«¿Qué puedo hacer por ti?» - Alfa y Omega

«¿Qué puedo hacer por ti?»

«¿Qué puedo hacer por ti?», preguntó el Papa Francisco al padre Ziad Hilal, jesuita en la ciudad de Homs. «¡Necesitamos oraciones para Siria!», le respondió. Como él, muchos cristianos de Oriente Próximo dan un testimonio heroico con su presencia. Algunos lo han dado en un reciente Congreso, en Chipre, organizado por el Grupo Popular del Parlamento europeo

Eva Fernández
El Papa saluda al padre Hilal, el pasado junio. Foto: servizio Fotografico OR/CPP/CIRIC

No tienen reparos en contar que, muchas veces, han sentido miedo; no eluden referir las veces que les han planteado abandonar su país para huir de la barbarie; no se esconden cuando, a altas horas de la noche, alguien llama a sus puertas en busca de una ayuda que siempre va a encontrar: ellos son cristianos, viven en países del Oriente Próximo y desean permanecer en su tierra, mientras quede alguien que les necesite.

Cuando, hace hoy una semana, el Papa Francisco se reunía con los Patriarcas y arzobispos de las Iglesias Orientales, pudo comprobar que, a pesar del horror, parte de la semilla cayó en buena tierra, brotó y produjo fruto al ciento por uno. Eso es precisamente lo que el padre Ziad Hilal dijo al Papa al oído cuando, el pasado mes de junio, pudo relatarle lo que ocurría en la ciudad siria de Homs. «¿Qué puedo hacer por ti?», preguntó Francisco. «¡Necesitamos oraciones para Siria!», contestó Ziad. Ésa fue la génesis de la Jornada de Oración y Ayuno por Siria, el pasado 7 de septiembre, que tanto les ha reconfortado.

En estos momentos, Homs parece una ciudad fantasma. Los tiroteos constantes acompañan diariamente al padre Ziad, uno de los dos jesuitas que todavía vive en la ciudad. El otro jesuita es el padre Van der Lugt, que se encuentra sitiado en la ciudad vieja, campo de combate contra las tropas de Al Assad. Quiso quedarse para acompañar a los 80 cristianos, que entre miles de civiles sufren diariamente el asedio del ejército. Del padre Ziad tan sólo le separan unos 900 metros, una distancia imposible de atravesar para muchos, pero no para este jesuita menudo, que se juega la vida para hacerles llegar ayuda. En medio de este caos, el padre Ziad da de comer a 3.000 familias, ha conseguido escolarizar a 6.000 niños y ha creado un centro para discapacitados, sin importarle la religión de los que allí acuden. Su objetivo es reconstruir el país comenzando por los niños, los únicos que todavía sueñan en Siria, porque los adultos se pierden en sus pesadillas.

Monseñor Kyrillos W. Samaan, obispo copto de Assiut.

Instrumentos de paz en Egipto

Antes de que llegaran los musulmanes, ellos ya estaban allí. Los cristianos representan únicamente el 15 % de la población de Egipto y, desde la llegada de los Hermanos Musulmanes, más de 100.000 han huido en busca de paz. En la memoria del obispo copto católico de Assiut, Kyrillos William Samaan, permanece la masacre ocurrida en Maspero, en octubre de 2011, en la que 25 cristianos murieron arrollados por los blindados militares. Los islamistas se ensañaron contra los coptos, acusándoles de que habían apoyado el golpe contra el Presidente Mohamed Mursi, aunque la realidad es que, al menos 33 millones de egipcios, pidieron su renuncia en marchas multitudinarias. La inmediata reacción de este obispo fue convocar una Vigilia de oración, en la que cristianos y musulmanes cantaron juntos el himno de san Francisco de Asís: Señor, hazme instrumento de tu paz. Cuando monseñor Samaan se dio cuenta de la emoción con la que decenas de jóvenes musulmanes vibraban con estas oraciones, se reafirmó en su idea de que la paz en Egipto sólo será posible con una verdadera convivencia entre cristianos y musulmanes. En su diócesis, una de las más afectadas por la violencia, muchos vecinos musulmanes hacen cadenas humanas delante de las iglesias para protegerles de los fundamentalistas, e incluso algunos han aportado dinero para su reconstrucción. Mientras tanto, no hay un día en el que las campanas de sus iglesias dejen de tocar para recordarles que siguen siendo la sal de la tierra en su patria.

Musulmán fascinado por Jesús

Fue en Antioquía donde los cristianos recibieron ese nombre por primera vez, y fue precisamente en esa ciudad donde el joven turco Timo Aytaç Güzelmansur se hizo muy amigo de un católico que le recomendó la lectura del Nuevo Testamento. Entre sus páginas descubrió a Jesús y quedó fascinado por la figura de alguien que fue capaz de amar tanto a los hombres que hasta dio su vida por ellos en la cruz, incluso también por él, un turco musulmán. A lo largo de este proceso, hubo un momento en el que se planteó que tenía que optar por aquel camino que le marcara su corazón. A un lado puso a Mahoma y al otro a Jesús, y la balanza se decantó claramente por Jesús. Sabía que, tras su Bautismo, nada iba a ser fácil. De entrada, tuvo que abandonar su casa. Su padre no quiso saber más de él y sus amigos le consideraron un traidor. Hoy es doctor en Teología, tiene dos hijos pequeños y dirige un centro creado por la Conferencia Episcopal de Alemania que fomenta el diálogo entre cristianos y musulmanes. En ese país, se producen unas doscientas conversiones al año. Doscientos musulmanes bautizados: todo un signo de esperanza que nos recuerda a todos que, en el camino de la paz, siempre hay más verdad que en la ruta a la violencia.

Son tres historias de cristianos en Oriente Próximo, tres historias de valientes a los que no podemos dejar solos.