡Avivad vuestras raíces cristianas! Sed fieles a la fe católica que ha iluminado el camino de vuestra historia». Sobre todo, porque la propuesta de la Iglesia es garantía de fraternidad, frente a quienes levantan aduanas en el seno de las propias familias.

A la luz de lo antedicho, qué proféticas y necesarias suenan ahora las palabras de Juan Pablo II, en Montserrat, que Cristiandad lleva a su contraportada: «Desde esta montaña santa, oasis de serenidad y de paz, deseo la auténtica paz mesiánica para todos los hombres, que son hermanos, y que la Moreneta mira con igual amor de Madre, y que encomienda a su Hijo».