Llamada a la responsabilidad - Alfa y Omega

El Gobierno acaba de aprobar -aprovechando el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer)- el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades, con una dotación económica de más de tres mil millones de euros. A simple vista, esta iniciativa es una muy buena noticia, especialmente para la mujer; pero más allá de los apoyos que pueda ofertar el Gobierno, la responsabilidad radica en las conciencias de cada empresario y jefe. De nada sirve que haya subvenciones para contratar a mujeres, si en la conciencia del empresario no hay una idea clara de que hombre y mujer pueden desempeñar cargos directivos con la misma eficacia. Además, la iniciativa tiene una doble lectura para la mujer que va a ser contratada: ¿Me contratan por recibir la subvención, o porque realmente valgo?

Hombre y mujer no son iguales y no pueden hacer lo mismo en determinadas tareas: hay trabajos para los que la mujer tiene una sensibilidad especial -de la cual carecen la mayoría de los hombres-, y hay muchas otras labores que la mayoría de las mujeres no tienen capacidad para desarrollar (especialmente las físicas). Salvando este tipo de trabajos y actividades específicos del hombre o de la mujer, el resto de oportunidades merecen ser las mismas para ambos, y con las mismas condiciones.

Para el empresario, lo importante es tener contratada a una mujer, en vez de a un hombre y, aunque el Estado gaste cantidades ingentes de dinero, no importará si en la entrevista de trabajo se pregunta por las cargas familiares; no importará si los puestos de trabajo que se ofertan tienen jornadas laborales maratonianas; no importará si el puesto de trabajo que se ofrece es incompatible con la maternidad. Y tampoco importará si contratan a una mujer para cumplir y no ser señalado con el dedo.

Estamos asistiendo a una revolución social de lo absurdo, que pretende eliminar el cauce natural de las cosas y cualquier atisbo de sentido común en el mundo laboral. Es meritorio que, con la crisis económica que atraviesa España, el Gobierno se gaste tres mil millones para conseguir que la mujer sea contratada con las mismas oportunidades que un hombre; pero insisto, la situación no pasa por ahí, pasa por una llamada a la responsabilidad y concienciación de los empresarios, haciéndoles ver que hombre y mujer tienen igualdad de oportunidades y son igual de eficaces para trabajar. La mujer es igual de madre que el hombre padre, y ambos tienen cargas familiares.

A mí, el día de mañana, me gustaría que me contratasen por mi inteligencia y capacidad. No por ser mujer. Y, al mismo tiempo, me gustaría que se me valorase de igual modo que a un hombre que opta al mismo puesto de trabajo. Y éste es un tema que va en la mentalidad del contratante: de su conciencia dependerá si quiere valorar a la mujer como lo que es y no como una cuota. De él también dependerá si quiere ser justo y pagarle como corresponde. Y, finalmente, dependerá de él si, en vez de ver trabajadores y trabajadoras, ve hombres y mujeres, padres y madres de familia. El Gobierno puede ayudar, pero la conciencia depende de uno mismo.